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Greta Fernández & Natalia de Molina hablan de su historia de amor en la ficción

Isabel Coixet las ha transformado en Elisa y Marcela, un reto interpretativo que en la vida real es también la historia de un desafío social: el de dos maestras gallegas que en 1901 contrajeron matrimonio. Natalia y Greta, cómplices delante y detrás de la pantalla, nos cuentan su viaje.

Natalia (izq.) lleva vestido de Carolina Herrera y sandalias de Paloma Barceló. Greta, vestido y top de Loewe. / chesco lópez

Ana Santos
ANA SANTOS

Entre foto y foto, Natalia de Molina (Linares, Jaén, 1990) y Greta Fernández (Barcelona, 1995) bromean con complicidad, hacen comentarios sobre el estilismo y bailan juntas al ritmo de la música que suena en el plató. Como si fueran amigas de toda la vida. Pero cuando hace poco más de un año recibieron la llamada de la directora Isabel Coixet para protagonizar la película Elisa y Marcela (en Netflix, a partir del 7 de junio) ni siquiera se conocían. Habían oído hablar la una de la otra pero, de repente, debían ponerse en la piel de las dos maestras gallegas que protagonizaron el primer matrimonio entre mujeres registrado en España, en el año 1901.

“Cuando nos vimos por primera vez, Natalia me resultó muy tímida y un punto distante. Además, yo soy bastante cariñosa y muy de tocar. Pero en cuanto empezamos a rodar... ¡Qué mujer, tiene una fuerza increíble! Me encantaría volver a trabajar con ella”, afirma Greta Fernández. Natalia también disipó las dudas enseguida. “ La película cuenta una relación amorosa entre dos chicas y yo pensaba: “¿Y si ahora no nos entendemos?”. Pero hubo una conexión que lo hizo todo muy fácil. Probablemente, Isabel Coixet ya sabía lo que hacía cuando nos escogió: tiene un ojo increíble”, explica.

Greta lleva total look de Rochas y Natalia, vestido Max Mara. / chesco lópez

“Feminista de nacimiento”

En lo que también están de acuerdo las dos es en que Elisa y Marcela, además de una historia real fascinante, es un relato con una gran carga reivindicativa que les daba la oportunidad de manifestarse contra la homofobia. “Veo la homosexualidad con tanta naturalidad que me cuesta entender que haya gente que no la contemple de la misma manera”, afirma Greta. Natalia, que se declara “ feminista de nacimiento”, siempre ha tenido debilidad por los personajes complejos que dicen algo no solo de sí mismos, sino de la sociedad en la que habitan. “La cultura tiene un compromiso con la sociedad y con la vida. Puede hacer que te evadas, pero también que tomes conciencia de las injusticias, empatices con otros o reflexiones sobre cosas que de otra manera no harías”, afirma.

Este trabajo es demasiado bonito para sufrir. Fustigarse no es lo mío".

greta fernández

Históricamente se ha invisibilizado a las mujeres, aún más a las lesbianas, y es increíble que algunas hayan tenido que hacerse pasar por hombres para poder estudiar o, sencillamente, ser libres. Incluso hay gente que lo considera una enfermedad y todavía hoy muchos niños son agredidos por ser homosexuales. Por eso hay que estar siempre alerta. Y, aunque suene pretencioso, con este tipo de películas siento que contribuyo, aunque sea mínimamente, a hacer un mundo mejor porque pueden ayudar a personas que sufren o que se sienten diferentes”, continúa.

Natalia sabe muy bien de lo que habla porque ella fue una de esas niñas que no soportaban ir al colegio cada mañana. La menor de cuatro hermanas muy unidas, y especialmente callada y sensible, sus compañeras de clase le hacían la vida imposible por no ser como las demás. “Yo intentaba jugar a lo mismo que ellas, pero no conseguía integrarme. Me gustaba cantar, bailar y dibujar y, cuando decía que quería ser actriz, se reían de mí. Son años en los que te estás formando como persona y dudas de si estarás haciendo algo mal, así que no contaba nada en casa. Pero mi madre lo descubrió por una carta que me enviaron y me cambió inmediatamente de centro. En el nuevo colegio había clases extraescolares de teatro; me apunté y descubrí otro mundo. Seguía siendo igual de tímida, pero encima del escenario Natalia se transformaba en un personaje, podía expresar mil cosas y nadie me juzgaba”, relata.

El camino recorrido por Greta no fue así de tortuoso, pero eso no quiere decir que fuera una adolescente que tuviera claro lo que quería hacer con su vida. De hecho, dice que sigue en proceso de averiguarlo. Hija única del actor Eduard Fernández y de la escritora Esmeralda Berbel, creció viendo la interpretación como algo natural. Tanto, que debutó en el cine a los 11 años en Ficción, de Cesc Gay –interpretando, cómo no, a la hija de su padre– e hizo pequeños papeles en otras películas y series de televisión. Pero era más un divertimento que una vocación. “A veces me pregunto si yo me habría dedicado a esto si mi padre no hubiera sido actor. Creo que si he desarrollado esta sensibilidad es por haber vivido cerca de él, como también me gusta escribir por influencia materna, algo que no descarto en el futuro”.

Greta lleva un vestido de Bottega Veneta. / chesco lópez

Una vida, muchos caminos

Además de su carrera en el cine, Greta también ha participado en varios videoclips, ha sido imagen de marcas de moda gracias a una belleza particular e hipnótica y muestra su talento para la fotografía en bellas imágenes que sube a su cuenta de Instagram. Estas actividades le han granjeado los calificativos de “ musa indie” y de “ artista multidisciplinar” –que ella escucha con una sonrisa escéptica– y son una prueba de que nunca se ha sentido presionada para decantarse por la actuación.

