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¿Qué son esos bultos en la tiroides?

Casi el 10% de los adultos los desarrollará a lo largo de su vida, y la mayoría serán mujeres. Pero si esos pequeños bultos son benignos, no tienes por qué pasar por el quirófano.

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A. BRAVO

Te tocas el cuello y notas unos bultos que antes no estaban ahí. Te asustas y, es probable que te plantees una pregunta inquietante: “¿Será un tumor?”. Pero no dejes que una idea tan abrumadora te paralice: puede que solo se trate de nódulos tiroideos. Para tu tranquilidad, deberías saber dos cosas: que la probabilidad de que sean malignos es muy reducida; y, segundo, que, si son benignos, se pueden operar sin necesidad de recurrir a la cirugía tradicional. Varios médicos especialistas en este problema aclaran nuestras dudas.

¿Qué son los bultos en la tiroides?

“Son unos pequeños bultos sólidos o llenos de líquido que se forman dentro de la tiroides, una pequeña glándula que está situada en la base del cuello, justo encima del esternón”, explica el dr. Jesús Aldea, radiólogo del Hospital Universitario de Burgos. Esa glándula es fundamental en nuestra vida, ya que regula funciones vitales, como la frecuencia cardíaca, el metabolismo y el índice en que el cuerpo quema las calorías.

Muchas veces esas protuberancias son palpables, es decir, son lo suficientemente grandes para que se noten al tocar el cuello. Algunas, incluso, se llegan a apreciar a simple vista. Estos son los “bultos sencillos”. Pero también puede ocurrir que solo se perciban a través de una ecografía indicada por el médico, que la pide porque sospecha de su presencia. O, incluso, que se acaben localizando por accidente, al realizar unas pruebas que nada tenían que ver con el propósito inicial. Es, por ejemplo, relativamente frecuente que se revelen en una resonancia de columna cervical.

Estos bultos tienen, además, otra particularidad: prácticamente el 75% de los casos se da en mujeres. “Hay un factor genético que condiciona su aparición. También existen factores hormonales vinculantes, como la menopausia; o situaciones ambientales, como una menor presencia de yodo ambiental o una mala absorción. Pero aunque las mujeres tengan más, también es cierto que suelen ser menos graves que los de los hombres, que potencialmente son más peligrosos”, advierte el dr. Pedro Pablo Ortiz, director de la Unidad de Tratamiento Nódulos Tiroideos con Ultrasonidos de la Clínica Santa Elena.

¿Cómo se producen?

Su origen sigue siendo un misterio. “ Su frecuencia aumenta con la edad y en las zonas geográfica donde hay niveles bajos de yodo”, precisa el dr. Aldea.

Una tiroides que desarrolla nódulos lo hace porque no está trabajando correctamente. Parece que ante este mal funcionamiento, algunos grupos de células tiroideas se unen para formar “pequeños tiroides” dentro de la glándula. “Estas agrupaciones celulares a veces trabajan más que el propio tiroides, con una formación exagerada de hormona tiroidea. En ocasiones se llenan de líquido y aumentan muy rápidamente de tamaño”, relata el dr. Ortiz. Además de por la propia presencia de bultos en el cuello, debemos consultar si notamos dificultad para respirar o tragar y síntomas de hipertiroidismo (adelgazar sin causa, sudoración, palpitaciones, nerviosismo, insomnio...).

¿De qué manera podemos saber sin son bultos malignos?

“El cáncer de tiroides representa tan solo un pequeño porcentaje de los nódulos tiroideos”, advierte el doctor Ortiz, especialista de la madrileña Clínica Santa Elena. Según las estadísticas, los bultos que se malignizan no llegan a suponer el 10% del total. Eso sí, no es posible diferenciar a unos de otros tan solo mediante los síntomas.

La mayoría de los nódulos tiroideos cancerosos son de crecimiento lento y pueden ser minúsculos o muy pequeños cuando se descubren. Por eso es preciso que sea el médico quien evalúe cualquier inflamación inusual que se produzca en el cuello para descartar cualquier posibilidad de cáncer, por muy mínima que sea.

“Para diagnosticar si son nódulos tiroideos benignos o no, se obtiene una muestra, que luego se analiza, de las células obtenidas a través de una punción o incluso una biopsia de la glándula”, precisa el dr. Ortiz.

¿Se puede evitar qitar la tiroides?

