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Ellas van a salvar las dehesas

En días en los que se clama por el rescate de la “España vaciada”, víctima de la despoblación, estas cinco mujeres reivindican la vida (y el trabajo) en este ecosistema singular.

Ofelia de nieto y javier zurita

OFELIA DE NIETO Y JAVIER ZURITA

Entre campos de encinas, piaras de cerdos ibéricos y rebaños de ovejas merinas, encontramos a una nueva generación que está regresando, cargada de conocimientos, a la tierra que vio nacer a sus padres. Y está dispuesta a salvarla de sus múltiples amenazas. Entre ellas, la despoblación, un flagelo que apenas hace dos semanas convocaba en Madrid a decenas de miles de personas que exigían medidas urgentes para salvar a lo que ellos llaman “la España vaciada”.

Es en ese contexto que, apoyándose por las nuevas técnicas de agricultura regenerativa, dicha generación está creando un oasis donde hasta ahora solo había anunciada una muerte lenta para la dehesa. Entrevistamos a cinco mujeres que luchan para reconstruir este paraíso de la biodiversidad que está amenazado por el pastoreo descontrolado, la falta de regeneración y sí... también la despoblación.

Las dehesas son ecosistemas únicos del sur de Europa, espacios naturales de alto valor ecológico adaptados por el ser humano, un  legado cultural y medioambiental fruto del trabajo cuidadoso de muchas generaciones. Tan solo en España, la dehesa abarca 3.550.000 hectáreas de territorio concentrado fundamentalmente en el suroeste de la península. Más de un tercio del territorio se sitúa en Extremadura, donde se convierte en símbolo y expresión de su paisaje, su seña de identidad. La dehesa también abarca otros territorios significativos, como el Valle de los Pedroches en Andalucía, y llega a extenderse en menor medida a otras comunidades de Castilla León o la Comunidad de Madrid, con apenas 100.000 hectáreas.

Sus campos son fruto de un difícil equilibrio entre la actividad ganadera y el cuidado ambiental. La supervivencia de sus encinas y alcornoques son claves para conservar la ganadería, pero también especies en vías de extinción, como el águila imperial, el lince ibérico y la oveja merina negra. Las dehesas, además, actúan como cortafuegos naturales y como reguladores del clima, pero este singular paisaje, único en su especie, está amenazado. La falta de regeneración natural, la intensificación ganadera y el decaimiento del arbolado por una creciente epidemia denominada “la seca”, están provocando la muerte masiva de los árboles desde los años 90. “La seca” está causada por distintos factores, entre ellos un patógeno llamado fitóftora, que entra por las raíces, las pudre y acaba matando el árbol. De hecho, solo en Extremadura hay más de 75.000 hectáreas afectadas y unos 5.000 focos.

ANA TREJO Y ALMUDENA SÁNCHEZ

Ana (37 años) y Almudena (35 años) forman parte del proyecto cooperativo Laneras. Viven en Hervás (Cáceres) y estudiaron Imagen y Trabajo Social, respectivamente. / Ofelia de nieto y javier zurita

Un enjambre de niños ríen alrededor de Ana y Almudena, “las laneras”. Los pequeños cogen los hilos que hay sobre las mesas, hacen bolitas de lana y las pegan una a una en un papel para construir una oveja merina. Al fondo del local hay una pizarra con unos simpáticos dibujos y aparece escrita una pregunta: “¿De dónde viene una manta?” y unas flechas que te llevan a la respuesta: “De la dehesa a tu cama”. Es uno de los talleres sociales que “las laneras” están impartiendo en el Casar de Cáceres para acercar el mundo de la lana a los más jóvenes. A Almudena Sánchez, natural de Cáceres, la enseñó a tejer su madre.

