Para hacer frente a su hipoteca con un poco más de holgura, en 1998 Susan Wojcicki decidió alquilar el garaje de su casa en Menlo Park, California, a dos estudiantes que acabarían creando Google. Wojcicki había estudiado Humanidades en Harvard y negocios en UCLA y se convirtió en la empleada número 16 de Google y en la gurú de la estrategia publicitaria del buscador. Además, fue la artífice de una de las decisiones estratégicas más determinantes (y lucrativas) de la historia de la compañía: la adquisición de YouTube. Ahora, la revista Forbes dice que Wojcicki es la séptima dentro de la lista de las mujeres más poderosas del mundo. El ranking incluye a todas las “sospechosas habituales”: políticas como Angela Merkel (la número uno), Theresa May (la número dos) o Christine Lagarde; filántropas como Melinda Gates; CEOs como Sheryl Sandberg y Ana Patricia Botín (la octava); reinas como Isabel II o presentadoras como Oprah Winfrey. Para determinar el rango dentro de la lista, Forbes aplica cuatro conceptos: dinero, medios, impacto y esferas de influencia.
Tu cara no me suena
Algunas son celebrities, pero llama la atención que muchas de las señaladas como poderosas comparten un perfil bajo y poco, o nada, mediático. No las reconoces, no son hipervisibles, pero eso no las hace menos influyentes, pues sus decisiones mueven el mundo y están diseñando el futuro.
En esto, el sector tecnológico es, quizá, el más paradigmático. Wojcicki y Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, no están, ni mucho menos, solas en la cumbre. Ruth Porat (número 21 en la lista) fue vicepresidenta ejecutiva de Morgan Stanley antes de fichar por Google. De ella solía decirse que era la mujer más poderosa de Wall Street. Formada en Harvard y en la London School of Economics, aterrizó en Silicon Valley en 2015 para reestructurar las finanzas de la compañía y ahora dirige Alphabet, el paraguas empresarial de la corporación. Madre de tres hijos, sobrevivió a un cáncer de mama y es una demócrata de carné, que a punto estuvo de aceptar un cargo en el gabinete de Obama y apoyó activamente a Hillary Clinton en 2016.
Ginni Rometty (número 10 de la lista) entró a trabajar en IBM en 1981 como ingeniera de sistemas. Tras desarrollar todo tipo de cargos de dirección en la compañía, aceptó convertirse en su presidenta y CEO en 2012. Desde entonces, lidera la incursión de IBM en campos tan innovadores como la computación cuántica y cognitiva.
Dos años después, otra gran (y desconocida) mujer tomaba las riendas de otro de los gigantes del sector: Safra Catz. Cuando en 2014, el fundador de Oracle, Larry Ellison, decidió abandonar la dirección de la compañía de software la escogió a ella para ocupar su puesto. Licenciada en Derecho por Harvard, Catz ha liderado la adquisición de más de 130 empresas en la última década, además de haber formado parte del equipo de transición de Donald Trump a la Casa Blanca. De hecho, desde hace unos meses es asesora del presidente en el Consejo de Inteligencia de la Casa Blanca. De origen israelí, es una de las ejecutivas mejor pagadas del mundo.
Otro de los nombres claves de la lista es Angela Ahrendts, vicepresidenta de las tiendas Apple y llegada a Silicon Valley en 2014, proveniente del mundo de la moda. Como CEO de Burberry había conseguido aumentar las ventas de la empresa británica de manera exponencial: de 2.000 a 7.000 millones. Sus extraordinarias credenciales llamaron la atención de Apple, que decidió ficharla para dirigir las casi 500 tiendas de la compañía fundada por Steve Jobs, además de sus operaciones on line. Ahrendts es la responsable del cambio de concepto de las Apple stores en todo el mundo y de su expansión a China. En febrero, la compañía anunció su marcha para dedicarse a “nuevas actividades personales y profesionales”. De momento, su siguiente paso es el secreto mejor guardado del mercado.
En la lista, también encontramos mujeres del sector financiero. Abigail Johnson, otra notable desconocida, dirige desde 2014 la firma de inversión Fidelity Investments y por eso Forbes la considera la quinta mujer más poderosa del mundo. Nieta del fundador e hija del anterior presidente, Johnson trabajó como becaria en el negocio familiar mientras estudiaba en Harvard antes de empezar a escalar en el organigrama. Es propietaria del 24,5% de las acciones de la compañía y se calcula que su fortuna personal excede los 15.000 millones de euros. Desde que tomó las riendas de la empresa, se ha subido a la ola de las criptomonedas.
Adena Friedman, en el puesto 16, también ha sabido hacerlo. Friedman, de 49 años, entró a trabajar en el NASDAQ como becaria y, desde 2016, es la primera mujer al frente del gran operador bursátil de Estados Unidos.
Durante 17 años, Emma Walmsley vivió entre París, Londres, Nueva York y Shangái dirigiendo diferentes divisiones de L’Oréal hasta que en 2010 desembarcó en la industria farmacéutica. Desde 2017, dirige GlaxoSmithKline, uno de los buques insignia del sector y una compañía con casi tres siglos de historia. En apenas dos años, ha tomado decisiones tan drásticas y polémicas como abandonar el desarrollo de 30 nuevos fármacos, dejar de producir cientos de medicamentos o sustituir a casi la mitad de los ejecutivos.
