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Rebecca Solnit: “Asaltar el Capitolio es el tipo de delirio que comparten los hombres que maltratan a las mujeres”

La escritora reclama en sus dos nuevos ensayos sobre feminismo algo más que una habitación propia: sus memorias robadas y resolver las grandes preguntas.

"La literatura clásica está plagada de violaciones, igual que las paredes de los museos. Es parte esencial de nuestra cultura y de los problemas que arrastramos", Rebecca Solnit. / jude MOONEY

Manu Piñon
MANU PIÑON

Lleva más de tres décadas reflexionando y escribiendo sobre derechos humanos, medio ambiente y feminismo. Sin embargo, para muchos Rebecca Solnit (Bridgeport, Connecticut, 1961) es esa mujer a la que los hombres le explicaban cosas. “Con la pandemia ya no me pasa tanto, pero sigue habiendo algunos que me dicen idioteces en redes sociales”, explica con aire zen la autora, que ahora publica a la vez en nuestro país los ensayos Recuerdos de mi inexistencia (Lumen) y La madre de todas las preguntas (Capitán Swing). “Pero sí, a mi alrededor sigo viendo constantemente, cómo se cuestiona el relato de una mujer. A la congresista Alexandria Ocasio-Cortez hay muchos hombres que no la creen cuando cuenta cómo vivió el asalto al Capitolio, ni siquiera lo que sintió. La violencia solo tiene cabida en una sociedad en la que la voz de las mujeres se devalúa”.

MUJERHOY. ¿Por qué cree que hubo tan pocas mujeres entre los asaltantes al Capitolio?

REBECCA SOLNIT. La derecha ha sido históricamente masculina y blanca en Estados Unidos. Fue la gran mayoría de Trump. Hubo mujeres en el Capitolio, y algunas con papeles clave, como la veterana de las Fuerzas Aéreas que murió por un disparo. Aún así, era una típica fantasía masculina. ¿De verdad creían que iban a impedir que Joe Biden fuera presidente? ¿Estaban dispuestos a colgar al vicepresidente Mike Pence y a pegar un tiro a la presidenta de la cámara [Nancy Pelosi]? Es el tipo de delirio que comparten los hombres que maltratan a las mujeres. Esa fe ciega en la violencia es aún más estúpida en un contexto político. Es extraño que un acto criminal y violento como este sea a la vez tan ridículo. Los participantes se inculparon compartiendo imágenes en sus redes sociales. Si la cárcel existe es para gente así.

En Recuerdos de mi inexistencia, relata el impacto que le causó una cita de Edgar Allan Poe: “La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo”. Además de ser protagonista activa de su historia, debía sobrevivir a la violencia.

La literatura clásica está plagada de violaciones, igual que las paredes de los museos. Es parte esencial de nuestra cultura y de los problemas que arrastramos. Hace años, Harvey Weinstein me pidió a través de uno de sus asistentes que viera una película que había producido sobre una mujer nativa americana asesinada con extrema crueldad y violencia. Me negué y su insistencia me pareció reveladora. Ya había visto suficientes películas en las que se retrataban de una forma sexista violaciones. Es una manera de complacer a cierto público; también de advertir a las mujeres sobre cuál es su destino si salen al mundo. La erotización de la violencia me parece insoportable, pero sobre todo engañosa. En el mundo real no ocupa un lugar tan relevante en nuestro día a día.

En sus ensayos, a pesar de lo terribles que resultan los episodios que recuerda, se percibe más serenidad que miedo o ira.

Si escribiera de una forma emotiva, se me minusvaloría, dirían que me pongo dramática. Las emociones pertenecen a los lectores, mi trabajo es escribir de una forma que les llegue y sirva para que identifiquen sus propias experiencias, no para que me quieran por las mías. Aunque el proceso de escritura es doloroso, los que revives no son los únicos traumas que surgen. Una de las cosas que más resentimiento me provoca de la misoginia es el tiempo que me ha robado. ¿Quién sabe lo que podría haber hecho si no hubiera tenido tanto miedo? ¿Qué daño hace a tu psique estar siempre alerta? Todo esto te mina de una forma insoportable y, a la vez, invisible.

Describe con una gran memoria sensorial momentos de su juventud. ¿Tuvo que ahondar en sus recuerdos o han estado siempre muy presentes?

A veces hay que hacer un poco de arqueología y otras simplemente salen al paso. Es curioso que, cuando se trata de unas memorias, se suela poner en tela de juicio nuestra credibilidad como escritoras. Para mí hubo un momento decisivo a los 40 años; tuve el mismo conflicto con dos hombres distintos, que trataron de convencerme de que algo que había vivido no había sucedido. Ya tenía publicados unos cuantos libros y llevaba años trabajando como periodista; sabía recopilar información y contrastar datos, pero necesité convencerme de que lo que había presenciado era real. Lo sorprendente es que les hubiera dejado que contasen ellos mi propia historia y lo bien que se adaptaba a sus propósitos. Desde entonces, confío completamente en mi memoria y, si hay algo que no recuerdo bien, simplemente lo reconozco.

Se habla a menudo de la cultura de la cancelación para silenciar a quienes resultan ofensivos y dañinos. ¿Es una estrategia eficaz? ¿La comparte?

Es un invento estúpido de la extrema derecha, que intenta que sintamos pena por un violador que pierde su trabajo cuando queda expuesto, o que dejemos de leer un libro porque no se ajusta a cierta agenda cultural. Todos los días decidimos a quién leemos, creemos, votamos, empleamos o valoramos. Que algunos descubran que sus palabras tienen respuesta y lloriqueen como bebés malcriados me resulta patético. Si quieres hacer un comentario racista, hazlo, pero yo tengo todo el derecho a calificarlo como racista. Por mucho que digan, no quieren que se escuchen todas las voces, sino que la suya siga siendo la única que se oiga en la sala.

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