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Cuando el deporte mal entendido es un riesgo para la salud

La actividad física beneficia hasta el punto de poder retrasar la aparición de enfermedades como el Alzheimer, pero puede crear también trastornos como la vigorexia.

Tener mucha actividad física también puede provocar trastornos. / gtres

Mujerhoy .
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Últimamente proliferan en las ciudades gimnasios, carreras populares, grupos de patinadores, ciclistas o corredores, aparecen nuevas actividades para mantenerse activo y cada vez somos más conscientes de los beneficios que aporta la actividad física y de cómo esta, nos ayuda desconectar del día a día, a combatir el estrés y frenar el envejecimiento.

Todo nuestro cuerpo se beneficia con el deporte: combate la obesidad, aumenta nuestra fuerza y mejora el estado de nuestros órganos y músculos y también es una prevención contra la depresión, entre otras muchas cosas. Sin embargo, el deporte mal entendido o practicado, también puede poner en riesgo nuestra salud, produciendo lesiones físicas más o menos graves, el desarrollo de obsesiones o depresión, explica la doctora Marisa Navarro, autora del libro "La medicina emocional".

Casos en los que el deporte se vuelve peligroso

  • Cuando le dedicamos todo nuestro tiempo libre, descuidando otras actividades, en cuyo caso puede llegar a producir, vigorexia que es un trastorno asociado a la adicción al ejercicio físico y a su práctica de forma compulsiva, de manera que las personas que lo sufren, además de ser más propensos a sufrir lesiones, tienen una visión distorsionada de su cuerpo y suelen tener baja autoestima.

  • Cuando nos centramos sólo en el beneficio estético, y es que acudir al gimnasio solamente con la intención de querer ser delgado, usar una determinada talla o estar supermusculado, buscando un modelo corporal concreto y basado en una estética determinada es un error, que acaba haciendo que te compares con otros y te sientas mal. Hay que asumir que cada cuerpo es diferente, no hacerlo puede llegar a generar un trastorno conocido como la dismorfofobia, que lleva a obsesionarse por defectos que percibimos en nuestra imagen corporal, ya sean reales o imaginados.

  • Cuando la actividad no concuerda con nuestras capacidades. Realizar ejercicio por poco que sea es bueno para nuestra salud, y no hace falta ser un deportista de élite para notar sus beneficios, pero no realizar un deporte acorde con nuestras capacidades o fijarnos entrenamientos o metas muy altas, hace que tengamos más posibilidades de fracasar, lesionarnos o abandonar, no siendo capaces de generar este hábito tan saludable, lo que en consecuencia afecta a nuestro estado de ánimo y autoestima.

  • Cuando no aceptamos que una lesión nos impide desarrollar el deporte que nos gusta o cuando las marcas, las metas o los entrenamientos ya no son o tienen la misma intensidad que antes, y esto nos hace sufrir y lleva incluso a muchas personas a la depresión, como vemos en algunos atletas de élite, cuando finalizan su carrera deportiva. Para que no ocurra, hay que cambiar el punto de vista, y ver el deporte como salud, no como competición, pensando que en cada momento, edad o circunstancia podremos realizar un tipo de ejercicio físico, que es el que mejor nos va a sentar.

  • Cuando pensamos que por haber hecho algo de deporte, tenemos vía libre para atiborrarnos y no cuidar nuestra alimentación u otros aspectos de nuestra vida. El deporte tiene que estar acompañado de una alimentación equilibrada y saludable, y es que no se trata de perder calorías por un lado, para ponerlo como excusa e ingerir demasiadas grasas, azúcares o alimentos procesados por el otro, porque las malas prácticas alimenticias acaban degenerando en alteraciones metabólicas y hormonales.

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