Liderando los cambios
Gail Boudreaux (número 12 en la lista), que en su etapa universitaria destacó como jugadora de baloncesto, es la CEO de Anthem, la segunda aseguradora sanitaria más grande de EE.UU. Mientras, Isabelle Kocher, de 52 años, es la mujer más poderosa del estratégico sector de la energía. Kocher dirige ENGIE, la empresa energética privada más importante del mundo. Ingeniera especialista en óptica cuántica y madre de cinco hijos, a finales de los 90 trabajó en la administración asesorando al Gobierno francés de Lionel Jospin. Desde que en 2016 tomó los mandos de ENGIE, se ha encargado de liderar la transición de la compañía hacia las energías renovables.
¿Hablar de sus bolsos?
Por su parte, el caso de Ho Ching (en el puesto 17) es particular. Ching es la CEO de Temasek, el holding de empresas públicas de Singapur. Pero, además, de conseguir que el valor de su cartera de valores haya alcanzado los 235.000 millones, es la primera dama de la potencia asiática. Casada con el primer ministro del país, si su agenda se lo permite, le acompaña en los viajes oficiales. Curiosamente, en la cumbre del G20 en Argentina, los medios solo se fijaron en ella para subrayar su look y su bolso con print de dinosaurios. Rodeada de otras primeras damas como Melania Trump, Juliana Awada o Brigitte Macron, nadie reparó en su espectacular currículum. Ni en que, en la foto de familia del club de las primeras damas, ella era, con mucha diferencia, la más influyente. Quizá es que, volando bajo en el radar mediático, el poder se ejerce más y mejor.
MARY BARRA, ACELERACIÓN CONTROLADA
La CEO de General Motors es la cuarta mujer más poderosa del mundo, solo por detrás de Angela Merkel, Theresa May y Christine Lagarde. Probablemente su nombre no te suene porque la suya no ha sido una trayectoria marcada por los grandes titulares, sino una auténtica carrera de fondo en un sector dominado por los hombres. Barra nació en 1961 en Michigan, donde la industria del automóvil no era simplemente una forma llegar a fin de mes para miles de familias como la suya, sino una manera de entender la vida. De hecho, su padre trabajó en la planta de Pontiac en Detroit durante 39 años. Por eso, cuando cumplió 18 años, Barra entró a trabajar como becaria en General Motors. Tras estudiar ingeniería y de obtener un máster en gestión en la universidad de Stanford, volvió a la compañía para ocupar todo tipo de puestos de gestión dentro de su organigrama: desde jefa de comunicaciones hasta directora de una planta de ensamblaje. En 2014, Barra fue nombrada presidenta y CEO de GM, convirtiéndose en la primera mujer al frente de una de las grandes empresas del sector automovilístico. Aterrizó en una época particularmente convulsa: poco después de que la compañía se declarara en bancarrota y justo antes de que los fallos de seguridad de algunos de sus modelos obligaran a retirar millones de vehículos del mercado. Con un sueldo de 22 millones de dólares al año, está liderando ahora la apuesta de GM por la innovación, con los vehículos autónomos y los modelos eléctricos. Pero esa no ha sido su única decisión estratégica: el pasado noviembre anunció 14.000 despidos en la plantilla solo en Estados Unidos. ¿Su justificación? “El tiempo nunca es tu amigo y la importancia de la velocidad [para tomar decisiones] nunca puede ser subestimada”.
ELIZABETH HOLMES: LA ESTAFADORA QUE SE CAYÓ DE LA LISTA
En 2015, Elizabeth Holmes figuraba en el número 71 de la lista de las mujeres más poderosas elaborada por la revista Forbes. Pero el puesto no era representativo de su proyección. Holmes, famosa por vestir jerseys negros de cuello alto y pantalones del mismo tono, aspiraba a convertirse en la nueva Steve Jobs, el genio que puso de moda aquel uniforme. Y en Silicon Valley todo el mundo compró su historia. Después de abandonar Stanford en su primer año de carrera, con apenas 19 años Holmes fundó Theranos, una empresa biotecnológica que quería revolucionar los diagnósticos médicos utilizando una sola gota de sangre para medir cientos de parámetros diferentes. Holmes logró reunir más 800 millones de euros de inversores privados para desarrollar su máquina. Forbes estimó entonces que la compañía tenía un valor de 7.300 millones mientras la fortuna personal de su fundadora superaba los 3.500 millones. Pero aquel mismo año, una investigación periódistica del Wall Street Journal descubrió que Holmes no era más que una carismática estafadora. Había engañado a inversores, médicos y pacientes y su máquina de diagnóstico no funcionaba como ella prometía. Apenas unos meses después, Forbes estimó el valor de su fortuna y su compañía en cero dólares. Theranos dejó de operar en agosto de 2018. Un documental de HBO (The Inventor: out for blood in Silicon Valley) ha vuelto a poner de actualidad su historia, mientras Jennifer Lawrence se prepara para protagonizar una película sobre ella y la propia Holmes se enfrenta a una condena de 20 años de prisión, tras ser acusada de nueve cargos de fraude y dos de conspiración.