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Razia Sultana: "Llevamos años gritando que esto es un genocidio"

Atroces violaciones, asesinatos y limpieza étnica es lo que están sufriendo los rohinyá, la minoría musulmana de Myanmar, ante la pasividad internacional. Integrante de esta etnia, Razia Sultana nos abre los ojos.

Exiliadas rohinyás de fe musulmana cruzan a pie la frontera entre Myanmar y Bangladesh. Huyen de la limpieza étinica y las violaciones perpetradas por el ejército birmano. / getty

CARLA FIBLA

No creo que exista una limpieza étnica en Myanmar, es una expresión muy fuerte para lo que está pasando”, declaró Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz en 1991 y la actual Consejera de Estado (y gobernante de facto) de la antigua Birmania, cuando un periodista de la BBC le preguntó por el destino de los rohinyá en 2017. Solo cuatro meses después de estas declaraciones negacionistas, se llevaba a cabo una brutal “operación de limpieza” en el norte del estado de Rajine, provocando el éxodo de 700.000 personas a la vecina Bangladesh. La represión fue atroz. ¿Por qué la noticia apenas ha ocupado tiempo y espacio en los medios? ¿A quién le importa?

En agosto de 2018, la comisión de investigación de la ONU concluyó que las operaciones del Ejército birmano estaban orientadas por una “intención genocida” contra los rohinyá, la minoría musulmana del país, y confirmó la exacerbación del discurso de odio a través de las redes sociales. Por su parte, Amnistía Internacional denunciaba que en Rajine se habían cometido crímenes de lesa humanidad: asesinato, tortura, traslado forzoso, violación y otros actos inhumanos, como hacer padecer hambre a la población.

El modus operandi es siempre el mismo: violar a las mujeres para destruir a un pueblo.

Razia Sultana, de origen rohinyá, ha trabajado en los campos de refugiados de Bangladesh documentando las historias de mujeres y niñas desplazadas. Es abogada, investigadora y educadora especializada en trauma y recientemente estuvo en la Casa Encendida de Madrid para dar una conferencia acerca del genocidio de su pueblo, dentro de un ciclo titulado Mujeres contra la impunidad. Sultana logró acceder a los campamentos de refugiados al ofrecerse como intérprete y poniendo en valor su formación académica. “Cuando hice las primeras entrevistas, entré en un estado de conmoción absoluto por lo que me estaban contando las mujeres. A veces quería salir corriendo para dejar de escuchar sus historias. Era insoportable”.

Su estudio, Testigos del horror. Las mujeres rohinyá hablan sobre las violaciones del Ejército de Myanmar y otras atrocidades en Maungdaw, incluye los testimonios de 21 mujeres de nueve aldeas diferentes, que el 9 de octubre de 2016 sufrieron las “operaciones de limpieza” de los militares, ayudados por la policía de frontera y las fuerzas locales paramilitares. Once de ellas perdieron a sus hijos durante los ataques. A una le arrancaron a su niño de un año de los brazos y lo lanzaron a la casa en llamas. Otra vio cómo su hijo de siete años era deliberadamente estampado contra la pared. Y otra encontró el cuerpo de su bebé muerto en el suelo con la garganta cortada. Al menos 70 mujeres y niñas fueron violadas en ese ataque.

Razia Sultana (Rajine, 1973), abogada y educadora, es investigadora sénior de Kalandan Press, fundadora de Rohingya Women Welfare. / juan millás

¿Licencia para volar?

Y esto es apenas una muestra de las atrocidades cometidas contra la etnia rohinyá, una minoría musulmana birmana que lleva décadas sufriendo discriminación sistemática en un país compuesto por una mayoría budista. En total son 1,2 millones de personas que no figuran en la lista de 135 minorías reconocidas oficialmente en Myanmar. Unos 700.000 han escapado a Bangladesh y, del medio millón que sigue en el estado de Rajine, unas 120.000 personas están internadas en campos de detención y el resto permanece en sus pueblos. Pero aunque estén allí, legalmente no existen: son apátridas desde que en 1992 el Estado les arrebató por ley la ciudadanía, negándoles el derecho a la sanidad, a la educación, a la libertad religiosa y a la libre circulación. A partir de ese momento, se les considera inmigrantes en su propio país.

