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La rebelión de las princesas Disney

Superados los príncipes azules y los viejos estereotipos, ya no necesitan que nadie las rescate, porque ahora las heroínas son ellas. Antes de que Frozen 2 llegue a los cines, sentamos en el diván a estos referentes infantiles... y hacemos terapia.

Mérida, la princesa pelirroja de Brave. / d.r.

IXONE DÍAZ

Las olas rompen con fuerza en la orilla mientras una tormenta descarga sus primeros rayos sobre la playa. Con el gesto sombrío, pero decidido, se desprende de su capa, se arregla la coleta y se dispone a caminar sobre un mar violento. De esa guisa, convertida en audaz heroína, nos reencontramos con Elsa, la gélida reina de Frozen. Así arranca el tráiler de la esperadísima secuela, que llegará a los cines el 29 de noviembre tras convertirse en un fenómeno social en 2013. No hay animales parlantes ni tramas románticas, sino épica pura y dura, y la promesa de un gran aventura. Dos minutos que condensan una verdad incontestable: las princesas Disney ya no son lo que eran. Elsa y su hermana Anna son las alumnas aventajadas de una nueva generación que está reescribiendo las reglas del género. A años luz de las damiselas sumisas e inseguras, las nuevas protagonistas de la factoría son las heroínas de sus propias historias. Y ya iba siendo hora.

Pasivas y sumisas

No ha sido una revolución rápida ni indolora. Las princesas clásicas, como Blancanieves, Aurora o Cenicienta, vivían de su belleza sobrenatural, del amor a primera vista (a menudo sin mediar palabra) y de ser el reverso bondadoso de sus archienemigas: mujeres más viejas y feas que ellas, personificadas en malvadas brujas o terribles madrastras. Eran tan ingenuas, pasivas y sumisas que podían pasarse toda la película durmiendo o limpiando casas ajenas mientras esperaban a que el príncipe azul de turno las rescatara de la miseria.

Sienten que no encajan con lo que se espera de ellas", dice la psicóloga Eva Campos.

Más aventureras, rebeldes y modernas, la segunda generación de princesas volvía a caer en más tópicos trasnochados y narrativas problemáticas: Ariel renunció a todo (incluido su cuerpo) por un hombre al que no conocía y aunque Bella dio calabazas al macho alfa de su pueblo y aspiraba a una vida más intelectual, terminó encerrada en un castillo y enamorada de su captor.

Desde entonces, cada nueva princesa venía con una pequeña transgresión de serie: Jasmín se rebeló contra el matrimonio concertado, Mulan se hizo pasar por un hombre para entrar en el ejército y Pocahontas renunció al amor de su vida para gobernar a su pueblo. Mérida, la princesa pelirroja de Brave, no quería casarse, sino ser una mujer libre e independiente y Tiana, la primera princesa negra de la factoría, soñaba con abrir su propio negocio, un pequeño restaurante.

El poder de la sororidad

En 2010, Rapunzel (una lectora empedernida, estudiante de astronomía y jugadora autodidacta de ajedrez que vivía encerrada en una torre) reescribió el cuento clásico rescatándose a sí misma a golpe de melena y sartenazo limpio. Y en 2013, Frozen revolucionó el género doblando la apuesta con dos hermanas, Elsa y Anna, que desafiaban el mito del príncipe azul y el amor romántico ("No puedes casarte con alguien que acabas de conocer") para cederle el protagonismo al amor fraternal y reivindicar el poder de la sororidad.

Vaiana, la ultima integrante en sumarse al club, tampoco sueña con casarse: inteligente y valiente, quiere ser exploradora y salvar a su pueblo de la castástrofe ecológica. Por eso, todo el mundo se pregunta qué estereotipo desafiará la secuela más esperada. Una teoría revolucionaria difundida por los fans -pero ni desmentida ni confirmada por la compañía- dice que Elsa podría tener una relación con otra mujer y ser la primera princesa lesbiana. La respuesta, en noviembre.

"Todas las princesas Disney necesitan terapia. Cenicienta tiene que saber que su príncipe azul es un fetichista que no ha movido un dedo por ella. Pero ni si quiera Elsa se libra: no puede ser que, para no hacer daño a los demás, no puedas ser tú misma. No tiene que ver solamente con los estereotipos del amor romántico", explica la psicóloga Eva Campos Navarro, creadora de la audioserie Jodidas princesas, en la que los personajes femeninos se tumban en el diván para psicoanalizar sus traumas. Y los hay de todos los colores.

Han dejado de girar en torno al amor para poner el foco en el empoderamiento.

