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El poder de la carta de un desconocido

>"Todas las cartas de amor son ridículas", decía el poeta Fernando Pessoa. Pero a una joven socióloga americana le sirvieron para superar una depresión y poner en marcha un movimiento que ha enviado 250.000 misivas a personas de todo el mundo.

Amanda Seyfried en la película 'Cartas a Julieta'. Si quieres descubrir como se dice te quiero en 50 idiomas diferentes, haz click en la galería./Trunk archive

Amanda Seyfried en la película 'Cartas a Julieta'. Si quieres descubrir como se dice te quiero en 50 idiomas diferentes, haz click en la galería. / Trunk archive

SILVIA LÓPEZ

La madre de la norteamericana Hannah Brencher tenía una insólita costumbre: escribía para su hija notas de amor que luego escondía por toda la casa, en cajas o en la mochila del colegio. Cuando la joven se marchó a la universidad para estudiar Sociología, esas cartas aparecían por vía postal y su llegada se convertía en el antídoto más dulce contra la morriña. Mientras sus compañeros recibían a diario mensajes de móvil de sus padres, ella era la única que aguardaba al cartero y a la "cursiva descuidada" de su madre.

Inmediatamente después de graduarse, Hannah encontró su primer trabajo en Nueva York. Todos sus sueños parecían haberse hecho realidad, pero no le proporcionaron la felicidad esperada. "La depresión es diferente para cada persona que la padece -nos cuenta Brencher desde su oficina en Atlanta-. En mi caso, no tenía nada que ver con el sentimiento de que me faltara algo. Sabía que tenía todo lo que podía desear, sabía que estaba en la ciudad de mis sueños. Ahora sé que la depresión puede ser un desequilibrio químico en el cerebro, algo que se transmite genéticamente. Pero entonces daba igual que lo tuviera todo; me costaba salir de la cama, ser feliz o simplemente tener ganas de vivir. Y encima me sentía incapaz de contárselo a mi familia y amigos porque me daba mucha vergüenza sentirme así", reconoce.

Un día, mientras esperaba el metro en el Bronx, el barrio donde vivía, para llegar a su trabajo en Manhattan, alzó la vista hacia el andén del otro lado de la vía. Como ella, sentada en un banco, había una mujer con una expresión profundamente triste. Deseando poder animar a aquella desconocida, recordó la costumbre de su madre y la alegría que le producía encontrar de pronto sus notas inesperadas. Así que empezó a redactar mensajes de amor en hojas de papel que fue escondiendo en el metro. "Escribir cartas a otras personas en la ciudad de Nueva York se convirtió en mi forma de lidiar con mi propia tristeza. Las escondía en los vagones y las estaciones, con la esperanza de que alguien se sintiera amado o elegido cuando las encontrara".

Para Hannah Brencher todo empezó al tomar conciencia de su depresión. El movimiento More Love Letters, que creó en 2011, fue su respuesta a la enfermedad. A través de su web (moreloveletters.com), puedes tanto pedir una carta como escribir a desconocidos. / d.r.

Escribió docenas y docenas de ellas y, como relata en su inspiradora y viral charla TedTalk, pronto su radio de acción fue más allá del metro: empezó a repartirlas en cafeterías, en la sede de la ONU, en bibliotecas, en la calle... Sucedieron dos cosas: Brencher superó su depresión y nació el movimiento More Love Letters (Más cartas de amor), que creció exponencialmente cuando, en 2011, prometió en su blog que, si alguien necesitaba una carta de amor, ella se la escribiría sin hacer preguntas.

Esa misma noche, la bandeja de entrada de su correo electrónico se saturó. "Se convirtió en un puerto para corazones rotos, como una madre soltera de Sacramento o una niña acosada en un colegio en Kansas. Y me pedían a mí (¡que tenía solo 22 años y casi no sabía nada de la vida!) que les enviara una postal de amor que les diera razones para esperar junto al buzón", recuerda Brencher en su charla. "Nunca imaginé que llegaría a ser tan grande, pero resultó que mucha gente necesitaba los mismos mensajes, las mismas palabras", nos confiesa entusiasmada.

A cualquier otra punta del planeta

En mayo, Hannah publicará su segundo libro, Come Matter Here [Ven aquí], tras el éxito del primero, If You Find This Letter [Si tú encuentras esta carta, 2015], en el que desgranaba la historia de su pequeña gran revolución. "Ahora mismo, somos un equipo de ocho personas, incluyéndome a mí. Hemos contado con la colaboración de voluntarios de más de 70 países y hemos enviado un cuarto de millón de cartas de amor a cualquier punto del planeta". La correspondencia no solo sale desde el cuartel general en Atlanta; Brencher anima a cualquiera a enviar cartas en su propio idioma o, mejor aún, a dejarlas en cualquier lugar público para que otras personas las encuentren.

