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Ni contigo ni sin ti

El corazón tiene razones que la razón no comprende. La pareja que queda atrapada en una relación ambivalente debe buscar la raíz de su fracaso en su infancia.

Enfados en la pareja / Fotolia

Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Es probable que conozcas a alguna pareja para la que convivir y mantener un compromiso afectivo es difícil, pues siempre acaban discutiendo e, incluso, se separan. Pero luego no pueden olvidarse y vuelven a intentarlo. Una y otra vez, insisten en una unión imposible tanto como en una separación insostenible. De esta forma, no están ni juntos ni separados. La popular frase "ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero" describe esta situación muy bien. Si están juntos, se sienten mal, viven la relación como algo que mata su personalidad. Una vez separados, no resisten la soledad, necesitan al otro porque tienen una gran dependencia.

Este vaivén entre la unión y la separación muestra una imposibilidad psíquica de organizar un vínculo amoroso. El compromiso afectivo agobia y la soledad asusta. Las víctimas de estos comportamientos no han podido elaborar el duelo por las primeras pérdidas significativas.

El vaivén muestra imposibilidad para organizar un vínculo amoroso.

Se trata de un modelo de vínculo en el que la confusión y la simbiosis entre los cónyuges promueven un enfrentamiento continuo, en un intento de separarse para saber si pueden vivir sin el otro. Más que quererlo, reconociendo lo que les aporta, lo necesitan tanto que solo ven lo que no les puede dar, algo que siempre aparece porque la pareja nunca puede responder a todo. Estas personas dependen de conflictos inconscientes que les hacen intentar fundirse con el otro, para después, buscando la independencia, separarse. El vínculo responde a movimientos primarios que establecieron con aquellos con los que aprendieron a querer, es decir, con sus padres.

Analizar el pasado

Sofía y Javier conviven desde hace un año. Es la tercera vez que lo intentan. Ella piensa más en él cuando está sola, le recuerda y le echa de menos, aunque también sabe que luego, cuando conviven, se pasan el día discutiendo y no lo soporta. "Cuando no lo odio, le quiero mucho", resumía Sofía su situación, en una sesión de psicoterapia a la que había acudido después de la última vez que volvió a intentarlo con Javier.

En el proceso que estaba realizando había descubierto alguna cuestión importante. Se había enamorado de Javier por lo que después no podía soportar de él: era muy protector, algo que a ella le gustaba mucho, pues siempre se había sentido desamparada, aunque iba disfrazada de mujer a la que nada afectaba. Sofia siempre intentó ocultar el sentimiento de desamparo que en ocasiones sentía y que provenía de la relación con su madre, una mujer fría y distante. Lejos de reconocer lo que quería de su pareja, que era precisamente que la cuidara, sentía sus atenciones como un agobio.

Para poder amar, se debe romper con la idea que nos formamos de los padres.

Esta característica de Javier le ponía muy nerviosa, porque Sofía no quería reconocer que deseaba que él la mimara, porque de alguna manera ese deseo también mostraba las carencias que había tenido con su madre y los excesos que había sufrido por parte de su padrastro cuando era niña. Este se acercó a ella en más de una ocasión tocándola de manera abusiva. Ella mantenía silencio, pero la invasión en su psiquismo dejó huella en su inconsciente.

El acercamiento de Javier evocaba aquella invasión insoportable, e innombrable que la aniquilaba. Trataba de defenderse de ese acercamiento íntimo para protegerse de una avalancha de sensaciones. La subjetividad de Sofía era demasiado precaria; ella había racionalizado aquellos acercamientos como cariñosos, pero eran acercamientos sexualizados que rompían la construcción saludable de su psiquismo.

Qué nos pasa

  • Cuando hay conflictos de este tipo, se puede estar proyectando sobre la pareja algo propio que se rechaza. Alejarse del otro es una forma de alejarse de algo intolerable que nos pertenece.

  • La pareja hereda la forma en que nos enseñan a amar. Si en la relación con los padres tenemos cuentas pendientes, podemos transferir antiguos rencores.

  • El odio y el amor hacia la misma persona provienen de la dependencia extrema. Lo amamos porque nos muestra lo que no tenemos y lo odiamos cuando queremos poseerlo. Pero el amor posesivo destruye al otro porque no respeta la diferencia.

Desapego necesario

Cuando aceptó las dificultades que su madre había tenido para cuidarla y pudo nombrar lo que había vivido con su pradastro, Sofía se liberó de la culpa que la atenazaba y que no la dejaba acercarse íntimamente a su pareja por miedo a sentirse totalmente dominada por el otro, sin capacidad de respuesta. Sofía reconoció su deseo de ser protegida por Javier. Sin embargo, cuando esta protección se convertía en excesiva, comenzaba a odiarle porque se sentía asfixiada y tenía que defenderse alejándose de él.

Hay que renunciar a la omnipotencia: nadie puede colmar al otro por completo.

Los excesos de Javier, por su parte, provenían a su vez del intento de disimular sus conflictos para relacionarse con Sofía. Él tuvo una madre con conflictos psicológicos, que siempre se quejó de su marido, un hombre distante y que nunca se pudo acercar a su único hijo, algo que no le sucedía con sus tres hijas. Él siempre sintió que tenía que reparar a su madre, pues en alguna medida ella le transmitió la idea de que él debía suministrarle lo que su marido le había negado. Esta posición le hacía sentirse culpable con su padre y resentido con su madre, sentimientos que transfería a la relación con su pareja.

Javier ejercía una función protectora, pero la realizaba como un trámite, no disfrutaba realmente de ella. Entonces, Sofía sentía sus cuidados como si estuvieran vacíos de afecto. De este modo, el amor que ella sentía era atravesado por un resentimiento que la alejaba de él, mientras que él también tenía miedo a amar y no se acercaba a ella con deseo, más bien con la idea de cumplir un deber.

Conflictos de la infancia

Los padres son las primeras personas a las que amamos, La ruptura con la imagen que formamos de ellos en la infancia es indispensable para poder amar a otros. Cuando en estos primeros vínculos amorosos ha habido algún conflicto, este se transfiere a la relación de pareja y, en ocasiones, hace imposible un compromiso duradero.

La pareja que organiza el vínculo ambivalente de querer y no querer depende del pasado, no puede comprometerse con otro ni formar un futuro con él. En ocasiones, algunas parejas se pasan toda la vida juntos, pero quejándose del otro. La adquisición de la identidad sexual y de la subjetividad se hace a base de renuncias sin las cuales no se puede disfrutar del amor. Hay que renunciar a la omnipotencia: ni el otro nos puede colmar ni nosotras a él.

Qué podemos hacer

  • Si pedimos a la pareja más de lo que puede dar para reparar carencias antiguas, surgirá la rabia. Cuando aparece la decepción, hay que empezar a pensar hasta qué punto habíamos idealizado al otro.

  • Cuando el enamoramiento ha sido intenso, la ruptura puede resultar tormentosa. Elaborar el duelo de una separación ayudará a que no se repita lo mismo con la siguiente pareja.

  • Conviene reflexionar sobre nuestros afectos y dejar de ser intolerantes con nuestros odios. Los seres humanos no somos ángeles y solo la arrogancia y el desconocimiento personal llevan a pensar que esos afectos están solo en los demás.

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