"Sus traumas no son demasiado diferentes a los las mujeres normales. Bella es una mujer maltratada emocionalmente y no es consciente de ello -explica Campos-. Y Mulan representa ese feminismo mal entendido por el cual para tener los mismos derechos que un hombre tienes que convertirte en uno. Todas tienen un denominador común: sienten que no encajan en lo que esperan de ellas. Y eso es algo que las mujeres hemos sufrido históricamente. En el siglo XVIII, había que tener cintura de avispa y se rompían las costillas para entrar en un corsé. El diminuto pie de Cenicienta no deja de ser un guiño a los cánones imposibles", dice la psicóloga.

El impacto de estos estereotipos, repetidos en bucle durante décadas, no es desdeñable. En 2016, expertas en desarrollo infantil de la universidad británica de Brigham Young, establecieron que la cultura de las princesas Disney reforzaba los estereotipos de género entre niños y niñas de tres a cinco años. Y mientras esa era una influencia positiva para los chicos, hacía que las niñas fueran más vulnerables a sufrir problemas de autoestima. "Representan el primer ejemplo de exposición al ideal de la delgadez femenina. Es algo a lo que nos enfrentamos toda la vida, pero empieza a los tres o cuatro años", dice Sarah Coyne, investigadora principal del trabajo.

No es el único análisis el fenómeno. Una investigación de las lingüistas norteamericanas Carmen Fought y Karen Eisenhauer ponía de manifiesto que las tramas han dejado de girar alrededor del aspecto de sus protagonistas y del ideal de amor romántico para poner el foco en su empoderamiento e independencia. "Es cierto que han representado el estereotipo del amor romántico, pero cuidado porque parece que lo cambiamos por el amor y el hombre perfecto. Sustituímos unos estereotipos por otros y la meta es que no existan. Además, si pasamos de estereotipos muy sumisos a muy independientes, caemos en la misma trampa", alerta Eva Campos, que prepara una temporada de su audioserie con los príncipes en el diván.

El estudio norteamericano arrojaba un dato más preocupante: incluso cuando ellas son protagonistas, ellos siguen acaparando el mensaje. Y para eso, no hace falta remontarse a las princesas clásicas. El estudio demostró que en Enredados, el 76% del diálogo lo pronunciaban los hombres; en Frozen, cuyos dos personajes centrales eran mujeres, ellas solo hablaban el 41% del tiempo.

¿Una princesa latina?

Por eso, es evidente que aún queda mucho camino por recorrer. Aunque Disney, de la mano del actor, compositor y dramaturgo Lin-Manuel Miranda, podría estar preparando una película con una princesa latina, según los rumores, añadir más diversidad racial no es la única forma de revitalizar el género. Aún hay muchos clichés con fecha de caducidad. "A mí me gustaría una que se apoya en sus amigas, con la talla 40, más de 35 años y estudios superiores. Y una princesa que quiere conocer mundo, no porque se aburre, sino porque quiere formarse. Me gustaría que fuera una mujer real que enseñara a las niñas que está bien ser como eres", dice Eva Campos.

Las propias interesadas están aburridas de tanto tópico, tanto trauma y tanto maltrato. Lo demostraron en una gloriosa escena de Ralph rompe Internet en la que se quejaban en coro de ser envenenadas, secuestradas y esclavizadas, traumatizadas por familias desestructuradas y hartas de ser rescatadas por un hombre. La constatación de que Disney conoce el problema y está intentando atajarlo. Ahora, la incógnita consiste en saber qué princesa se encargará de desafiar el siguiente tabú. O si alguna de ellas terminará con todos de golpe. Próximamente, en sus pantallas

Y ahora... ¿qué hacemos con Cenicienta?

Crecieron viendo La sirenita, vistiéndose de Cenicienta y coleccionando cromos de La bella y la bestia. Ahora, son madres y se enfrentan al dilema: ¿qué películas deberían ver sus hijos? ¿Son tóxicas las princesas clásicas? En octubre, la actriz Keira Knightley confesaba en que en su casa algunos títulos clásicos están "prohibidos" por representar estereotipos femeninos trasnochados y machistas. "Cenicienta espera a que un tío rico la rescate. ¡No lo hagas! Rescátate a ti misma", dijo la actriz, madre de una niña de cuatro años. Pero la psicóloga Eva Campos aboga por lo contrario: "No tenemos que denostar las películas clásicas, sino utilizarlas como material educativo para abrir debates y despertar sus conciencias", explica. Eso sí, el ejercicio requiere que los niños tengan la edad suficiente para reflexionar sobre los roles de género que representan. "Negar la existencia de los estereotipos no les vacuna contra ellos, tienen que saber que existen y que no son positivos", asegura Campos.

21 de marzo-19 de abril

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