¿La única condición? Que estén escritas a mano. ¿Quién se beneficia? Ambas partes. Si alguien recibe unas líneas llenas de cariño y ánimo, nos explica Brencher, "se siente amado, reconocido y valioso; percibe que alguien se ha tomado su tiempo para pensar en él con amor, y la sensación es maravillosa". Por ejemplo, la madre de Andre (un adolescente australiano con problemas de autoestima) pidió en la web moreloveletters.com que le recordaran a su hijo que merecía ser querido. Recibió 201 cartas llenas de inspiración y compasión, enviadas desde Estados Unidos, Canadá, Vietnam, Singapur, Rumania, Alemania, Suiza, Dinamarca, Holanda, Nueva Zelanda, Brasil, Irlanda, Inglaterra, Escocia y Australia. Y como siempre queda algo de fragancia en la mano de quien regala rosas, los autores de esos mensajes amables también salen beneficiados. "Lo considero una forma de arte bastante rara hoy en día. Creo que las personas que escriben a mano procesan sus propios sentimientos. Se sienten humildes pero importantes, como si formaran parte de algo más grande que ellos mismos; consiguen aquietar sus mentes y centrarse en el momento", cuenta la impulsora de este movimiento.

En esa línea, Roland Jouvent, jefe de Psiquiatría del hospital Pitie-Salpetriere de París, explicaba a The Guardian que "la escritura a mano es el resultado de un movimiento peculiar del cuerpo que no está presente cuando escribimos en un teclado; no se trata solo de escribir una carta, también implica dibujar, adquirir un sentido de armonía y equilibrio, con formas redondeadas. Cuando escribimos a mano, hay un elemento de baile, una melodía en el mensaje que agrega emoción al texto", aseguraba.

Mensajes en una botella

La generación Z, que no ha usado la vía postal, se ha sumado con estusiasmo.

Gracias a su iniciativa, la propia Hannah Brencher superó su depresión: "Es una enfermedad muy centrada en uno mismo de manera obsesiva. En un esfuerzo por salir de mi propia cabeza, cambié mi enfoque a otras personas. No sabía cómo ayudarme a mí misma, así que ayudé a otros". Pregonar el amor al prójimo no es demasiado habitual en la era del ego y el selfie. Tampoco lo es alejarse de las pantallas para recuperar el papel y la tinta. "Creo que necesitamos un contacto más allá de lo digital. Me encantan las redes sociales y creo que cumplen su propósito, pero, como todo, en exceso pueden ser perjudiciales. Creo que todos anhelamos la conexión humana, y ese hueco no lo llenan las interacciones en línea"

Curiosamente, quienes han abrazado esta iniciativa con mayor entusiasmo han sido aquellos que apenas han conocido la vía postal: la generación Z, los nacidos después de 1990. En Estados Unidos, un centenar de universidades se han unido a More Love Letters. Una estudiante escribió y esparció en una tarde una decena de cartas por varias facultades de Dubuque (Iowa). A la mañana siguiente, se habían multiplicado: colgando de los árboles o sobre los bancos, las misivas de otros alumnos habían inundado el campus. Es una de las anécdotas favoritas de Brencher, pero no la única. "Hemos tenido tantas historias maravillosas: soldados que reciben cajas llenas de postales; nietas solicitando cartas de amor para sus abuelas; toneladas de manuscritos dirigidos a personas sin hogar... La gente es inspiradora. Han cogido nuestra idea y la han convertido en algo mucho más grande de lo que podríamos haber imaginado", confiesa.

Su labor fue reconocida por el expresidente Obama, que la incluyó en la lista la Casa Blanca "Mujeres que trabajan para hacer el bien". Siete años después de escribir su primera carta de amor para un destinatario desconocido, el movimiento se ha convertido en su trabajo a tiempo completo. "Viajo mucho y escribo aún más, pero mi día a día es de lo más normal: trabajo en mi oficina, me encargan artículos y sigo escribiendo cartas a las personas que amo. Me siento agradecida por haber puesto en marcha este proyecto y por dónde me ha llevado, así que trato de seguir haciéndolo lo mejor que puedo", asegura.

Sobre lo aprendido en estos años, Hannah reconoce que lo tiene claro: "Quiero que las personas sepan que las pequeñas acciones, si se repiten, realmente suman. Cada persona es importante y todos estamos ansiosos de participar en algo que nos trascienda".

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