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¿Me puedes ayudar?

El que pide una mano amiga no es débil, sino responsable con su vida. Y el que no puede prestar esa ayuda no siente respeto hacia sí mismo ni hacia el otro, cuando más frágil se siente.

En los malos momentos es cuando se muestran los verdaderos amigos. / Fotolia

Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Todos necesitamos en algún momento ayuda de aquellos a los que queremos: padres, parejas, amigos... Pero también podemos requerir ayuda profesional de un experto. Reconocerlo, y escuchar los síntomas que nos hacen sufrir, es el primer paso para que se realice el deseo de mejorar que nos lleva a cuidarnos.

Saber solicitar ayuda a la persona adecuada es importante y está relacionado con la capacidad subjetiva de aceptarse y quererse. La persona que reconoce sus dificultades, se acepta como es y desea resolver los conflictos que le impiden llevar una vida más plena y feliz, no niega lo que le sucede, sino que se compromete con lo que le pasa y desea encontrar medios para resolver los conflictos. Busca ayuda para ayudarse y posee el suficiente valor para aceptar que necesita de los otros para llevar a cabo lo que quiere.

El que pide ayuda no es débil, es una persona responsable con su vida y no quiere aparentar estar bien, sino que quiere ser alguien que se siente bien. No se engaña y sabe compartir con los demás lo que le sucede, elige a las personas adecuadas para recibir lo que busca.

Algunas personas piden ayuda y no la reciben. En esos casos, con cierta frecuencia, se cierran en sí mismas y desconfían de que alguien pueda aliviarlas. Cuando se produce una decepción de este tipo, nos encontramos ante conflictos internos que no han permitido una buena comunicación emocional.

Si pides de forma exigente o ambigua es probable que no te respondan.

Por un lado, el que pide ayuda puede hacerlo de una forma muy exigente o ambigua, porque tiene miedo a expresar sus problemas; por otro, el que recibe la petición no es capaz de responder porque no puede aceptar la existencia de conflictos en el otro. Quizá el primero ha elegido a alguien incapaz de ayudarle para demostrarse a sí mismo que solo él es quien puede resolver sus problemas.

De esta forma, se queda solo y resentido. Como la forma de comunicarnos, tanto con el otro como con nosotros mismos, viene de la infancia, ese resentimiento contra el que no nos ha podido ayudar procede de épocas pasadas.

En la infancia aprendemos a pedir lo que necesitamos hasta ser autónomos. Durante esa época, aprendemos también a reconocer nuestros límites y los de los demás. Según la forma en que nos hayan enseñado a querer y a querernos, habremos aprendido a solicitar al otro allí donde nos puede ayudar, porque sabremos reconocer y aceptar las dependencias que tenemos de aquellos a los que queremos.

La palabra: el complejo materno

  • Se llama así a la unión patológica de la hija con la madre. Si el lazo afectivo de la infancia se prolonga sin dar paso a otros vínculos, la relación se hace intensa y exclusiva y produce una dependencia que no deja a la niña crecer.

  • La fijación a la figura materna se produce cuando la niña no acepta la entrada de un tercero entre la madre y ella, por lo general, el padre. Que los deseos de su madre estén dirigidos hacia otros es indispensable para la salud mental de la niña.

Rabia contenida

Elena acudió a una psicoterapia porque se sentía deprimida. En principio, lo achacaba a que se sentía sola. Había roto con su pareja y se había vuelto desconfiada. Había llamado a una amiga para hablar de lo que sentía, pero no la escuchó. Esta amiga también se había divorciado. Sin entender el estado de ánimo de Elena le dijo que se estaba mejor sola para después ponerse a hablar de sí misma. A Elena le dolió la actitud de su amiga. Se sintió abandonada y triste.

Durante el tratamiento, comprendió que el rencor hacia su amiga se conectaba con otro que venía de lejos. Ella siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Se colocaba en ese lugar para ser deseada por su madre, a quien, sin embargo, nunca pudo pedir ayuda por su incapacidad para ocuparse de su hija. Se trataba de una mujer distante y fría, con escasa capacidad materna.

Elena negaba la fragilidad en su madre y también el deseo de que se ocupara de ella y la ayudara en su crecimiento. Jamás encontró en ella el apoyo que buscaba y ocultó su frustración dedicándose a los demás. Cuando pidió a su amiga que la escuchara y esta no le respondió, le invadió una rabia insoportable porque evocó la poca atención que su madre le había dedicado.

Pedir ayuda se vive como algo temido cuando evoca dependencias infantiles no resueltas"

ISABEL MENÉNDEZ

Cuando Elena pidió ayuda lo hizo de forma velada. Suponía que su amiga tenía que acercarse a ella sin necesidad de que se lo pidiera, como una madre que sabe leer las necesidades de su hijo. Lo hizo con mucha exigencia interna porque no podía soportar las limitaciones de su amiga.

La capacidad para prestar ayuda está relacionada con respetar al otro y a uno mismo justo allí donde más débiles nos sentimos. Pedir ayuda se vive como algo temido cuando evoca dependencias infantiles no resueltas. La vulnerabilidad que se puede llegar a sentir es demasiado alta y entonces se evita la demanda de ayuda al otro para evitar, con esa renuncia, el reconocimiento de una carencia que se vive como excesiva.

Si en el proceso de maduración psicológica existen demasiados conflictos internos que no se han resuelto, pueden aparecer problemas que revelan un alto grado de incompetencia para pedir al otro que nos ayude. El narcisismo y la excesiva dependencia son, entre otras, las mayores dificultades.

Las claves:

  • No debemos sentir que somos débiles por pasar un momento malo, sino aceptar los conflictos y pensar que necesitamos tiempo para resolverlos.

  • Las actitudes que entorpecen pedir ayuda son: sentir como un rechazo que no puedan respondernos en ese momento; no expresar claramente lo que necesitamos porque nos avergüenza o pedirlo con exigencia.

  • Aceptar que la otra persona solo puede ayudarnos en la medida de sus posibilidades.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiera. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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