De niña, las otras se reían de mi y no me integraba. Gracias al teatro pude expresarme".

Natalia de molina

“Mi padre solo me preguntaba: “¿Te apetece?”. Pues sí, vale, bien… Hasta que un día recuerdo que le dije: “Papá, no quiero más, esto es durísimo, se sufre mucho…”. Y pensé: “Ya está, ya lo he probado y a otra cosa”, pero resulta que actuar me gusta muchísimo, y cuando trabajas en películas como La próxima piel, La enfermedad del domingo y Elisa y Marcela, las dudas desaparecen”, continúa. O como La hija de un ladrón, la ópera prima de Belén Funes que acaba de rodar como protagonista absoluta y en la que, 13 años después, vuelve a ser la hija cinematográfica de Eduard Fernández. “Estaba un poco nerviosa por cómo iba a reaccionar al cruzarme con su mirada, pero nos hemos sentido muy cómodos –dice–. Claro que me da consejos, pero lo hace con mucho cariño y me dice cosas muy bonitas. Y siempre tiene razón porque ha dedicado su vida a esto y su criterio es increíble”.

Trabajar, disfrutar

Greta se trasladó recientemente de Barcelona a Madrid y se siente “feliz madurando con los cambios”. Pero, como cualquier joven de su generación, se queja del precio de los alquileres y echa de menos a su madre. “Nos añoramos mucho y los reencuentros son muy bonitos”, afirma. También echa de menos a su novio desde hace años, Luca, un italoargentino que escribe “de maravilla” sobre música y política. “Le estoy intentando convencer de que se venga a vivir aquí…”, dice.

No deja de formarse, fantasea con aprender francés y sueña con trabajar con Nathalie Poza y Bárbara Lennie. “¡Y con rodar fuera! Me haría una ilusión loca y sé que algún día llegará”, vaticina. Entusiasta y optimista, su objetivo es no dejar nunca de disfrutar con lo que hace. “Esta profesión es demasiado bonita para sufrir. Eso de fustigarse con si valgo o no valgo, los egos, la competitividad, la imagen... No va conmigo. O al menos me lo trabajo para que no me afecte y no me hagan daño. Porque cuando haces un casting con una amiga y la escogen a ella, hay que currarse mucho el no caer en la envidia; yo lo hago todo el rato”, admite Greta con sinceridad. Mientras, la trayectoria de Natalia de Molina ha sido fulgurante. Nada más terminar los estudios de interpretación en Málaga se instaló en Madrid y no pasó mucho tiempo hasta ser la escogida por David Trueba para protagonizar Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013), un debut por todo lo alto que le granjeó el Goya a la mejor Actriz Revelación. Solo dos años después ganó otro como mejor intérprete femenina por el desgarrador personaje de Rocío en Techo y comida” (Juan Miguel del Castillo, 2015), un premio que dedicó a su madre. “Era una forma de devolverle un poco de lo que ha hecho por mí; ella sola ha sacado adelante a todas sus hijas con muchísimo esfuerzo. Estamos muy unidas; es la mujer de mi vida y mi heroína”, afirma.

Tengo dos Goyas, pero no soy la mejor en nada"

natalia de molina

Los dos “cabezones”, en estos tiempos plagados de etiquetas, también le propiciaron la de “actriz más joven en ganar dos Goyas”. ¿Estímulo o presión? “Sobre todo, un honor y un orgullo, aunque también me ha servido para darme cuenta de la excesiva importancia que se da a los premios. Yo intento relativizarlo porque estoy empezando y no soy la mejor en nada, pero, a veces, cuando los veo en casa no acabo de creérmelo. Me han ocurrido tantas cosas buenas y tan rápido que pienso que esto no me está pasando a mí; me siento un poco como la Cenicienta”, reconoce.

Porque donde la actriz andaluza se siente realmente cómoda es en los rodajes, jugando con sus personajes, poniéndose siempre al límite. “Las fotos y las alfombras rojas están bien de vez en cuando, pero la vida real no es esa. Por lo que he vivido y cómo me han educado, tengo los pies en la tierra”, reconoce. Tiene una relación de amor-odio con las redes sociales. “Generan mucha frustración porque se mira más hacia fuera que al interior y eso me da un poco de miedo”, dice. Y lo que más le gusta es estar en casa con sus amigos, su perro Hugo, su gata Mafia y su chico, el músico Jesús Amores, y no perderse ningún estreno cinematográfico. Y, ¡sorpresa!, jugar a la PlayStation. “¡Sí, me gusta mucho! Soy bastante aficionada a los juegos de rol, los que son más peliculeros…”.

Natalia lleva mono de Imperial y sandalias de Giuseppe Zanotti. / chesco lópez

Lanzarse a la piscina

Pero lo hace solo cuando se lo permite su trabajo, porque Natalia empalma un proyecto tras otro. Tiene pendiente de estreno Adiós, con Mario Casas –“un descubrimiento maravilloso”– y la comedia Operación Camarón, pero aún sueña con un reto al que está deseando enfrentarse: cantar en una película.

“Estoy esperando a que alguien me proponga un personaje que cante, ¡voy a romper! Pero, al mismo tiempo, me hace sentir muy vulnerable. Soy tremendamente insegura y obsesiva, aunque, curiosamente, me encanta hacer cosas que me saquen de mi zona de confort. Siempre estoy angustiada pensando: “Dios mío, por qué habré dicho que sí a esto”; pero si algo me da miedo, me lanzo a la piscina porque sé que me va a hacer crecer y madurar como mujer. Por suerte, voy aprendiendo a ser un poco menos crítica conmigo misma y algo más constructiva; es una cuestión de salud”.

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