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¿Seguimos?, por Paloma Bravo

"Son 48 horas de finales de agosto. Con el olor del otoño y lo mejor del verano. Teatros bien programados, cines congelados, cervezas frías. 48 horas de novios".

maite niebla

Paloma Bravo
PALOMA BRAVO

Al final de las vacaciones, Pablo y yo nos reservamos siempre dos días sin niños, sin oficina, sin obligaciones. Los pasamos en casa y, así, nos reencontramos con nuestro mundo: vacío es más amplio; tiene más luz, más paz y más espacio; menos ruido y, también, menos alegría. Volvemos para reencontrar el silencio, no para poner lavadoras. Eso es trabajo. Tampoco encendemos el aire acondicionado. Eso es ruido. Ni el móvil. Es interrupción.

Son 48 horas de finales de agosto. Con el olor del otoño y lo mejor del verano. Teatros bien programados, cines congelados, cervezas frías. 48 horas de novios.

Serían días de hacer balance, antes de empezar el curso. De revisar aprendizajes y aclarar propósitos, pero en casa somos pésimos programadores. A cambio, somos pragmáticos y siempre intentamos ser buenos. De hecho, cada noche, como la extraordinaria memorialista Mary Karr, buscamos y agradecemos lo aprendido, lo logrado, lo errado… Hacemos autocrítica, vaya: aunque no siempre sepamos cómo acertar, sí reconocemos en qué nos hemos equivocado. Y, luego, nos reímos, y nos queremos. Intentamos ser buenos, pero no santos.

En cualquier caso, estos dos últimos días no son tampoco para penar, como hacíamos de pequeños, en la era preinternet, los domingos por la tarde: melancolía y sufrimiento anticipado (“mañana hay colegio, hoy se acaba el finde”; ese fin de semana que ahora apuramos hasta la madrugada del lunes, entonces se nos acababa con la peli del domingo por la tarde…). No. Pablo y yo creemos en salir y, sobre todo, creemos en la vuelta. Es decir, creemos en el día a día y no en la excepción.

Después de vacaciones, cuando se produce la mayor tasa de separaciones y divorcios, nosotros volvemos a casa y nos miramos las ganas (sin juicio, sin evaluación, sin censura). Las ganas de estar juntos, no en la playa, ni en una cena con amigos: las ganas de estar juntos un miércoles a las 11 de la noche, con el olor de la moqueta que se te queda pegado en las reuniones complicadas, con los correos electrónicos por contestar y la adicción al móvil otra vez descontrolada, con colegios a primera hora de la mañana y la nevera medio vacía...

Nos gusta hacerlo sin testigos. Sin los niños que tuvimos cada uno por nuestro lado. Mirándonos a la cara, a veces callados. Saber que queremos seguir juntos sin miedo a estar solos. Saber que este curso seremos refugio, silencio y risa, no conflicto, desahogo o inercia. Pero como nunca cumplimos los propósitos, nos pilla C. en el teléfono fijo, nos invita a su jardín, a cuatro o cinco grados menos, y nos vamos para allá, a querernos acompañados.

Me dicen muchas veces que Pablo es perfecto, pero no. Somos imperfectos ambos, y lo somos juntos.

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Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiera. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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