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Reivindicar el romanticismo, por Isabel Menéndez

Muchos lo tildan de cursi, pero la forma de amar de la mujer y la complejidad de su deseo suelen pasar por el romanticismo. ¿Cómo evitar que la sociedad de consumo desvirtúe su sentido?

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Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Construimos nuestra identidad gracias al amor con el que otros nos trataron. Somos el resultado de la interacción entre lo subjetivo (los afectos, deseos y palabras que habitan en nuestra propia mente) con lo intersubjetivo (el intercambio con la subjetividad del otro). Y en la pareja buscamos ese encuentro. ¿Se considera hoy cursi el romanticismo de hace décadas? ¿Hay amor sin deseo y deseo sin amor?

Para la mujer, el goce está muy unido con el hecho de ser y sentirse amada.

El amado vive dentro y fuera de nosotros. Dentro, porque nos hemos creado una imagen de su persona que corresponde a las fantasías y deseos que anhelamos. Ahora bien, la idea de encontrar a alguien que nos complete y al que podamos satisfacer totalmente es una fantasía. Para llegar a querer al otro tal y como es –y reconocer que nosotras tampoco cubrimos todo lo que él quisiera– tendremos que aceptar los límites que la realidad impone. Solo si lo hacemos así, el amor podrá perdurar.

El romanticismo está del lado del amor. Y el amor y el deseo se pueden dar juntos, pero también pueden desconectarse. Es posible querer a una mujer y tener a otra a la que se desea, algo que sucede en ocasiones, sobre todo entre los hombres, ya que en la mujer –que tiende a unir amor y deseo– es más difícil esa escisión. El sueño de Clara y sus pensamientos posteriores nos lo muestran.

“Póngame medio kilo de orgasmos”, le dice Clara a su carnicero en su sueño. El carnicero, que tiene la cara de George Clooney, le responde: “¿Solo?”. Entonces las mujeres, que están esperando detrás de ella su turno en la carnicería, comienzan a reír. Así que Clara añade: “Bueno, pues póngame cinco kilos”. “Eso está mejor”, le contesta el carnicero. Pero cuando Clara coge la bolsa, el peso de la carne la hace caer. En ese momento rompe a llorar y se despierta angustiada.

¿Qué nos pasa?:

  • Quizá sientas que tu relación ha dejado de ser romántica y echas de menos ciertas cosas que compartíais antes. El trabajo y la vida han podido dejarte sin tiempo para vivir tu relación amorosa como te gustaría. La manera de ser romántico va cambiando con la edad y la sexualidad, también.

  • Con la sexualidad se pueden intentar tapar problemas que pertenecen al terreno afectivo. Aunque creamos que es al revés, el miedo a la intimidad puede multiplicar los encuentros amorosos.

  • La búsqueda de las relaciones amorosas a través de las redes sociales quizá ha modificado la idea del encuentro romántico.

¿Volverse práctica?

Se había quedado dormida recordando una conversación con Andrea, una amiga a la que hacía mucho que no veía y que le había contado que su pareja era un portento en la cama. Le había conocido por internet y nunca hubiera pensado que pudieran entenderse tan bien, ya que había tenido varias parejas y muy mala suerte con todas. Quizá es que esperaba demasiado y luego se decepcionaba. Ahora pensaba que iba a dejar de ser romántica y se había vuelto pragmática. Después había preguntado a Clara qué tal le iba a ella. Cuando empezó a decirle a su amiga que le iba bien, enseguida enumeró lo mucho que le gustaba hacer viajes con su pareja, preparar cenas románticas, celebrar aniversarios, regalos y pequeños detalles sorpresa. Todos estos aspectos que podrían considerarse un modo romántico de sentir el amor, hicieron reír a su amiga Andrea. Le dijo a Clara que ella no se complicaba tanto. Había que ser prácticos.

Más tarde, Clara se quedó dormida con la televisión encendida, porque su pareja estaba de viaje por trabajo y no le apetecía irse a la cama. Cuando se despertó, era muy tarde. La pantalla estaba llena de escenas porno que le recordaron la conversación con su amiga. A ella le iba bien el sexo con su pareja pero, al comparar con todo lo que había escuchado y visto le asediaron las dudas. “¿Hacemos el amor lo suficiente? ¿Hemos caído en la rutina? ¿Todavía le doy placer?”. Tantos interrogantes habían creado una inquietud que se manifestó en el sueño del carnicero, donde se expresaba la angustia que le producía ser tratada como un pedazo de carne.

¿Qué podemos hacer?:

  • Hablar con la pareja sobre cómo va la relación sexual es importante. Antes, tienes que reflexionar respecto a qué te está pasando y cómo has colaborado tú en la situación actual.

  • Cuando pedimos demasiado a la relación sexual, conviene reflexionar si intentamos ocultar con ella nuestra insatisfacción en otros aspectos de la relación amorosa.

  • Si la relación sexual se convierte en algo que hace sufrir, siempre se puede acudir a una psicoterapia, ya sea individual o de pareja, para elaborar psicológicamente lo que está sucediendo en el vínculo amoroso.

Ella quería seguir siendo también objeto de amor y compartir con su pareja una relación que no se basara en la cantidad de orgasmos, sino en la calidad de los encuentros. Y si estos estaban aderezados con unos preliminares largos y gozosos, mucho mejor. Sí, Clara se reconocía a sí misma como romántica. Si a su amiga le parecía anticuado, a ella no. Cada uno goza como puede, pensaba, pero se preguntaba si algunas maneras de relacionarse no estaban más asociadas a la rapidez de la mecánica masculina que a la complejidad femenina.

El goce masculino hace mayor referencia al órgano, suele ser más parcializado y su forma de desear, más fetichista. También por eso, ellos llegan a sustituir a sus parejas con cierta facilidad. Para algunos, el amor puede ir por un lado y el deseo por otro. Esto sucede cuando no han podido elaborar la relación edípica. Su madre sigue idealizada para él y a la mujer que aman también la idealizan; mientras que a la que desean la degradan. Sin embargo, para la mujer su goce sexual está muy enlazado con el hecho de ser y sentirse amada. ¿Está lo femenino perdiendo espacio?

Vivimos en una sociedad de consumo, que ha impuesto también un sexo de consumo. Se acaba degradando al amor, lo transforma en una mercancía, y esto provoca también una desvalorización de lo romántico.

19 de febrero-20 de marzo

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