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12.000 menores solos y su vida en el limbo

En España viven, al menos, 12.000 menores extranjeros sin una familia que los proteja. Son los llamados MENA, un colectivo de niños y adolescentes que huyen de la miseria y se encuentran en situación de máxima vulnerabilidad. ¿Está haciendo nuestro país todo lo posible por ayudarles?

Muchos de los niños que llegan a España se escapan de los colapsados servicios del Estado y acaban viviendo en parques hasta que se les pierde la pista. / Pedro Armestre / Save the Children Madrid

SILVIA CRUZ LAPEÑA

"El primer chaval se murió años después de haber pasado por nuestra entidad, pero recuerdo perfectamente la tristeza y la sensación de fracaso al enterarme". Jorge Macpherson lleva 18 años trabajando con menores y recuerda con dolor aquella historia. Su primer trabajo fue como psicólogo forense, pero conoció de cerca las prisiones y se dio cuenta de que a veces su ayuda llegaba demasiado tarde y era preciso intervenir antes. "Es en etapas anteriores, cuando son todavía chavales, el momento en que se puede ayudar a alguien a cambiar de vida". Hoy es coordinador de la Fundación Márgenes y Vínculos, entidad que opera en la provincia de Cádiz atendiendo a adolescentes con trastornos de conducta. Entre ellos, muchos menores extranjeros no acompañados. A esos chicos se les conoce por unas siglas: MENA, algo que no ocurre con ningún otro colectivo en riesgo de exclusión. Al llamarlos así, se les trata como a una masa, no como a individuos y es más fácil sentir que sus problemas no nos competen. "Con esas siglas llamamos igual a un chico de Camerún que a uno de Marruecos, cuando sus historias y sus necesidades no tienen nada que ver", explica el psicólogo Jorge Macpherson.

Cuentan que han venido para ayudar a su familia, cuando en realidad la mayoría está huyendo de la miseria y el abuso...

En España viven 12.000 menores extranjeros sin una familia que los proteja. La mayor parte de ellos son chicos, ya que las ellas no suelen tener la libertad necesaria para hacer este viaje y las pocas que alcanzan nuestras fronteras, lo hacen a través de redes de trata.

Si no te haces una idea de lo que son 12.000 personas, piensa que esa es la población de Formentera. Además, el nuestro es el país europeo que más quejas recibe del Comité de Derechos del Niño de la ONU por el trato que da a esos menores.

Según el último informe de la ONG Save The Children, la mayoría viene de Marruecos, Argelia, Guinea Conakri, Costa de Marfil, Camerún y Nigeria, y lo hace en pateras o siguiendo rutas terrestres que les suponen meses de viaje. A nuestro país aún hay muchos que llegan haciendo risky, es decir, escondidos en los dobles fondos de camiones que vienen en ferrys.

La crueldad del camino

Hatem, uno de los chicos atendidos por la ONG lo explica así: "Nunca se consigue a la primera. Tienes que intentarlo. Una y otra vez te van a pillar y te van a devolver. Pero al final lo vas a conseguir". Su relato confirma que no son solo las circunstancias de partida las que los destrozan: es también la crueldad del camino. El proceso migratorio los convierte en auténticos supervivientes.

Una vez aquí y con la ley en la mano, ninguno puede ser detenido por su condición de migrante, por eso lo primero que se hace al detectar a alguno es determinar su edad. Por eso, para Save the Children es importante recoger el propio testimonio de los chavales y no limitarse a pruebas sanitarias que, a su juicio, nunca son completamente fiables. Vahid, que vive en Madrid, lo explica así: "Había un chico de 16, pero la máquina le da 19 años. La máquina no está bien".

Ricardo Ibarra, director de la Plataforma de Infancia, agrupación de asociaciones que trabajan por el bienestar de los menores en España, le da la razón: "Esa prueba sanitaria es cuestionable, algo que ha denunciado el propio Defensor del Pueblo".

El test tiene un margen de error de dos años y no comporta un dictamen legal, de manera que no es recurrible y por tanto, el niño puede ser declarado mayor de edad aunque en su documentación diga lo contrario. "Eso significa que puede ser expulsado", dice Ibarra, que califica de "muy grave" el hecho de que no haya cifras de cuántas devoluciones de menores ha realizado España.

Ibarra también señala que a veces los chicos no disponen ni de un intérprete, al que tienen derecho, para que les explique cuál su situación legal y sus opciones. Ningún sistema es perfecto, pero Ibarra asegura que países como Alemania podrían servirnos de modelo. "Al menos allí tienen protocolos de actuación más claros", dice.

