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¿Por qué aún no habla mi hijo?

Las palabras son algo más que un medio para comunicarnos con los demás. La adquisición del lenguaje es un proceso que el niño necesita para separarse de su madre y construir su identidad.

Por lo general si el niño no habla es porque alguien lo hace en su lugar / Fotolia

Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

La adquisición del lenguaje es una actividad muy compleja que permite al niño ir organizando su subjetividad y reconocerse diferente al otro. Las palabras dan sentido a sus actos, a sus sentimientos, y le enseñan no solo a nombrar lo que le rodea, sino también a nombrarse a sí mismo.

La palabra es la mediadora entre el yo y el otro. Para que aparezca, el niño tiene que diferenciarse de la madre. El destete es la primera separación de ella e introduce al niño en nuevas relaciones, formas de comunicación y placeres diferentes. Después del destete empieza la asimilación de la lengua materna. La madre que habla a su hijo mientras le alimenta favorece la expresión verbal, que aparecerá después.

Por lo general, si el niño mo habla es porque alguien lo hace en su lugar.

Hacia los 18 meses, cuando el niño comienzan a reconocer su imagen en el espejo y a poder pensar "ese soy yo", es cuando la mayoría de los pequeños comienzan a decir sus primeras palabras, aunque ya antes imitan algunos sonidos. La completa adquisición del lenguaje debería producirse entre los seis y los siete años.

A los 18 meses, que ya caminan, comienzan a diferenciarse de mamá, a poner palabras a la gran despedida que consiste en separarse de ella y a saber que el lenguaje les comunicará. Los niños lloran cuando sienten algo en su cuerpo que no saben cómo solucionar y que les es imposible comunicar. Al escuchar el llanto, la madre le explica qué le sucede: "Estás de mal humor porque no has dormido bien", por ejemplo. En ocasiones, además de la explicación, ofrece una solución.

¿Pero qué pasa cuando el lenguaje no aparece? El niño puede expresarse de manera agresiva, lo que señala una imposibilidad de hablar de lo que le sucede y expresar lo que quiere. Por lo general, si no habla es porque alguien lo hace en su lugar. Muchas veces es la madre quien interpreta todo lo que dice con un lenguaje que solo ella puede entender.

Esto hace que se vuelva casi imprescindible su presencia para que ese niño pueda existir y comunicarse, por eso es necesario que la mamá pueda mirar al padre, ese tercero que separa a la madre del hijo y limita la supuesta omnipotencia que el niño vive con ella. Entonces comienza a tener una identidad propia que le incita a comunicarse con el resto del mundo. El padre también tiene que desear implicarse en esa relación, porque sus palabras tienen un peso determinante en la subjetividad tanto de su hijo como de su hija.

Evitar errores

  • No hay que agobiarse si a los dos años dice pocas palabras o a los cuatro no pronuncia bien.

  • Es un error pensar que, como son bebés, no hay que hablarles porque no entienden nada. Antes de pronunciar palabras tienen que haberlas escuchado.

  • No hay que culparse. Todas las madres y los padres intentan hacerlo lo mejor posible.

  • Conviene no corregir al niño cuando dice algo diferente a lo que se esperaba. Hay que preguntarle para investigar qué quiere decir.

La ayuda apropiada

Cuando Gabriel llegó a la consulta, después de quedarse mirando algo fijamente, volvía la cara hacia su madre. Traía un oso pequeño que se le cayó al sentarse. Con un dedo, señaló su juguete y su madre lo cogió y se lo dio, sin decir una palabra. Después vio plastilina y volvió a hacer la misma operación. Ella preguntó si podía dárselo y lo puso en manos de Gabriel.

Mientras sucedía esto, los padres relataban a la logopeda que Gabriel apenas hablaba, pronunciaba mal y solo su madre lo entendía. Iba a cumplir cinco años y en el colegio le habían recomendado que lo llevaran a una logopeda. Gabriel empezaba a tener algún problema en el colegio porque algunos niños se metían con él. Cariñoso y un poco movido, en ocasiones se ponía agresivo y no sabían por qué.

Andrea, su madre, estaba nerviosa y casi hablaba solo ella a la logopeda. El padre actuaba como un espectador ante todo lo que su mujer decía. Cuando volvieron a verse, después de haber atendido a Gabriel varias veces, la logopeda les dio algunas pautas para su hijo, y recomendó a la madre una psicoterapia.

¿Pero qué pasa cuando el lenguaje no aparece?

Andrea había sufrido varias separaciones de su madre durante la infancia. Después había tardado en tener un hijo y se apegaba a él más de la cuenta. En lugar de darle una palabra, le ofrecía lo que pedía sin exigirle ese esfuerzo al niño, porque la separación entre los dos le angustiaba. Por otra parte, el padre se sustraía de intervenir porque le asustaba la angustia de su mujer. Tapaba con esta inhibición los conflictos que ser padre le generaban.

Cuando Andrea pudo poner palabras a su angustia, también pudo hablar más con su hijo, porque también aceptó mejor tanto las limitaciones que sus padres habían tenido como las propias. El padre también comenzó a participar más, porque Andrea le pidió una intervención mayor. En un año, el niño pasó a hablar bastante bien. Ahora no solo dependía de su madre, pues todo el mundo le entendía.

Desde el punto de vista psicológico, el desarrollo del lenguaje en el niño tiene relación con la construcción de su subjetividad. La apropiación y el dominio del lenguaje por parte del niño estarán determinados por el hecho de que quienes le rodean puedan responder a sus demandas de forma adecuada. Si la madre le da margen para expresarse y no vive con angustia que ella no pueda responder rápidamente, le dará al niño más margen para poder esforzarse en poner palabras a lo que quiere y aparecerá el lenguaje.

Qué podemos hacer

  • Durante el amamantamiento conviene hablar al niño. En el destete, consolarle poniéndole objetos en las manos y diciéndole como se llaman. El padre también tiene que jugar con él y nombrarle aquello con lo que juega. Así, el niño se despide de la fusión con la madre introduciendo a un tercero que pasa por la palabra y el lenguaje.

  • A los bebés hay que hablarles desde el principio y estimularles diciendo palabras cada vez que les hacemos algo o les pedimos algo. Hay que responder a sus demandas poniendo palabras a lo que les pasa.

21 de marzo-19 de abril

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Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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