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Del colegio al instituto, por Isabel Menéndez

El nuevo curso trae un cambio de ciclo para los niños de 12 años. Muchos deben empezar a estudiar en un nuevo centro y ser, otra vez, los pequeños. Se enfrentan a una etapa de desafíos y dificultades.

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Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Pasar al instituto es todo un reto para los preadolescentes de 12 años. Durante el ciclo de Secundaria, adquirirán una formación que les permitirá hacerse cargo de su vida y se fijarán en los alumnos más mayores del centro para resolver lo que les pasa. En este periodo, tendrán que enfrentar muchos cambios.

El tránsito de Primaria a Secundaria, en opinión de algunos padres, se realiza demasiado pronto, pero se produce justo a la edad en la que el cuerpo de los preadolescentes empieza a cambiar. En las niñas aparece la menstruación, que acelera su transformación hacia la adolescencia; en los chicos hace acto de presencia poco a poco el vello y su voz comienza a cambiar, anunciando el proceso de crecimiento.

Los jóvenes se despiden de su infancia, al tiempo que empiezan a aparecer los signos de la pubertad, que anuncian un proceso repleto de transformaciones físicas y psicológicas. Se encuentran en el puente que va desde la niñez hasta la adolescencia: han dejado atrás la primera, pero aún no han alcanzado plenamente la segunda.

A esta edad, todos los cambios son importantes y vienen provocados por un crecimiento necesario. Pero también pueden plantear ciertas dificultades. Los padres pueden sentirse inquietos porque, en cierta medida, están seguros de que se acaba la etapa más tranquila de la infancia, que va desde los seis hasta los 12 años, y quizá no saben cómo relacionarse con sus hijos. Si la comunicación ha sido buena hasta entonces, es momento de fomentarla, aunque haya que cambiar el modo de acercarse a ellos.

Por su parte, los jóvenes comienzan a hacerse preguntas: “¿Quién soy?”, “¿Con quién voy?”, “¿Les atraigo a los chicos?”, “¿Cómo me acerco a la chica que me gusta?”. Son muchos los descubrimientos, las inquietudes, los interrogantes y los ensayos que hacen en el amor y en la relación con el otro sexo. Es preciso que los padres los escuchen y acompañen en ese proceso, que constituye una aventura. La participación y el apoyo paterno es muy importante, pues fortalece y promueve la independencia, tanto para los chicos como para las chicas.

Conocer su ritmo

Cuando Gonzalo llama a la puerta, Elsa, su madre, le abre. “Hola, mamá”, dice. El “hola” suena agudo, como el de un niño pequeño; el “mamá”, grave, como el de un chico mayor. El propio joven se sorprende al oírse, aunque no menos que su madre, que acierta a decirle: “Te está empezando a cambiar la voz”.

Gonzalo tiene 11 años, cumple 12 en diciembre y este curso comienza Secundaria: va a cambiar de colegio y de profesores, y se verá rodeado de chicos que tienen hasta 17 años. Elsa lo ve todavía un poco niño para encontrarse con compañeros tan mayores y teme que puede pasarlo un poco mal con tantos cambios.

Esa noche, tiene un sueño en el que recuerda el primer día que dejó a Gonzalo en la guardería. Cuando despierta, piensa que quizá el paso a Secundaria representa, en cierta medida, una nueva separación de su hijo y se pregunta qué puede hacer para ayudarle.

Aunque nunca antes lo había hecho, Gonzalo se ha enfrentado mucho a ella últimamente y parece que se ha acercado más a su padre. Elsa piensa que está un poco nervioso con tanto cambio, que le obliga a separarse de algunos de sus amigos del colegio, por lo que está enfadado y lo acaba pagando con ella. Los cambios que la madre nota son normales en el proceso de maduración de un joven.

El crecimiento no solo impone cambios físicos en cualquier persona. También supone una serie de cambios psicológicos que tienen efectos en la relación de los hijos con sus padres. Según Peter Blos, psicoanalista alemán experto en adolescentes, los chicos de entre 11 y 13 años se pelean más con la madre porque la perciben como una mujer poderosa que les complica el crecimiento. Sin embargo, durante esta etapa consideran al padre como un aliado más que como un rival, y se identifican con él para salir del tipo de relación que tenía con la madre.

Después, cuando comienza la adolescencia (entre los 14 y los 17 años) la pelea se desplaza también hacía el padre. La idealización que ha hecho de su progenitor tiene que ceder para sentir que puede hacerse cargo de su vida de forma independiente.

Conocer algunas características del proceso psíquico que los hijos atraviesan nos ayudará a comprender mejor el paso de Primaria a Secundaria y permitirá a que esa etapa sea menos conflictiva. El comienzo de Secundaria es el principio de un camino en el que tenemos que aprender a acompañar a nuestros hijos de otra manera. Ya no son niños, pero tampoco son mayores. Y nosotros hemos dejado de ser padres de un niño y para serlo de un futuro adolescente.

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