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Eva González Pérez, la abogada que ha propiciado la caída del Gobierno holandés y ha puesto en tela de juicio a un país

Aunque nació en Cáceres, lleva 20 años ejerciendo el Derecho en Holanda. Ahora, su trabajo en un caso de discriminación que afecta a 26.000 familias inmigrantes ha provocado la dimisión en bloque del Gobierno de Mark Rutte.

La abogada Eva González Pérez. / Babette van der Velde

IXONE DÍAZ LANDALUCE

“En mi pueblo están como locos. Tienen un foro en Internet y me ponen por las nubes”, dice Eva González Pérez riéndose. Su pueblo es San Martín de Trevejo, un municipio de apenas 700 habitantes en la provincia de Cáceres. Allí vuelve cada verano y allí vivió hasta los dos años, cuando sus padres emigraron a Holanda, donde reside desde entonces. Hasta hace poco, González solo era una abogada con una causa justa: ayudar a las familias inmigrantes discriminadas por la Hacienda holandesa en la concesión de ayudas sociales para el cuidado de sus hijos menores. Pero en diciembre, el caso dio un giro inesperado y desembocó en la dimisión en bloque del Gobierno que preside Mark Rutte, dos meses antes de la celebración de nuevas elecciones. “No estoy acostumbrada a este tipo de atención. A mí lo que me importa son mis clientes”, explica desde su casa en Eindhoven, haciendo evidente que la repercusión mediática del caso le resulta abrumadora.

Todo empezó en 2014. Por entonces, el marido de Eva dirigía una agencia de niñeras en Eindhoven y varios de sus clientes empezaron a recibir una carta de Hacienda en la que se les acusaba de fraude y se les retiraba la ayuda social que el Estado concede para cuidado de menores. Cuando González empezó a asesorar legalmente a aquellas familias, se encontró con un muro: las ayudas eran bloqueadas sin más explicación, incluso tras aportar la documentación que se les requería. La administración también les solicitaba que devolvieran la subvención de manera retroactiva, provocando que muchas familias perdieran sus trabajos, porque tenían que atender a sus hijos, y sus casas.

Cuando empezaron los ataques personales, yo pensaba: “Eso es que tengo un caso sólido".

“Había un grupo de funcionarios en Hacienda que actuaban como cowboys. La ley no iba con ellos. Cortaban las ayudas sin motivo ni explicación”. Ella misma empezó a sufrir presiones. Primero, investigaron a su marido: “aunque le dieron mil vueltas, no encontraron nada”. Luego, durante los juicios, trataron de desprestigiarla a ella. Tampoco surtió efecto. “Cuando estudias Derecho, siempre te dicen: “Si tu caso tiene una buena base jurídica, hagan lo que hagan, vas a ganar”. Por eso, cuando empezaron los ataques personales yo pensaba: “Eso es que tengo un caso sólido”. En 2016, González ganó el primero de aquellos juicios, pero Hacienda apeló. “Fui consciente de que había una trama. También de que todas las familias que me llamaban eran de origen extranjero. Empecé a tirar del hilo”.

Acudió al Defensor del Pueblo y se inició una investigación. Durante una de aquellas reuniones, su marido se dio cuenta de que el funcionario de Hacienda tenía anotado el país de origen de todas las personas a las que se les había denegado la ayuda en un documento. “ Mi marido grabó aquella conversación y por eso no la pudieron negar. Para quitar las ayudas, consideraban la nacionalidad como un criterio de riesgo. Y eso era discriminatorio, como determinó la autoridad de datos personales en julio de 2020”. En 2018, el caso, que afecta a 26.000 solicitantes en su mayoría de procedencia marroquí y turca, derivó en la dimisión del ministro de Hacienda. Pero en diciembre, el informe de un comité parlamentario lo calificó como “injusticia sin precedentes” que violaba “los principios del Estado de Derecho” y precipitó la caída del Gobierno de Rutte. “Aunque no era algo que yo buscara, es una señal de que la democracia funciona. En este asunto, no ha habido izquierdas ni derechas. Fue un parlamentario del partido en el Gobierno el que más tiró del caso. Se lo han tomado muy en serio”.

Después de toda la vida viviendo en Holanda, su español sigue intacto. Igual que su acento extremeño. Como inmigrante, su historia guarda muchas similitudes con la de las familias a las que defiende desde hace seis años. “Me crié entre niñeras, porque mis padres tenían que trabajar. No era sencillo encontrarlas. Siempre fue un problema para mis padres”, explica. No fue el único obstáculo. “En Holanda, cuando tienes 11 años, tienes que hacer un examen que determina a qué tipo de colegio puedes ir. Mis padres no conocían el sistema y yo empecé yendo a la escuela más sencilla de todas, en la que te enseñaban a cocinar y, básicamente, a ser ama de casa. Era habitual entre los hijos de inmigrantes. Mi padre se dio cuenta al año y me sacó de allí. Mi camino hasta la universidad fue más largo por esa razón”. González estudió Derecho en la universidad de Utrecht, donde se graduó en el año 2000. Sin embargo, asegura que nunca se ha sentido discriminada. “Quizá porque era española y, por tanto, europea. Aunque la discriminación a los inmigrantes no es algo obvio ni visible, sí hay un sistema oculto que permite otro tipo de injusticias”.

Se ha topado ahora con un torrente de elogios, desde la prensa a la clase política. La diputada socialista Renske Leijten ha dicho de Eva: “Merece una estatua y su nombre en las calles y las plazas”. Quizá también en algún pueblo de Cáceres de 700 habitantes...

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