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Elisabeth Moss: "Las mujeres necesitamos sentirnos representadas"

Hablamos en Los Ángeles con la que probablemente sea la mejor intérprete de la edad de oro de la televisión. Una actriz que no se conforma con ser feminista sino que aspira a que sus personajes también lo sean (y que está deseando que dejemos de preguntarle, de una vez, por Tom Cruise y la Cienciología...).

De hija adolescente del presidente de EE.UU. (El ala oeste…) a rockera punk y drogadicta (Her Smell) pasando por las ya icónicas Peggy Olson (Mad men), Robin Griffin (Top of the lake) y, por supuesto, June (El cuento de la criada), Elisabeth Moss ha creado, algunos de los personajes femeninos más relevantes de la historia reciente de la televisión. / getty

CHRISSY ILEY

Mientras la espero en el bar de un hotel en Beverly Hills, me pregunto si la verdadera Elisabeth Moss será tan sensible y desafiante como las heroínas feministas que suele encarnar en la ficción. La actriz californiana combina una increíble expresividad con la capacidad innata de parecer una persona normal. En El cuento de la criada, incluso en silencio, consigue que su rostro sea un coladero de emociones. Y no es la primera vez que nos deslumbra: antes de ser Peggy Olson, la secretaria adelantada a su tiempo que llega a ser creativa de publicidad en Mad men —y mucho antes de ser Defred, la subversiva cautiva de El cuento de la criada—, Elisabeth Moss ya había brillado en El ala oeste de la Casa Blanca (1999), con apenas 17 años, como la inconformista hija del presidente. Algo tiene que haber de (muy) especial en una mujer que a sus 37 años ha creado roles femeninos tan poderosos en tres series cruciales de la llamada edad de oro de la televisión.

Mis personajes suelen perder a sus bebés: ¡si tengo uno lo encadenaré a mí!"

La actriz llega a la entrevista vestida con una camiseta blanca, unos shorts vaqueros y una bomber con estampado de palmeras. Su pelo es un poco más rubio y espeso de lo que imaginaba y sus ojos tienen un poderoso brillo interior. Se fija en la libreta que tengo sobre la mesa y sus dibujos de gatitos. Me cuenta que ella tiene dos —Lucy y Ethel, por los personajes de la serie Yo amo a Lucy— e inmediatamente saca su móvil y me enseña una foto que se hará viral en menos de dos horas: su gata Ethel vestida con la capa y la cofia de El cuento de la criada, un uniforme que se ha convertido en símbolo global de la lucha de las mujeres contra la represión. “No sería una verdadera amante de los gatos si no tuviera muchas fotos ¿no? —me dice orgullosa—. Justo ahora, la canguro me acaba de mandar un par de vídeos. Mira, ahí están mis bebés. Las amo. ¿No son adorables?”. Se refiere a la canguro de sus gatos, claro.

¿Cómo hace Moss para acabar eligiendo siempre los mejores personajes o, al menos, los más impactantes? “ Me dejo llevar por el guion, da igual si es una película o una serie. Si el papel no está bien escrito, como actriz estás perdida. Mi empeño es hacer de ellas mujeres reales, como tú o como yo, sin ningún poder especial. Nadie es 100% buena todo el tiempo ¿no?”.

En la cocina

El 25 de octubre la veremos en los cines con La cocina del infierno, una película ambientada en el Nueva York de los 70, en un barrio de Manhattan conocido como Hell’s Kitchen. El personaje de Moss, Claire, sufre un intento de violación al comienzo del filme y acaba convertida en una asesina. Un arco argumental coherente con los personajes que suele elegir: tanto en Mad men como en El cuento de la criada, sus personajes pasaban del victimismo al empoderamiento. “La cocina del infierno es una historia muy potente —sostiene Moss—. Presenta a mujeres que han sufrido abusos y han sido víctimas muchas veces, pero se acaban haciendo cargo de sus vidas de una manera… digamos, extrema”.

En la película, cuando intentan abusar de ella, pierde a su bebé. Un giro curioso si tenemos en cuenta el historial de Moss en la ficción: por alguna razón, los personajes que interpreta siempre acaban perdiendo a sus bebés. O los entregan. Peggy en Mad men, Defred en El cuento de la criada y Robin en Top of the lake, todas, de alguna manera, han “perdido” a sus bebés. “Sí, es raro . Ni yo lo he entiendo”, reconoce la actriz.