Hasta hace pocos años, la cirugía tradicional era la única alternativa para eliminar los nódulos. Consistía, directamente, en quitar la glándula tiroides. Pero en el cuello hay muchas zonas sensibles (como la tráquea, la arteria carótida, los nervios que controlan las cuerdas vocales, el esófago, el sistema nervioso autónomo...) que hacen que la cirugía radical tiroidea tenga, además de los propios de cualquier cirugía, unos riesgos añadidos, como la parálisis de las cuerdas vocales, con la posibilidad de disfonía, hemorragias y hematomas.

“Todos ellos son riesgos asumibles cuando se trata de un cáncer de tiroides. Lo que no está tan claro es si es necesaria esa cirugía si los nódulos son al final benignos. Además, cuando te quitan la tiroides hay que tener en cuenta que deberás tomar medicación sustitutiva de por vida y en ocasiones no es nada fácil de controlar”, aclara el doctor Ortiz. Por eso los especialistas han buscado otras opciones menos invasivas a esta intervención... y afortunadamente ya las han encontrado.

¿Y en el futuro?

Los progresos en el tratamiento de los nódulos tiroideos benignos han sido numerosos durante la última década. Ya hay investigaciones en curso para avanzar, sobre todo, en un mejor y precoz diagnóstico, pero también para acortar el tiempo de tratamiento y hacerlo más cómodo para el paciente. “Las líneas de investigación actual van orientadas a estudios genéticos que ayuden al diagnóstico más preciso de benignidad o malignidad de los nódulos tiroideos”, explica el dr. Aldea, radiólogo del Hospital Universitario de Burgos.

Por otra parte, el empleo de técnicas de medicina nuclear contribuyen también a mejorar el rescate de recidivas de cánceres que son de difícil localización, y ayudan al cirujano a su localización. Los esfuerzos deben ser a la par tecnológicos y de acercamiento a la sociedad, para que, cuando se detecte un nódulo tiroideo benigno, no se lo deje crecer tanto como para que no quede más remedio que pasar por el trago de la cirugía tradicional. “El diagnóstico inicial, el seguimiento del nódulo y su tratamiento por ultrasonidos de forma precoz evitará muchas incertidumbres en los pacientes, listas de espera, gasto sanitario y mejorará la calidad de vida de los pacientes que son, en definitiva, nuestra prioridad”, asegura el dr. Ortiz.

¿Cuándo hay que operar?

Los nódulos tiroideos tienden a crecer y a hacerse más grandes con el tiempo. Los que tienen entre 2 y 18 mm pueden doblar su tamaño en poco tiempo.

¿Cuáles son las opciones no quirúrgicas?

Son tres: la ablación por radiofrecuencia, por láser y por ultrasonidos. “Consisten en destruir selectivamente el nódulo tiroideo mediante calor. Literalmente, lo quemas y dejas el resto del tiroides intacto”, explica el dr. Ortiz.

- Ablación por radiofrecuencia. Produce ondas electromagnéticas (microondas), que crean calor alrededor de una aguja que se usa para “limpiar” la zona afectada. Se realiza bajo anestesia local, de forma ambulatoria y en una única sesión. Tras esta intervención, se reduce el tamaño del nódulo hasta el 95%, desaparecen los síntomas y se recuperan todas las funciones normales de la tiroides.

- Láser. Consiste en una punción del nódulo tiroideo con una aguja guiada por ecografía. Se introduce una fibra óptica muy fina, por la que se conduce una luz láser que produce un calor intenso en una zona milimétrica del tejido afectado. Esto favorece la necrosis (muerte celular) de forma controlada y solo en la zona que interesa eliminar.

- Ultrasonidos. El inconveniente del láser y de la radiofrecuencia, aunque sean técnicas mínimamente invasivas, es que ambas necesitan una aguja para llegar al nódulo. “Pero los ultrasonidos son aún mejores. No son invasivos y tratan el nódulo con calor a través de la piel, sin heridas, cicatrices ni pinchazos de ningún tipo”, aclara el doctor Ortiz. Con los ultrasonidos se consigue un efecto similar al de los rayos de sol a través de una lupa: al concentrarlos en un punto, se eleva la temperatura local hasta quemar el objetivo sobre el que se quiere actuar. Esta técnica de última generación supone un gran avance. Al no requerir pinchazos, el paciente retoma su vida normal a las pocas horas. “De lo menos invasivo a lo más agresivo, está claro que la secuencia en el tratamiento de los nódulos benignos tiroideos debe comenzar con ultrasonidos, complementar con láser o radiofrecuencia, cuando sea necesario, y dejar como última elección la cirugía”, resume este especialista.

19 de febrero-20 de marzo

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