El Instagram de Carrie Symonds (Londres, 1988) es el sueño de un millennial: negronis, bebés elefante de peluche y sillas tapizadas en terciopelo rosa. Apples (nombre de usuario en su cuenta privada y a salvo de curiosos) aparece radiante en una cena con amigos, haciendo campaña para salvar ballenas y luciendo biquini en una playa italiana. Los últimos 18 meses han sido extraordinarios para la novia del primer ministro británico Boris Johnson. Participó en la campaña electoral de las elecciones generales, se mudó al 10 de Downing Street, se comprometió, se contagió de Covid-19, vio a su prometido casi morir a causa del virus y tuvo a su primer hijo. Pero en este tiempo, también ha salido en las portadas de los diarios retratada como el poder maquiavélico que planeó la purga, en los últimos meses, del equipo que en estos días se enfrenta al Brexit.
“Cuando empezó su relación con Boris, se dijo que era tonta. Ahora resulta que es una Lady Macbeth, como si las mujeres solo pudieran encasillarse en esos dos roles –reflexiona una persona próxima al Gobierno–. Es sexista”. Diversas fuentes aseguraron en los periódicos que en el entorno del Ejecutivo la describen como una especie de Lady Diana, necesitada de atención y afecto. Un ministro incluso dejó entrever que se comporta como una colegiala malcriada, mientras que un diputado conservador protestó porque “una geisha” 24 años más joven que Boris Johnson condicionaba desde la sombra sus decisiones.
Cuando empezó su relación con Boris, se dijo que era tonta. Ahora resulta que es una Lady Macbeth."
Tracey Crouch, exministra de Deportes que trabajó con ella, ha denunciado estos ataques “misóginos”. “Es injusto y condescendiente, no solo para Carrie, sino para el primer ministro, la idea de que él es un cobarde escondido detrás de su mujer. Es un ataque contra él a través de ella. Es un objetivo fácil, no puede defenderse”. La propia Symonds estaba “enojada y herida” por esas informaciones, según una fuente de Downing Street, pero también frustrada porque “no tiene derecho a réplica”. Otro veterano miembro del Partido Conservador lo definió como abuso emocional: “Estaban tratando de volverla loca. Era intimidatorio. Ella es una persona resistente, capaz de un gran esfuerzo, pero el primer ministro tomó la decisión correcta al deshacerse de los acosadores”.
Al contrario a lo que se ha publicado, Symonds no es una cabeza hueca. Se educó en la Godolphin and Latymer School y luego se graduó de la Universidad de Warwick en Arte Dramático e Historia del Arte. Pensó en dedicarse a la actuación y llegó al casting final para un papel secundario en Expiación, la película que protagonizó Keira Knightley en 2007. Al no conseguirlo, inició su carrera política: entró en el Partido Conservador como encargada de prensa. Tuvo un papel menor en la campaña de Johnson para la alcaldía de Londres en 2012, antes de convertirse en asesora del Gobierno: trabajó para dos ministros en el segundo mandato de David Cameron.
En 2018 se convirtió en directora de Comunicación del partido para las elecciones generales de 2019, con solo 29 años. La revista PR Week la señaló como la segunda responsable de relaciones públicas más poderosa de Gran Bretaña. John Whittingdale, actual ministro de Cultura y Medios de Comunicación, trabajó estrechamente con ella.
“Es muy agradable y también tiene un astuto juicio político. Una de las razones por las que estoy seguro de que [Boris Johnson] se sintió atraído por ella es porque es muy brillante. Seguro que lo valora. Pero él es el primer ministro; la idea de que pone y quita a ciertas personas solo porque Carrie lo dice es absurda”. En cambio, si opina que ella ha ayudado a Johnson a resultar más atractivo: “Defenderá los valores conservadores, pero conoce la comunicación moderna. Sus puntos de vista en cuestiones como el medio ambiente son más propios de su generación. Ha ayudado a Boris a conectar con los más jóvenes”.