La desmesurada violencia recogida por Razia Sultana fue la reacción inmediata a varios ataques de presuntos militantes del ARSA (Ejército de Salvación Ronhinyá de Arakan) a puestos de la policía en el municipio de Maungdaw. Todos los testimonios coinciden en el modus operandi del ejército durante sus represalias: un gran grupo de soldados, acompañados por fuerzas paramilitares locales, rodean y entran en la aldea saqueando, obligando a salir de sus casas a la gente, destruyendo y quemándolo todo. Los hombres son separados de las mujeres y a veces masacrados en el momento; y las mujeres, sometidas a abusos sexuales.

Al parecer, la policía y el ejército han cerrado la región al paso de toda ayuda humanitaria, de la que dependen miles de personas, y saqueado y quemado viviendas en varias aldeas.

Razia Sultana se queja de la pasividad internacional: “La ONU no hace nada. ¿Por qué no envían fuerzas de paz, como hacen en otras partes del mundo, en vez de hacer tantas investigaciones? ¿Qué pasa con el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Por qué no actúa? Con su inacción están promoviendo el genocidio del Gobierno”, clama esta exiliada que no pierde la esperanza de que la comunidad internacional y sobre todo la sociedad civil occidental, que cada vez conoce mejor la realidad del pueblo rohinyá, presionen para que se encuentre una solución.

Rusia y China hacen geopolítica usando a gente inocente, por eso no se para la persecución"

Mientras tanto, asegura que no va a dejar de hacer entrevistas en los campamentos de refugiados de Bangladesh y redactar informes en los que, por desgracia, los relatos de las mujeres siempre coinciden: “Nos ordenaron que saliéramos fuera de la aldea, al campo. Solo había mujeres. Éramos unas 100, y ellos escogieron a 10 chicas guapas, algunas tenían solo 10 o 12 años. Vimos cómo violaban a las niñas. Una a una. Había unos 30 soldados y también hombres con ropa de civil. Cada niña fue violada por cinco o seis hombres en turnos. Cortaron sus ropas con un cuchillo y después lo pusieron en sus bocas para que no gritasen. También se llevaron a una anciana con el pelo blanco y le cortaron entre las piernas con un cuchillo”, relata la entrevistada número tres del informe.

¿Por qué no se detiene la persecución de los rohinyás? “Porque es un negocio –sostiene Sultana–. China, Rusia… están haciendo geopolítica usando a gente inocente. Llevamos gritando desde 2012 que es un genocidio, pero hasta 2016 y 2017 no teníamos pruebas, evidencias. Ya no pueden ocultarlo más, son culpables”.

Más que medicinas, lo que necesitan las mujeres es poder hablar de lo que han vivido"

Algunas fuentes apuntan a que el 80% de la población rohinyá ha abandonado sus hogares en los últimos tres años para convertirse en refugiados en esas “prisiones al aire libre” que son los campamentos. Allí es donde desarrolla gran parte de su trabajo. “Empecé a reunir a las mujeres, fue muy duro, pero un mes después de empezar los talleres habían cambiado completamente, se comunicaban entre ellas, compartían sus sentimientos, incluso las que lo habían perdido todo. Más que medicamentos, lo que necesitan es poder hablar de lo que han vivido. Intentamos que comprendan que la pérdida es una cuestión del pasado, y que ahora están aquí y tienen que creer en la posibilidad de un futuro”.

El informe de la ONU Violada por orden. Violencia sexual contra los rohinyá se centra en el relato de 36 personas refugiadas entre las que hay ocho supervivientes de violaciones, y contiene otros relatos de devastadora crueldad: “Vi a los militares entrar en su casa. Ella estaba llorando, pero la cogieron. Había demasiados soldados para contarlos. Torturaron a los miembros de su familia, incluido su hermano. Ella no regresó. Escuché que se la quedaron durante tres días”, explicó en el informe una chica de 15 años. “Vino un grupo y nos obligaron a entrar en la casa. Primero violaron a mi hermana soltera (de 16 años) y a mi suegra delante de nosotras. Lloraba y gritaba. Después no escuché ningún sonido. La habían matado. Luego me cogieron a mí y a mi otra hermana, que estaba embarazada. Hicieron lo que quisieron con nosotras –narra una superviviente de 20 años–. Cuando me desperté, la casa estaba en llamas y vi los cuerpos de los miembros de mi familia”.