Un día me pregunté: '¿Qué hago tejiendo con acrílico si vivo rodeada de ovejas merinas?'"

almudena sánchez

En su casa, la lana siempre estaba presente, pero con el tiempo empezó a ser cada vez más difícil encontrar ovillos. “Un día me pregunté: “¿Qué hago yo tejiendo con acrílico si vivo rodeadas de ovejas merinas?”. A partir de ese momento comenzaron a cambiar las cosas en su cabeza y en su corazón. Había estudiado Trabajo Social en Salamanca y vivido en Granada, Francia y Madrid, pero a los 24 años decidió volver a su tierra. Junto a su amiga Ana Trejo, del pueblo de Montijo, en Badajoz, decidieron hacer algo para que no se perdiera la tradición de la lana en la dehesa. Y lo que empezó siendo casi una reivindicación se ha convertido en su vida.

En 2015 desarrollaron el proyecto Laneras. “La idea es que se convierta en un catalizador para crear empleo local”, comenta Ana. Almudena señala que no se trata solo de revalorizar la materia prima, sino de ayudar a fomentar también la ganadería extensiva y, con ello, la oveja merina negra, originaria de estas tierras y que actualmente se encuentra en peligro extinción. Ambas se quejan de la falta de ayudas por parte de la Administración, “ni siquiera existen lavaderos para la lana en Extremadura y tenemos que llevarla hasta Portugal”.

MARÍA DOLORES CARBONERO

41 años. Es de Pozo Blanco, Córdoba. Doctora en Ingeniería Agrónoma e investigadora por la Universidad de Córdoba. / Ofelia de nieto y javier zurita

A las siete y media de la mañana María Dolores está en Pozo Blanco, en pleno valle de los Pedroches (Córdoba), armada con un azadón, unos plantones de encina y un buen rollo de alambre. Hoy ha venido con su padre a ayudarle a replantar árboles en la finca familiar. “Mi padre es maestro, hijo de ganaderos, pero lleva 20 años cuidando de estas encinas. Me ha enseñado todo sobre ellas, él ha sido el primer regenerador de estas tierras”, afirma Dolores, que se hizo ingeniera agrónoma e investigadora por “amor a la tierra”.

Sino cuidamos este ecosistema, nuestra identidad morirá con él".

Al terminar su doctorado en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes de Córdoba podría haberse ido a trabajar a cualquier lugar de España, pero decidió que todo su trabajo tenía que servir para ayudar a una tierra que, en su opinión, “está sufriendo una muerte lenta por la falta de regeneración”. Su primer trabajo “serio”, como dice ella, fue con la universidad, evaluando la sostenibilidad ambiental de las explotaciones ganaderas de la dehesa. “Este es un ecosistema único en el mundo –defiende Dolores–, pero si no lo cuidamos, morirá, y nuestra identidad lo hará con él”. La ingeniera ha invertido su vida en investigar las causas de este deterioro y ahora, con la ONG World Wide Foundation y la Universidad de Córdoba, ha desarrollado un plan de regeneración: “Los árboles no son eternos, tienen su edad y su evolución, se mueren y hay que intentar sustituirlos”. Para asegurar la eficacia de este proyecto han creado las llamadas fincas demostrativas, como la de su primo, Rafael Muñoz “donde explicamos de primera mano a los ganaderos cómo llevar a cabo este proceso de poner pies nuevos a la tierra: les enseñamos a plantar nuevas encinas y cómo protegerlas para que el ganado no se las coma”.

Maria Dolores sabe que esta es una tierra con muchas posibilidades, “tenemos ya creada una marca de identidad ligada a nuestro cerdo ibérico y a este maravilloso paisaje. Tenemos una cultura y unos valores naturales importantísimos, pero solo podremos tener un futuro si entre todos aprendemos a cuidarlo”.

ROCÍO CORTÉS BERMEJO

28 años. Pastrora titulada por la Escuela de Pastores de El Casar de Cáceres. / Ofelia de nieto y javier zurita

Yo menos quen adie, me veía en el campo, pero acabé estudiando para pastora".

“Cuando entré en la escuela de pastores, mis amigas se reían de mí: “¿Estudias para pastora?”, decían. Pero ahora que tengo un proyecto en marcha para poner en marcha mi propia explotación ganadera en cotitularidad, ya no se lo toman tan a broma”. Rocío nació en el Casar de Cáceres, en una tierra donde sus abuelos también se habían dedicado a la ganadería. Sin embargo, dice que empezó en esto “por amor”, no por genética: “Mi marido tiene una explotación ganadera y, ya de novios, le echaba una mano ordeñando o subiendo los chotos a un camión, pero nadie, ni siquiera yo, me veía en el campo”.

