Miss Dramas: ¿Estamos todas hartas?

Acabo de escuchar a una gurú de estos mundos afirmar que es difícil, casi imposible, encontrar pareja en Tinder. La gurú en cuestión tiene bien ganado su título. Después de peregrinar en estas aguas un tiempo más que razonable, pidió a los responsables de la app que le enviara los datos que guardaba de su persona y recibió 800 páginas de información. Se llama Judith Duportail y es una periodista francesa, autora del ensayo El algoritmo del amor (Contra editorial). Ella, que le ha dedicado tiempo y neuronas al asunto, sostiene que todos los que estamos ahí buscando pareja en realidad estamos perdiendo el tiempo.

Su argumento es que, cuanto más tiempo hayamos bregado en Tinder, más resabiados estaremos y más a la defensiva llegaremos a la próxima cita. En resumen, daremos pocas oportunidades, y aún menos nos darán a nosotros. Las citas cada vez serán más cortas y aburridas. He de decir que mi última cita duró un poco más de lo previsto gracias a un atasco que nos obligó, a mi Tinder y a mí, a compartir semáforo y paso de cebra más tiempo del recomendado. Antes habíamos tomado un café de un trago y concluido, casi al mismo tiempo, que no habíamos conectado.

Según Duportail, mi comportamiento y el de mi Tinder es fruto de cómo nos ha maltratado esta aplicación. “Aquí todos perdemos, pero de forma distinta”, dice mi gurú. “ Hombres y mujeres viven experiencias muy distintas en las aplicaciones para ligar, y eso genera más resentimiento entre ellos”. Por ejemplo, los hombres son los primeros en iniciar la conversación y reciben muchos silencios; las mujeres, en cambio, son bombardeadas por mensajes agresivos. Así que cuando tienen la suerte de encontrarse, están hartos.

Sería muy revolucionario salirse de Tinder para ligar. Volver al bar, a la adrenalina de hablarle a un desconocido, a la excitación de una cita... porque reconozcamos que las citas de Tinder son un trámite aburrido que una completa para poder dormir bien por las noches, y que nadie diga que no está comprometida con la búsqueda de la felicidad.

Asegura la investigadora también que l a mayoría nos emborrachamos en las citas. ¿Y por qué? Pues porque la experiencia es horrible y solo puede pasarse con alcohol. Nadie conecta y nadie se conoce. Todo el mundo se aburre y, lo peor, sabe que se va a aburrir. Mis amigas educadas en la disciplina y que trabajan en grandes compañías estadounidenses se lo toman como un trabajo. Pero si después de cinco años de sacerdocio no hay frutos, quizás sea hora de cambiar de trabajo.