A pesar de estas traumáticas experiencias, Sultana describe a las rohinyá como “mujeres valientes sometidas a atrocidades”. Y luego detalla que son capaces de vivir solas y enfrentarse a un nivel de violencia inhumano y a un acoso sexual que asumen como algo normal. “He visto a mujeres muy desesperadas por lo que han vivido, pero también a otras muy fuertes, especialmente las que están casadas porque se concentran en sus hijos. A las más jóvenes las estamos asesorando y hemos logrado reducir el número de suicidios –sostiene–. Violan a las mujeres de esta forma para romperlas por dentro. Algunas han sido violadas por 30 hombres sucesivamente. ¿Qué es esto? Y a niñas muy pequeñas, de seis años, las han sometido a torturas para que no puedan sobrevivir. Han atacado a su aparato reproductor para hacerlas estériles, y les han practicado amputaciones de miembros”, detalla.

Sin perder la templanza, serena y contundente, Razia Sultana se indigna por la inacción de la Corte Penal Internacional pese a la documentación aportada durante los últimos años. “Yo no creo que las cifras de exiliados sea tan elevada como dicen. Los rohinyá no quieren convertirse en refugiados. Cuando hablo con mis familiares que siguen dentro, me dicen que prefieren morir antes de salir del país. Pero, ¿durante cuánto tiempo aguantarán? Sin seguridad, cuando los militares les ataquen tendrán que huir”.

“La dama” desaparece

Suu Kyi era mi referencia. Ahora, mientras matan a su gente, actúa como agente de negocios"

¿Cómo se explica Razia Sultana que una mujer como Aung San Suu Kyi, “la dama”, consejera de Estado y ministra de Asuntos Exteriores de Myanmar desde 2016, niegue la persecución de los rohinyá? “Porque es una broker, una agente de negocios. No tiene sentimientos hacia ellos. Me sorprende porque era mi referencia en gobernanza. Pero miente cuando asegura que no entiende por qué la gente está huyendo. Ella se limita a dar la bienvenida a la comunidad internacional, a los inversores. ¿Cómo es capaz? ¿Mientras matan a tu gente te dedicas a hacer negocios? No puedo entenderlo”.

El Gobierno de Myanmar –país que hace frontera con los dos mayores mercados en crecimiento: China e India– utilizó las redes sociales, en especial Facebook, y apeló al discurso del odio para asegurar que las informaciones sobre la crisis de los rohinyá y las razones del éxodo eran falsas. La contrainformación lanzada de forma oficial involucró a todo el Ejecutivo, incluida San Suu Kyi, quién a pesar de su pasado como activista por los derechos humanos y líder de un movimiento a favor de la democracia que le costó 21 años de arresto domiciliario, siempre ha mantenido una relación de respeto con el Ejército. En Myanmar se ha intentado separar el poder de los militares del civil pero, como ha demostrado la crisis de los rohinyá, existe un frente común nacional que está por encima.

A pesar de la cruda realidad a la que se enfrenta cada vez que accede a los campamentos de refugiados, Sultana se declara una “soñadora” con una amplia sonrisa. “Si hay la más mínima oportunidad de regresar a mi país, iré con ellos. Soy profesora y quiero ayudar, porque ya hay dos generaciones de analfabetos rohinyá y estamos entrando en una tercera. La educación es la clave, por eso les dejaron sin escuela”.

Razia Sultana es una rohinyá orgullosa, consciente de que tiene que aprovechar este momento, en el que hay gente que quiere saber qué ocurre con su comunidad, para trasladar la realidad que ha documentado. Y para explicarlo con claridad, asegura que cuando el agua lo inunda todo, como ocurrió con los ataques a la minoría rohinyá en 2016 y 2017, es imposible que la gente no lo vea. “El mundo lo está viendo, y piensa que hay que hacer algo por los que están sufriendo. Está pasando y debe pararse”.

21 de marzo-19 de abril

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Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiera. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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