Pero pronto descubrió que se le daba muy bien. “Es que nada tiene que ver ser hombre o mujer, somos igual de válidas que ellos”. Un día le hablaron de la Escuela de Pastores, creada en 2016 y hasta el momento la única que existe en Extremadura. Así que Rocío “se lió la manta a la cabeza” y se zambulló de lleno en los estudios hasta sacarse la titulación. “Me ayudaron mucho en la escuela porque tengo un hijo de cuatro años y me lo facilitaron todo para poder estudiar”, señala la pastora. Ahora, quiere dar un paso adelante y comprar 40 vacas más para unirlas a la explotación de su marido y así dirigirla con él en cotitularidad. “Las mujeres ganaderas llevan toda la vida en el campo pero están invisibilizadas, trabajan igual que los hombres pero no están dadas de alta y, por tanto, carecen derechos. Ya es hora de que reivindiquemos nuestro papel, desde aquí las animo a hacerlo”, dice enfáticamente.

En cuanto consiga la co-titularidad de la explotación, se convertirá en una de las únicas 10 mujeres de la dehesa extremeña que son copropietarias. Rocío señala que hay mucha gente joven luchando por cambiar las cosas en la dehesa: “Muchas personas están lanzando proyectos sostenibles que ayudarían a dar un futuro a una tierra amenazada por la despoblación, pero las administraciones también tienen que hacer su parte”, añade. Rocío cree que es necesario crear un Banco de Tierras: “Sería perfecto poder unir a la gente mayor, que no puede cuidar sus campos, con la gente joven que no tiene terreno para empezar”, apunta.

MARÍA CATALÁN BALMASEDA

30 años. Bióloga. Nació en Madrid pero toda su familia es de Cabeza del Buey (Badajoz). / Ofelia de nieto y javier zurita

María siempre había sentido la llamada de su tierra, pero fue al tener un hijo cuando decidió dejar la ciudad y criarlo en un ambiente rural. Regresar a la tierra de sus padres y ayudarla a rehacerse, siempre había estado entre sus planes. De hecho, estudió Biología y está especializada en la restauración de ecosistemas y en el manejo holístico, un sistema de pastoreo agroecológico, que tiene en cuenta la gestión del territorio, la recuperación de suelos y la lucha contra la desertización. Actualmente, María trabaja con la cooperativa ACTYVA y la Universidad de Extremadura, dentro de un proyecto para medir el efecto del redileo de la dehesa.

Siempre ha sido un mundo masculino: nosotras aportamos una visión integradora".

La Cooperativa ACTYVA es una iniciativa que surge entre los jóvenes emprendedores de Extremadura. Utilizando las redes, han conseguido traer a las dehesas extremeñas técnicas de pastoreo que se practican en Australia para ayudar a regenerarlas. De hecho, con el proyecto llamado aleJAB, son el nodo en la Península Ibérica del Instituto Savory de Australia, y como tal, forman parte de un laboratorio de ideas global. Otros proyectos de la cooperativa se centran en la lana merina autóctona, la bio-arquitectura y los productos locales artesanos.

La principal función de María Catalán es dar apoyo técnico e investigación sobre buenas prácticas ganaderas. “Hay que integrar las nuevas ideas regenerativas dentro de las prácticas tradicionales –sostiene–. Por ejemplo, hacer un pastoreo planificado para concentrar a los animales en la zona pobre del suelo y que se llene de abono natural”.

Paradójicamente, esta es la parte más complicada, porque todavía hay tradiciones muy arraigadas, como el uso de fertilizantes químicos. Por eso son importantes las fincas demostrativas. “Las fincas familiares pueden ser reticentes –dice María–, pero cuando ven que funciona, empiezan a creer que la ganadería, además de ser rentable, puede sostener el ecosistema”. María también es profesora en la Escuela de Pastores, donde cada vez hay más mujeres. En 2016 solo había una y este año son el 50%. “Este siempre ha sido un mundo muy masculino, pero nosotras aportamos otra visión, mucho más integradora”.

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