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Ligar después del #Metoo

En la playa, la piscina o en cualquier terraza... da igual. En verano, el amor está en el aire. ¿Pero ha sofocado el movimiento antiacoso las ganas de vivir un amor fugaz? La respuesta, desde luego, es no. Solo hay que replantearse las reglas del cortejo.

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Beatriz García Manso
BEATRIZ GARCÍA MANSO

Amores de verano. ¡Quién no tiene en su biografía un capítulo dedicado a ellos! Son apasionados, intensos... y casi siempre fugaces. A pesar de ello (o precisamente por ello), permanecen indelebles en nuestra memoria. Según un estudio realizado por la app de citas Groopify, el 83% de los solteros españoles asegura estar abierto a un amor de verano y el 70% reconoce haber mantenido un affaire durante sus vacaciones estivales. En plena temporada alta de romances y flirteos, recobran fuerza las consecuencias del movimiento #Metoo, que animó a las mujeres a denunciar el acoso y el abuso, y tras el cual muchos hombres se declaran inseguros y desconcertados a la hora de lanzarse a la conquista.

"El ligue ha muerto", claman los agoreros. Pero que no cunda el pánico. Si alguien se pregunta si se puede ligar sin acosar, la respuesta es sí. Es hora de replantearse las reglas del cortejo y algunas cosas que, seguramente, llevamos haciendo mal toda la vida. Para Octavio Salazar, catedrático de Derecho Constitucional implicado personal y profesionalmente en la lucha por la igualdad de género y autor de los libros #Wetoo y El hombre que no deberíamos ser, el cambio debería ir en esta dirección: "No dar por sentado que el hecho de ser hombres nos sitúa en un lugar privilegiado desde el que podemos elegir, seleccionar y administrar. Eliminar de nuestro vocabulario, gestos y actitudes todo aquello que supone una intromisión ilegítima en la integridad física y moral de las mujeres, todo aquello que las silencia, las invisibiliza o nos coloca en la posición cómoda de depredadores sexuales o de don juanes conquistadores", reconoce. Pero, vayamos paso a paso...

1. Empatía y respeto

Acercarse está permitido, pero insistir cuando te han dado una respuesta negativa es acosar.

Son los cimientos de cualquier relación esporádica o duradera; de verano, de invierno o de entretiempo; amorosa o de cualquier otro tipo. ¿Ves a una persona que te gusta en la mesa de al lado, tres tumbonas más allá o dándolo todo en la discoteca? El primer paso es estar bien atento a sus reacciones y a su lenguaje corporal, que nos dirá alto y claro si el interés es recíproco. No es difícil: hemos jugado a las miraditas muchas veces. Si la miras y ella te devuelve la mirada, le sonríes y te sonríe... ¡buena señal! Si, por el contrario, trata de evitar el contacto visual, le cambia el sitio a alguno de sus amigos o se pone los auriculares y abre un libro, es fácil deducir que no está interesada. Es el momento de dejarlo pasar, no de insistir y creer que el que la sigue la consigue. Porque este es el quid de la cuestión: acercarse a alguien está permitido, pero insistir cuando te han dado una respuesta negativa es acosar. "Un hombre tiene derecho a acercarse a ti y a decirte algo y una vez que tú le dices "no me interesa, déjame en paz", ahí es donde empieza el límite entre la violencia y la no violencia. Tenemos que sacudirnos el machismo que hace creer que hay que insistir, que las mujeres no sabemos lo que queremos y que nos gusta que insistan", explica Coral Herrera, consultora e investigadora experta en relaciones humanas desde una perspectiva de género. Y si resulta que no eres bueno leyendo las señales o interpretando el lenguaje corporal, lo mejor es preguntar: "¿Te importa si...?", "¿Te molesto si...?", "¿Te apetece...?".

2. Aceptar el rechazo

Conocer a otras personas y ligar exige asumir dos cuestiones importantes: a) no le vas a gustar a todo el mundo y b) no, las chicas no están perpetuamente en modo "buscando el amor". Así que, aunque a muchos les cueste encajarlo, es perfectamente posible que la mujer en la que hayas puesto los ojitos solo quiera estar tranquila leyendo o divertirse con sus amigos sin tener (¡vaya por Dios!) ni el más mínimo interés por ligar. Así que la regla número dos es aceptar una negativa y no tomárselo como una cuestión personal. "Ese es el problema: que a muchos hombres les cuesta aceptar el rechazo", explica Coral Herrera. Y eso, sumado a trasnochadas leyes del cortejo a las que muchos no han dado todavía carpetazo, hace que insistan e insistan. Antiguamente las mujeres no podían decir que sí a la primera porque las hacía parecer "fáciles". "Mi abuela me decía: "Es que no solamente hay que ser decente, también hay que parecerlo" -cuenta Coral Herrera-. En aquel tiempo, aunque te gustase un hombre tenías que hacer como que no te gustaba y si sentías deseo sexual por él tenías que hacerle creer que no lo sentías porque, hace dos generaciones, una mujer con deseo sexual era una degenerada y una enferma. Esta ha sido la base del cortejo durante muchos siglos: la mujer tenía que decir que no, aunque sí quisiera. Pero estamos en otro tiempo; ahora cuando una mujer dice que no, es que no. Y cuando le gusta alguien, se lo hace saber. Los códigos han cambiado y es terrible que los hombres sigan pensando que, cuando decimos no, en realidad queremos decir sí".