La foto que convulsionó a la opinión pública sobre la problemática de los MENA apareció en El Periódico de Cataluña. En la sala hay una máquina de bebidas y otra con chocolatinas, patatas y todo tipo de aperitivos. Alrededor, hasta nueve chavales duermen en bancos. Algunos no llevan zapatos y otros ocupan, aún encogidos, más de dos asientos. Son altos, pero son niños: lo dicen quienes han visto esas caras que no se distinguen en la foto. La instantánea se tomó en septiembre en la comisaría de los Mossos d'Esquadra de Ciutat Vella (Barcelona), pero la Dirección de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat de Cataluña aseguró que era un hecho puntual debido al repunte de llegadas de MENA.

Según Ibarra, "los problemas en la atención a estos chicos vienen de antes de la última crisis migratoria", pero reconoce que 4.835 chicos más que el año anterior es mucho y aumenta la presión que ya padecen Ceuta y Melilla, Andalucía, Cataluña y País Vasco, las zonas que más casos atienden. La Rioja atiende a uno. Por eso la Plataforma de Infancia pide una redistribución. "Los que ya tengan un proyecto de vida no, pero los que acaban de llegar se deberían trasladar a otras ciudades", opina Ibarra, que celebra que el Gobierno contemplara esta opción cuando el pasado octubre anunció una partida de 40 millones de euros para afrontar este problema.

España ha recibido de la ONU serias recomendaciones para la mejora en el trato de los menores no acompañados. / save the children

Verlos como un problema

Pero, ¿por qué solo son noticia cuando se les ve durmiendo en las comisarías? "Tiene que ver con que no se les ve como futuros ciudadanos que pueden aportar algo a la sociedad sino como personas que requieren servicios", explican Caterina Pons y Núria Juaneda, responsables del programa de jóvenes de la Fundación Bayt al-Thaqafa, entidad barcelonesa que acompaña a las personas inmigrantes y solicitantes de protección internacional. Tampoco ayuda que los políticos "solo hablen de ellos como un problema, no como niños que precisan atención", dice Ibarra. Al final, los niños sin rostro tampoco tienen voz.

"Yo le diría al presidente que tiene que proteger a los chicos, ayudarlos con los papeles, el trabajo... Estamos aquí para ganarnos la vida", dice Vahid. Pero ese relato, aunque se repite mucho, no siempre se ajusta a la realidad. Según Macpherson, l a mayoría cuenta que ha venido para ayudar a sus familias cuando a veces están huyendo de una situación de miseria o abuso, o de ambas cosas. Y sus sueños son básicos porque sus necesidades son perentorias: "Lo que quieren la mayoría es trabajar de lo que sea, o trapichear, y nada más llegar, reciben el primer bofetón de realidad".

En manos de las mafias

Por eso no siempre es fácil ayudarlos, porque requiere mucho tiempo y ellos, además, suelen mostrarse reacios. "Reaccionan mal cuando les haces ver que la idea que tienen de su viaje y de su proyecto de vida es completamente irreal". Y la tensión sobre sus hombros no viene solo de una acogida que no quieren, sino también de parte de sus familias. "Cuando hay relación y llaman a casa, no les entienden. Es más, les empujan para que sigan adelante con el plan inicialmente. Y no lo hacen con mala intención, es una cuestión cultural, pero es algo que tampoco ayuda".

Por eso es básica la tarea del tutor, un profesional que según la Agencia de los Derechos Fundamentales europea debe comprender la cultura del niño; tener conocimientos en materia de bienestar y protección de menores y psicología infantil; dominar el marco jurídico y algo fundamental: tener presentes las diferencias de género.

Muchos celebran su mayoría de edad con una maleta en el centro de acogida. A partir de ese momento, están solos.

Si esta última pericia es importante es porque cuando se habla de MENA también se habla de mafias de trata de personas. Según los datos del Ministerio del Interior, el 10,4% de las víctimas identificadas en 2016 eran menores a las que las mafias habían empleado para actividades delictivas (45%), prostitución (30%) o matrimonios forzosos (20%). Y todas eran niñas.

"Pasar hambre se puede aguantar, pero estar en la calle... Pues es un poco duro", dice por su parte Hatem, sobre el día que cumplió 18 años. "Muchos celebran su mayoría de edad con una maleta en la puerta del centro de acogida", agrega con dolor Ibarra sobre el modo en que las instituciones se desentienden de los MENA. Adolescentes sin dominio del idioma, sin familia, sin dinero y sin posibilidad de ganarlo porque tienen permiso de residencia, pero no de trabajo. A partir de ese momento están solos.

Deambulando por las calles

Por eso no es difícil verlos por las calles sin nada que hacer: ninguna entidad oculta que 12.000 es la última cifra oficial de MENA que hay en España, pero nadie sabe cuál es el número exacto que vive en las calles. En Cataluña, por ejemplo, existen programas de emancipación que ayudan a los chavales en su paso a la mayoría de edad y las responsabilidades adultas. "Pero los hace la administración, las plazas son muy limitadas y van vinculadas al buen proceso que haga la persona. Además, las plazas disponibles no han aumentado en relación a las llegadas de jóvenes", dicen desde la Fundación Bayt al-Thaqafa.

