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El botín del vampiro creativo, por Caitlin Moran

"En serio, flipo con ese retorcido argumentario según el cual queda establecido que el arte masculino necesita del dolor femenino para florecer. Si esto fuera cierto, ¿no sería como reconocer que, en última instancia, los hombres son mucho menos creativos?"

El músico Ryan Adams mantenía relación con menores. / getty

Caitlin Moran
CAITLIN MORAN

En los albores del #MeToo, nadie sabía exactamente lo que empezaba a cocinarse. Era simplemente una oleada de indignación colectiva con un hashtag y una forma de meter todos los trapos sucios en la misma cesta. Estoy segura de que, al principio, muchos creyeron que el movimiento se acabaría en semanas. "Señalemos a los delincuentes clave -sobre todo a aquellos de los que la industria ya "sabía"-, entreguémoslos al sistema judicial y, ¡ala!, el mundo será más seguro y justo para las mujeres".

Pero dos años después, el #MeToo se ha convertido en algo que no tiene que ver solo con el asalto físico y la violación, sino que se ha extendido -lo necesitábamos desesperadamente- a todas las áreas de la industria que antes no habían sido examinadas. Todas aquellas cuyas puertas estaban custodiadas por hombres poderosos y "creativos" que exigían un coste emocional y sexual a mujeres más jóvenes y menos poderosas.

Es lo que ha pasado, por ejemplo, con Ryan Adams, un cantante y compositor estadounidense de country alternativo. Hace poco, The New York Times publicó un artículo demoledor donde se le retrataba como un hombre que había buscado repetidamente a mujeres más jóvenes y creativas, a las que había manipulado emocional y sexualmente con la promesa de ayudarlas en sus carreras. Se dice, además, que Adams habría sostenido a menudo conversaciones desnudo por Skype e intercambiado mensajes sexuales con una joven cuando ella tenía entre 14 y 16 años. El compositor, por su parte, ha publicado una disculpa en Twitter dirigida "a cualquier persona a la que haya lastimado, aunque sea sin querer". Y sus abogados, claro, refutan todas las acusaciones.

Las pocas personas que han defendido a Ryan Adams son hombres que explican su comportamiento como parte del "proceso creativo". "Me inclino a pensar que no se puede hacer arte sin ser un ser humano defectuoso -publicó hace poco el crítico musical del periódico The Daily Telegraph-. ¿Realmente esperamos que nuestros artistas sean modelos a seguir? Si lo hacemos, no solo nos llevaremos muchas decepciones sino que pronto nos veremos rodeados de un montón de arte mediocre".

Esa es una actitud que conozco muy bien. Cuando hacía crítica musical, entre los 16 y los 23 años -y era probablemente la única joven en una industria de hombres mayores-, se daba por entendido que los hombres creativos a menudo tenían "problemas", eran "oscuros" o "estaban rotos", y que si te encantaba la música o la escritura, era algo que tenías que aceptar. Bueno, en realidad era algo que tenías que aceptar si eras mujer. A los hombres, por supuesto, eso no les afectaba. Ellos no tenían que pasar por situaciones como estar solos en una habitación con una persona mayor y más fuerte, que te gritaba, rompía muebles o te repetía en voz baja: "Tú me estás obligando a hacer esto. Voy a destruirte".

El mismo crítico del Telegraph señaló alegremente que en sus encuentros con Ryan Adams lo había encontrado "muy inteligente y articulado, con ideas profundas sobre la creatividad... obsesivo con la música y la cultura pop", al parecer creyendo que esto era suficiente para exculparle de cualquiera de las acusaciones en su contra. Pero, en realidad, al decir eso hizo más evidente el verdadero problema. Porque Adams podía mostrarse así con los hombres a los que respetaba. Porque con ellos sí que sabe cómo comportarse. Así que nunca le ha gritado en la cara a otros hombres, ni les ha dicho que se quitaran la ropa o que su trabajo no valía una mierda. Y, sin embargo, con las mujeres se ha permitido muchas veces suspender esos estándares de educación. Y ese es el punto que señalan las millones de voces con el #MeToo repetidamente, una declaración dirigida directamente a los hombres normales y simpáticos: "¿Sabes, todos esos tíos que te molan tanto y que son super guays y amables y encantadores? Ya, pues con nosotras no son así".

Pues resulta que ahora, finalmente, podemos expresar una idea innovadora: en realidad, nos da igual que hagan música mediocre... ¿Que algún hombre "angustiado" con una guitarra no alcanza nunca su pleno potencial creativo porque no ha tenido la oportunidad de acosar a menores? Nos da igual. Podemos conformarnos con los, literalmente, millones de artistas cuya creatividad no requiere de una actividad criminal para respaldarla. En serio, flipo con ese retorcido argumentario según el cual queda establecido que el arte masculino necesita del dolor femenino para florecer. Si esto fuera cierto, ¿no sería como reconocer que, en última instancia, los hombres son mucho menos creativos? Porque si necesitas consumir la energía y la vida de las mujeres para hacer arte, ¿cuál es, entonces, la fuente de toda tu inventiva? No serías tú... ¿no? Tú serías solo un ladrón jactándose de "su" botín. Un vampiro. Un vampiro que ahora va a tener que enfrentarse a la luz del día.

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