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"Doris Salcedo, la escultora de la paz", por Cristina Morato

"A través del arte, Doris ha conseguido que las víctimas a quien nadie escuchó hayan dejado su huella en un monumento contra el olvido".

La artista Doris Salcedo. / Isabel Permuy

Cristina Morató
CRISTINA MORATÓ

Doris Salcedo es la artista más influyente y comprometida de América Latina. Conocí su obra cuando expuso en Madrid su proyecto Palimpsesto, un homenaje a quienes pierden la vida en las aguas del Estrecho intentando llegar a Europa. Doris transformó el interior del Palacio de Cristal del Retiro en un sobrecogedor memorial. De los nombres de cientos de víctimas esculpidos en el suelo emergía durante un instante agua y después se diluía. Era su manera de recordar a los muertos que nadie lloró y una invitación a sumarse al duelo. No era la primera vez que esta escultora colombiana impactaba con sus instalaciones. Hace unos años abrió una enorme grieta en el suelo del Tate Modern de Londres. Quería que el público se asomara al abismo del racismo, las fronteras y la desigualdad. Una grieta que separaba los dos mundos y que hoy sigue allí.

Su última obra se llama Fragmentos y ha sido para ella la más difícil. Tras los acuerdos de paz, el Gobierno de Colombia le encargó un monumento con las armas entregadas por la guerrilla de las FARC. Como mujer y feminista, tuvo claro que no iba a construir un obelisco y eligió levantar un espacio que fuera un alegato por la paz y la memoria. Buscó a conciencia el escenario: un edificio derruido muy cerca del palacio presidencial en Bogotá. Después invitó a participar en su proyecto a mujeres víctimas de violencia sexual por parte de los grupos paramilitares y la guerrilla. Las animó a martillear unas planchas de metal que luego cubrirían el suelo de lo que hoy es Fragmentos, un lugar para pensar y recordar los horrores del conflicto armado que ha azotado su país durante siete décadas. Un espacio diáfano con paredes de cristal, vacío y silencioso donde destaca el color negro y la superficie rugosa del suelo, realizado con 9.000 armas depuestas por la guerrilla.

Durante varios días, mujeres jóvenes y mayores vivieron una catarsis. Mientras golpeaban el metal con su martillo, liberaban su rabia y dolor. Fue una tarea extenuante y con una enorme carga emocional. Salcedo le pidió a Mayte Carrasco, corresponsal de guerra curtida en mil batallas, que filmara este proceso liberador y diera voz a las olvidadas de la guerra. El resultado es un documental que emociona e invita a la reflexión. En Fragmentos, 20 mujeres comparten sus terribles experiencias con el deseo de que nunca más se repitan. Hablan a la cámara sobre lo que ha significado para ellas la destrucción de las armas, de la importancia del perdón y del valor terapéutico que ha supuesto colaborar en esta iniciativa.

En el festival de Málaga se ha estrenado este documental donde las víctimas nos dan una lección de coraje, dignidad y compromiso en la construcción de una paz duradera. Dice una de ellas: "Si se pueden fundir las armas, también se puede fundir el odio de este país". A través del arte, Doris ha conseguido que las víctimas a quien nadie escuchó hayan dejado su huella en un monumento contra el olvido.

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