Es una de las personas más tóxicas que he conocido, narcisista. Con ella todo, son intrigas y chismes.
Ella le ha convencido de que se cortara el pelo y perdiera peso. Hasta le hizo vegano durante un tiempo. En su apartamento de Downing Street, las paredes están pintadas en colores brillantes y ha instalado un espacio infantil en el vestíbulo para Wilfred, que ya tiene ocho meses. En la residencia oficial del primer ministro hay obras de arte moderno, pero también una mesa de ping-pong que ella le regaló a Johnson la pasada Navidad. “Ambos son muy buenos”, asegura un amigo de la pareja. Carrie, que se describe como “amante de la diversión”, solía sacar al primer ministro a bailar siempre que iban juntos a una fiesta. Lo que está claro es que, tras haber trabajado en el Parlamento durante más de una década, Symonds se ha ganado enemigos. “Creo que es una de las personas más tóxicas que he conocido, muy narcisista –asegura un excolega–. Con ella todo son intrigas y chismes. Su trabajo consiste en ganar puntos, algo muy peligroso porque no tiene sustancia. Es propensa a generar líos”. Otro veterano político conservador la describe como “manipuladora”, “amiga de camarillas” e “increíblemente difícil”.
El tiempo que estuvo en el gabinete de comunicación del Partido Conservador fue, según esta fuente, como un “choque de coches”. Incluso surgieron rumores cuestionando sus gastos y el tiempo que pasaba fuera de la oficina. “Ella creía que las reglas no se aplicaban en su caso, igual que le pasa a Boris –sostiene un antiguo colaborador–. Era como si tuvieras a una famosa en la oficina, incapaz a afrontar una jornada laboral completa”. Hay quien habla de la “corte de la reina Carrie”, en la que un puñado de personas de confianza recibía favores especiales. Pero la prometida del primer ministro también tiene amigos ferozmente leales que se apresuran a salir en su defensa. Emma Barr, que trabajó con ella antes de las elecciones, cree que el debate que genera es una cuestión de “celos”. “Era una jefa maravillosa y promocionaba a las mujeres de su equipo. Me ayudó a conseguir mi siguiente trabajo y siempre se ha esforzado por apoyarme. Recorrimos juntas el país para apoyar a los candidatos jóvenes. No tuvo ni un día libre”.
La diputada Tracey Crouch recuerda cómo, cuando le diagnosticaron un cáncer de mama a principios de año, Symonds le envió un tarro de miel. “Me llama regularmente para ver cómo me encuentro. Está al tanto de mis ciclos de quimioterapia y un par de días después me envía un mensaje. Es súper amable y cariñosa”, asegura. En agosto, después de la cirugía y el comienzo de la quimioterapia, Symonds y Johnson la invitaron a la residencia oficial con su familia. “Cuando tienes a un niño de cuatro años corriendo como un loco en un edificio histórico con jarrones de porcelana, te puedes poner un poco nervioso, pero Carrie hizo que nos sintiéramos muy cómodos y relajados. Pensar que ella es este personaje maquiavélico del que hablan es una tontería. Es tímida, no busca para nada ser el centro de atención”. Anna Soubry, exdiputada conservadora y exministra de Defensa, recuerda la valentía de Symonds al denunciar a su violador, un taxista que la asaltó cuando ella tenía 19 años. Carrie fue una de las 14 mujeres que testificaron en el juicio.
