¿Qué es el síndrome del escaparate?

Ha llegado el verano y el calor. A la vez, nos llegan las preciadas vacaciones, y pasamos más tiempo al aire libre. También llegan las famosas rebajas y, en ellas, podemos desatar nuestra pasión compradora y salir a patear las calles buscando el preciado chollo o ganga de última hora.

Recientemente, una persona cercana me confesó que, cuando salía a pasear, después de recorrer unos cientos de metros, sentía la necesidad de parar en algún escaparate. No lo hacía cómo podríamos pensar para observar la ropa o las diferentes mercancías mostradas de manera artística por nuestros maravillosos y originales escaparatistas.

El motivo de sus frecuentes paradas era que sentía un intenso dolor en la zonas del pie y de la pantorrilla. El mismo le aparecía al caminar una cierta distancia y le desaparecía después de estar un tiempo descansando en un escaparate, por ejemplo. Esta persona me pidió que le llevará a algún traumatólogo, ya que pensaba que podía haberse lesionado de manera inadvertida con una torcedura de tobillo o algo similar.

La acompañé al médico y su sorpresa fue muy grande cuando vio que, en el letrero en la puerta del despacho, ponía cirugía vascular. Mayor fue su sorpresa cuando el especialista le hizo notar que la pierna que le producía los dolores tenía una tonalidad notoriamente más pálida que la contraria. Después de realizarle diferentes pruebas, se confirmó el diagnóstico: la enfermedad del escaparate.

Esta enfermedad no es debida a una furia incontrolada compradora durante el periodo de rebajas, como podríamos pensar. La causa es muy diferente. Se trata de una enfermedad de las arterias, que son los vasos sanguíneos que llevan la sangre a los diferentes tejidos. En personas predispuestas, se puede producir la conocida arteriosclerosis, que son depósitos de colesterol, triglicéridos u otros materiales dentro de la luz arterial, y que producen una disminución e, incluso, una interrupción del flujo arterial. Esto causa que una zona de nuestro organismo vea disminuido o, incluso, interrumpido el aporte de sangre y, por consiguiente, el aporte del oxígeno necesario para sus necesidades.

La arteriosclerosis puede afectar a diferentes localizaciones. Si afecta a las arterias del corazón, puede producir angina de pecho o infarto; si afecta a las del cuello o cráneo, puede producir un ictus; y cuando afecta a las piernas, que es una de las localizaciones más frecuentes, produce la enfermedad o síndrome del escaparate, conocido también con otros nombres, como claudicación intermitente. Se calcula que puede afectar a unas 700.000 personas en nuestro país.

La sintomatología se caracteriza por palidez, frialdad y dolor en la extremidad afectada, que se produce al realizar ejercicio –por ejemplo, caminar– y que cede con el reposo. Si no se trata, la enfermedad es progresiva y el dolor puede llegar a aparecer en reposo y pueden comenzar a aparecer lesiones cutáneas, como úlceras. Existen factores predisponentes, como la diabetes, el tabaco, la obesidad, el tener el colesterol o los triglicéridos aumentados...

El diagnóstico lo realizará el especialista mediante un interrogatorio y exploración, pudiendo necesitarse diferentes pruebas, como un 'eco-doppler' para medir el flujo de las arterias o bien una arteriografía, TAC... para localizar la zona de obstrucción arterial o planificar el tratamiento quirúrgico.

El tratamiento dependerá de la fase en la que se encuentre la enfermedad en el momento del diagnóstico. En los estadios iniciales, se basará en disminuir los factores de riesgo: corregir la diabetes, hipertensión, elevación de triglicéridos o colesterol, en su caso. Es recomendable dejar, inmediatamente, de fumar, llevar una dieta sana o practicar ejercicio, como por ejemplo, caminar media hora diaria. A lo anterior se añadirá la toma de antiagregantes, como la aspirina, para evitar el riesgo de posibles trombosis u otra medicación si fuera necesaria.

Así se pretende que el paciente desarrolle una circulación sanguínea colateral y que la sangre alcance los tejidos por nuevos vasos sanguíneos. En la mayoría de las ocasiones, la enfermedad se controla con estas medidas, pero en casos más avanzados, o si no se realiza bien el tratamiento, puede ser necesaria la cirugía para revascularizar las zonas afectadas. Y, en casos extremos, será necesario realizar la amputación de estas.

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