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La imperfecta: "De aquí a la silla playera"

"La playa está para disfrutarla y para leerla. Y no hay un lugar donde se disfrute y se lea mejor que en una silla plegable con cuerpo de aluminio tubular que invite a la horizontalidad".

Lucía Taboada (guion)/ Raquel Córcoles (ilustraciones). / d.r.

La Imperfecta
LA IMPERFECTA

Burt Lancaster y Deborah Kerr se deshacen de amor mientras se rebozan por la arena en De aquí a la eternidad. La arena se presenta en esta película como algo aspiracional porque quién no querría rebozarse con Burt Lancaster. Hombre, pues mira, si me va a suponer mucho esfuerzo quitarme la arena después, yo hasta me lo pensaría dos veces. Hablo de esas duchas postreras en las que no sabes si te estás lavando el pelo o removiendo el desierto de Gobi de tu cuero cabelludo. Arena dentro de la oreja que fluye al exterior dos días más tarde, arena que se escabulle en tus zonas íntimas.

Hasta que todas tus incomodidades ven su fin cuando descubres un objeto que pertenecía a una realidad paralela a la que sencillamente no aspirabas: l a silla de la playa. Existe un contrato social que estipula que hasta una determinada edad tu sitio en la playa está en el suelo, postrado sobre una toalla o una esterilla. La verticalidad está reservada para otra franja de edad. Según este contrato social, no puedes ser aspirante a surfero y sentarte cómodamente en tu sillita o tumbona al borde del mar al salir del agua. Vienes de surcar olas y has de tumbarte directamente sobre la sílice, porque la sílice y tú sois un mismo ente, porque tú eres un lobo de mar.

El contrato social en cuestión habrá que triturarlo. La playa está para disfrutarla y para leerla. Y no hay un lugar donde se disfrute y se lea mejor que en una silla plegable con cuerpo de aluminio tubular que invite a la horizontalidad. Aunque bien es cierto que la escena del beso entre Lancaster y Keer hubiese perdido erotismo de haberse producido sobre tal superficie: "Espera un segundo, querida Karen, que pongo el respaldo en otra posición".

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