“Cuando estaba a punto de ser liberado, estaba asustada porque él sabía dónde vivía –explica Soubry–. A pesar del miedo, estaba decidida a llevarlo ante la justicia para protegerse a sí misma y a otras mujeres. Siempre me ha impresionado su coraje”. La única crítica que le hace es que “elige mal a los hombres; sabe que no apruebo a Boris”. Carrie no ignora lo que se describe, eufemísticamente, como la “complicada” vida privada del primer ministro. El inicio de su relación salió a la luz en septiembre de 2018, cuando estaba casado con Marina Wheeler, madre de cuatro de sus seis hijos. Hubo divorcio, pero aún resuena la frase del empresario y político James Goldsmith, padre de un amigo de Carrie: “Cuando un hombre se casa con su amante, crea una vacante”. De hecho, ya ha tenido que lidiar con Jennifer Arcuri, la empresaria estadounidense que, a finales de 2019, reveló detalles íntimos de su aventura con Boris Johnson. De echo, ella misma es fruto del romance entre Matthew Symonds, uno de los fundadores del diario The Independent, y Josephine McAfee, abogada del periódico. Su padre siempre ha pagado sus gastos, pero nunca ha estado muy presente en su vida. Según un amigo, “de niña creía que su padre vivía en un automóvil, porque solo le veía bajar y subir del coche”. Se puede decir que busca una figura paterna”, señala uno de sus allegados. Otro excolega sugiere que Symonds y Johnson “se sienten atraídos, pero es una relación bastante destructiva. Ambos tienen problemas emocionales y encima él está al frente del Gobierno”.
Aunque quienes han pasado tiempo con ellos insisten en que están enamorados e incluso bromean sobre la pelea que les grabó un vecino antes de irse a Downing Street. La diputada Tracey Crouch dice que “son una pareja normal. Se ríen de los chistes del otro, tienen mucha complicidad”. Y han afrontado juntos situaciones difíciles. Según el ministro John Whittingdale, “ella se asustó mucho cuando Boris enfermó de coronavirus, temía que no superase la enfermedad. Durante 24 horas, la vida del primer ministro pendió de un hilo. Ha demostrado una valentía y una resistencia enormes dada su juventud”.
Carrie sabe de lo que habla. ¿Por qué no iba a hacerle caso Boris?".
Resulta paradigmático que se enfatice tanto su capacidad de influir en el primer ministro, pues no hay evidencia de que sea mayor que la de sus predecesores. Theresa May consultaba regularmente a su esposo, Philip, sobre política. A ella se le atribuye la frase: “Voy arriba para hablar con Philip de esto, vuelvo enseguida”. Pero a él nadie le describió como siniestro y manipulador. Un amigo de la pareja asegura: “[Carrie] tiene un gran juicio, sabe de lo que habla y es quien mejor conoce a Boris. ¿Por qué no iba a hacerle caso? Eso es muy diferente a entrometerse en la política o en los informes del Gobierno, cosas que no tendría la arrogancia de hacer”. Quizás todo sea parte de un problema más amplio sobre la percepción de las mujeres en la política.
El propio Johnson cayó en esa trampa al presentar a Hillary Clinton, en un artículo de 2008, como “una mezcla de Cherie Blair y Lady Macbeth, dirigiendo, regañando a sus subordinados y tirando ceniceros a su marido infiel”. Fiona Millar, que trabajó para Cherie Blair durante la presidencia de Tony Blair, dice que Symonds tiene una tarea imposible: “Es un papel muy difícil. No existe constitucionalmente, se va improvisando, así que hay amplio margen para que las cosas salgan mal. El problema es que está muy instalada la imagen de una mujer como apéndice. A Cherie [Blair] y Samantha Cameron les salvó tener carreras independientes y exitosas por derecho propio. Tuvieron un papel de apoyo. Y que Symonds haya estado en política antes tampoco la beneficia”.
Boris Johnson tiene claro que debe proteger a su futura esposa del escrutinio público. “Teme que no se detengan hasta que la hundan, así que tenemos que mantenerla al margen cuanto sea posible”, asegura alguien muy cercano. “Boris quiere que se deje de hablar de Carrie de una vez”, confirma un amigo del primer ministro. No será sencillo encontrar ese equilibrio. Por mucho que proteja sus redes sociales de mirones y rivales, ella pertenece a la generación de Instagram y siempre ha vivido de una manera pública, participando en causas y campañas. De hecho, se espera que retome su activismo ambiental en el año que comienza. ¿Sobrevivirán ella y su relación cuando salga de su jaula de oro?