En ese sentido, Ibarra explica que la crisis económica arrasó en muchas comunidades con la mayoría de esos programas y no han vuelto a activarse. "La caridad tapa las peores carencias. No quiero decir que no haya que ser solidario, pero los sacrificios personales de tutores, entidades y gente anónima impiden que se vea la dimensión del problema", sostiene. En Bayt al-Thaqafa lo confirman: no son pocas las veces que han recurrido a medios propios "para suplir el vacío de recursos públicos que hay para los mayores de 18".

Opciones reales

Según la Comisión Europea, los españoles se independizan, de media, a los 29 años. ¿No es mucho pedirles a estos chicos que consigan, a los 18, lo que no han logrado los que han vivido en mejores condiciones hasta los 29? Para las responsables de Bayt al-Thaqafa, el problema no es de aptitudes, sino de opciones. "Son niños y jóvenes que emprenden largos y complejos procesos migratorios, y, por tanto, tienen una capacidad autónoma muy grande. Si existiera la igualdad de oportunidades, seguramente podrían conseguir todo lo que se han propuesto", asegura Caterina Pons.

Ibarra, por su parte, pide a los políticos que, si no son capaces de ver el problema como un asunto moral, lo contemplen, al menos, como una cuestión económica: "España invierte en el alojamiento y la educación de unos chicos a los que no puede condenar al fracaso absoluto" asegura.

Kilómetro emocional

Macpherson, por otro lado, reconoce que es un trabajo muy duro ayudarlos a salir adelante, pero prefiere quedarse con las historias de superación: "Cuando me encuentro por ahí a alguno al que ayudamos y me da las gracias... La verdad, eso compensa todas las frustraciones".

En esas historias insisten todos los actores que trabajan con los MENA. "La sociedad española es sensible, pero hay mucha desinformación y las noticias no ayudan, pues casi siempre hablan de ellos como criminales en potencia o chavales conflictivos", reconoce Ibarra, que cree que otro de los motivos por los que importan tan poco es que no votan. Eso explicaría el desinterés de los políticos. Y quizás tenga también algo que ver eso que en periodismo se llama " kilómetro emocional", lo que explica que a un espectador le interesen más las cosas que ocurren en su país que las que suceden lejos. La paradoja es que con estos niños compartimos el suelo, pero ni los vemos ni los escuchamos.

¿Un continente de niños perdidos?

Proceden de Afganistán, Siria o el África subsahariana. Muchas veces, España o Italia son solo lugares de paso y ponen rumbo a Alemania, Reino Unido o Francia. Conocemos sus primeros pasos, casi siempre en Ceuta o Melilla, pero poco sobre su destino final.

En 2017, casi 32.000 menores no acompañados pidieron asilo en Europa. Una tercera parte de ellos en Italia y una cifra similar (unos 9.000) en Alemania. La llegada alcanzó su clímax en 2015, en lo peor de la guerra de Siria, cuando 90.000 niños y niñas llamaron a las puertas del viejo continente.

Aunque existe una normativa común, el trato que reciben en cada país es muy diferente. Reino Unido reaccionó hace tres años para acoger a más de 3.000 niños que huían de la guerra y la pobreza y deambulaban por Europa. Sin embargo, tras el cambio de Gobierno -con Theresa May al frente- se redujo el acogimiento a una décima parte, por lo que la primer ministra fue duramente criticada.

Mientras que en Francia, Alemania o Italia se suele internar a estos menores en centros donde hay otros del propio país, que se encuentran en situación de riesgo o desamparo, en Reino Unido se les acoge en centros especializados o generales, dependiendo de la fase de acogida o del perfil del menor.

En cualquier caso, Alemania y Reino Unido destacan por dar una respuesta individualizada a estos menores, evaluarlos y ofrecerles prestaciones sociales después de que hayan cumplido los 18 años.

En 2017, los servicios sociales del Estado alemán atendieron a 61.893 inmigrantes menores no acompañados; entre ellos, a 16.664 jóvenes que ya habían alcanzado la mayoría de edad. A este fin dedicaron 4.000 millones de euros: 175 euros al día, lo que supone 5.250 euros por persona al mes, y que incluye la custodia del menor, así como ayudas a la educación. El propio ejecutivo germano ha lanzado un dato alarmante: desconocen el paradero de 900 menores. Un problema que no es solo alemán: según la Europol, 10.000 niños refugiados y migrantes no acompañados han desaparecido en los últimos años dentro de las fronteras europeas sin dejar rastro. En Italia, que es la gran vía de entrada, se pierde la pista de 28 niños migrantes al día, según Oxfam. ¿La razón? Desgraciadamente, los menores acaban confiando más en los traficantes que en el sistema de acogida y las instituciones oficiales. A. Ávila.

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