3. ¿Piropos sí o piropos no?

Si bien es cierto que hay mujeres que se sienten halagadas cuando alguien les lanza uno, también debemos tener claro que hay otras que no. Otras que, cuando un extraño hace cualquier comentario sobre su cuerpo, su aspecto o sus fantasías eróticas, se pueden sentir incómodas, avergonzadas, humilladas e intimidadas. Y esto puede suceder, por supuesto, si el exabrupto es zafio y grosero, pero también si se trata de una frase ingeniosa o, incluso, cuando le parece pura poesía a quien lo dice. "De entrada, podrías pensar que decirle un piropo a una chica no tiene por qué suponer nada negativo. Pero esa primera impresión cambia si nos situamos en su lugar y valoramos hasta qué punto un hombre tiene derecho a lanzarle cualquier comentario, algunos de muy mal gusto", reflexiona Octavio Salazar. Así que, como a la hora de acercarse a una desconocida uno no sabe si será del grupo 1 o del grupo 2, lo mejor es abstenerse y reservar las lisonjas y los halagos para las personas a las que ya conocemos y con las que tenemos confianza. "El piropo parte de la presunción de que nosotros, los hombres, tenemos el poder de juzgar de forma permanente a las mujeres al tiempo que las contemplamos como objetos deseables. Nada que ver, pues, con un comentario hecho en un contexto en el que uno le dice a una amiga lo guapa que está, lo bien que le sienta una prenda o lo favorecida que está con su nuevo peinado".

4. Adiós a los estereotipos

¡Nos gustan los chicos buenos! Si hay un amor de verano mítico ese es el que protagonizaron Olivia Newton-John y John Travolta en Grease. ¿Y qué pasó? Que en cuanto se cerró el paréntesis veraniego, el chico dulce y enamorado de la playa se transformó en un machirulo de manual al volver a ceñirse, al mismo tiempo que la chupa de cuero, el estereotipado concepto de masculinidad que dice que los hombres tienen que ser fuertes, duros y no andarse con ñoñerías ni sentimentalismos. Grease es un ejemplo de cómo las películas, las series, las canciones y los videoclips dibujan un único modelo de cómo ser hombre erotizando al malote, mientras que el que se muestra sensible y vulnerable no se come ni una rosca. La ficción repite estereotipos argumentales y roles sexistas que perpetúan el mito del chico malo-niña buena (que piensa que con la fuerza de su amor logrará cambiarlo) y una identidad masculina basada en la dominación y la demostración de poder. Este es el reto: cambiar el guion y fijarnos en lo sexy que realmente es un chico sensible y considerado. Le hemos planteado a Octavio Salazar la pregunta inversa: ¿Cómo vive los romances ese hombre que todos deberían querer ser? " Aislando tanto el amor como el sexo de la ideas de dominio, posesión, control. Yendo más allá de lo estrictamente genital, disfrutando de todas las dimensiones del cuerpo, entendiendo que la ternura también puede ser erótica y, sobre todo, asumiendo que la persona que está contigo es un ser autónomo, con deseos propios, y no un objeto que está diseñado para satisfacerte. Y asumiendo que también los hombres somos seres frágiles y vulnerables, y que no estamos obligados a demostrar permanentemente nuestra hombría".

5. El romanticismo no ha muerto...

"El feminismo y el romanticismo no son incompatibles. No creo que haya que eliminar al amor romántico, sino liberarlo del machismo para querernos de una forma más sana, igualitaria y, sobre todo, alejarnos de la estructura de dominación y sumisión con la que nos han enseñado a relacionarnos", explica Coral Herrera, autora de Mujeres que ya no sufren por amor: transformando el mito romántico. No es fácil, porque el mito del amor romántico es una droga que a las mujeres nos han metido en vena: que sin un hombre no seremos felices, que sin un hombre estamos incompletas... De lo que se trata es de cambiar la definición, deshaciéndonos de la entrega, el sufrimiento y la dependencia, y entendiendo el amor romántico como un amor compañero entre dos iguales que deciden formar equipo. "Hay que empezar a relacionarse desde el compañerismo porque no solo hay que quererse mucho, hay que quererse bien", aclara la experta. Y para eso, lo que hay que erradicar no son las cenas con velas, sino los mitos como el de la media naranja (que implica que a toda mujer que no tenga pareja le falta algo), el de que quien bien te quiere te hará llorar, el de que el amor todo lo puede... "Incluso las mujeres que no se definen como feministas ya están cambiándolo todo -afirma Herrera-. Muchas han comprendido que n o han nacido para aguantar ni sufrir, que son libres. Y cuando alguien toma conciencia de su libertad también es consciente de lo importante que es elegir con quién comparte la vida y exigir cuidados en la misma medida en que los da".

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