¿No se sentirá atraída por estos papeles porque es ella la que desea tener un bebé? “No, no lo creo —responde moviendo la cabeza—. Creo que es más bien porque soy el tipo de mujer que se enfrenta a conflictos, y no hay mayor conflicto que perder un hijo. Pero es un punto crítico. Algo debe de haber ahí, en esa repetición, y llevo un tiempo pensándolo… Así que, si alguna vez tengo un hijo de verdad, me temo que lo tendré encadenado a mí para no perderlo. Será un niño de 50 años y seguirá escuchando: “Lo siento, jovencito, pero tú te quedas conmigo...”, dice entre risas.

Moss creció en Los Ángeles y fue educada en casa. Sus padres pertenecían a la Iglesia de la Cienciología y ella ha hablado abierta (pero escuetamente) de su fe. Sin embargo, no me queda claro hasta qué punto está implicada en la organización. A diferencia de muchos de sus colegas en Hollywood, fue criada en esa religión, no se unió a ella pero, por otro lado, le gusta beber cócteles de vodka y vino rosé, a pesar de que está mal visto entre los cienciólogos. Y ciertamente sus ideas feministas poco tiene que ver con las enseñanzas de L. Ron Hubbard, el misógino fundador del culto.

Le recuerdo a Moss algo que ella misma posteó en Instagram como respuesta a alguien que comparaba la atmósfera opresiva de Gilead, el lugar donde ocurre El cuento de la criada, con la Iglesia de la Cienciología. “Eso no es verdad en absoluto —escribió entonces—. La libertad religiosa, la tolerancia y la comprensión de que todos tenemos los mismos derechos, sin importar cuál sea tu raza, religión o credo, es extremadamente importante para mí… Por eso Gilead me afecta a un nivel muy personal”. Mientras le leo su texto en voz alta, asiente con la cabeza. Le pregunto si tiene algo que agregar, pero me dice que ahí quedó bien reflejado su punto de vista.

Tras su matrimonio (y divorcio) con el actor de comedia Fred Armisen, uno de los fijos de Saturday Nigth Live (“me da la sensación de que fue hace siglos”) todo el mundo, especialmente la prensa, supuso que con tanto trabajo como actriz y productora apenas tenía tiempo para conocer a nadie. Pero el pasado verano corrió el rumor de que estaba saliendo con Tom Cruise, otro famoso cienciólogo. “No lo he visto en mi vida —sostiene–. Así que no tendría mucho sentido que fuera mi novio”, bromea. Sobre el auténtico y misterioso novio con el que sí está saliendo, se ha dicho que prefiere no revelar el nombre. Sin embargo, de repente decide abrirse: “Bueno, qué diablos —me dice— su nombre es John. Llevamos saliendo más o menos un año. De hecho, está por la piscina de este hotel ahora mismo. Le amo. Es encantador y estoy feliz”, zanja.

Hoy en día, es difícil imaginar a los actores “de películas” despreciando hacer televisión. Pero no siempre fue así. “ En los 80 hice una obra llamada Las crónicas de Heidi, y en un momento del diálogo se decía: “Meryl Streep jamás hará televisión”. Pues hoy uno de los anuncios más grandes en Sunset Boulevard es el de Meryl en Big Litle Lies”.

Un gran poder conlleva...

¿Cree Moss que, por fin, se están escribiendo papeles más interesantes para las mujeres? “Sí, creo que la industria se ha dado cuenta de que las mujeres van a ver películas o ven series, y ahora tenemos más oportunidades de ponerlas al frente. Somos una audiencia enorme y necesitamos sentirnos representadas”. ¿Tienen entonces más poder en la industria? “Totalmente. Pero eso no quiere decir que ya estemos en igualdad de condiciones. No, no hay igualdad, pero estamos cien veces mejor”. Moss, que ha ejercido de productora de El cuento de la criada en la primera temporada y de productora ejecutiva en las siguientes, sabe lo importante que es tener un papel comprometido. “Intentamos contratar directoras mujeres. Hay tantas y con tanto talento...”.

De algún modo, las capas rojas de las criadas identifican a una nueva ola de superhéroes. “Sí, cuando me pongo una me siento orgullosa. Siento que hay una responsabilidad que viene con el traje”. Ahora está rodando el remake de El hombre invisible. “Es un clásico, pero esta versión no es lo que podrías imaginar. Es una historia de empoderamiento femenino, digamos que mi personaje no es precisamente invisible...”.

En la foto de su gata vestida como una criada de Gilead. Ethel mira a la cámara, vulnerable pero fuerte, como ella misma. Seguramente, sea cierto que la capa roja de Moss tiene superpoderes.

19 de febrero-20 de marzo

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