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Odio los grupos de WhatsApp: quitan tiempo, no aportan nada, me estresan. Son insufribles cuando sus componentes están en paz y mucho peores cuando discuten, que es a menudo. De todos, los que más detesto son los de padres y madres de alumnos, en especial cuando tratan de ponerse de acuerdo sobre algo que parece sencillo, como el regalo de fin de curso que hay que hacer a la profesora de nuestros hijos o si los sombreros que van a llevar los niños a la fiesta de carnaval serán de fieltro o de papel. Quien está en uno de estos conciliábulos aprende que en la vida no hay nada sencillo. Confieso que mi permanencia en ellos es escasa y se limita a lo imprescindible.
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Últimamente, sin embargo, he descubierto algo peor que mis grupos de WhatsApp: los grupos de mis hijos adolescentes. Eso sí es un infierno. De vez en cuando fisgo en las conversaciones. Lo hago cumpliendo con las obligaciones fiscalizadoras que me impone el cargo vitalicio de madre y con gran esfuerzo por mi parte, no disfruto con estos espionajes.
El hilo siempre es inacabable y se multiplica hasta el infinito entre las 10 de la noche y la madrugada. Alrededor de medianoche está en su máximo apogeo. Hay de todo. Animadas conversaciones sobre acné juvenil, salpicadas de consejos, fotos y mucho testimonio desgarrador del tipo: "Yo me reventé todos los granos y al cabo de tres días tenía el triple, lo juro".
Hay crónicas de la jornada escolar, recordatorios de exámenes, comentarios sobre el profesorado, consejos para ir de botellón, secretos sin tapujos y hasta buenos propósitos. Cada tres o cuatro comentarios hay alguno que preocupa/inquieta/horroriza. No es mi lectura predilecta, ni la más recomendable para luchar contra el insomnio. Sin embargo, seguiré fisgando. Por lo menos hasta que mis hijos dejen de decir chorradas adolescentes y comiencen a decir chorradas adultas.
Mi hija sale de su cuarto con varias bolsas de basura llenas de peluches, libros infantiles y juguetes acumulados en varias navidades y dice: "Todo esto se lo puedes regalar a algún niño pequeño". Todos necesitamos hacer limpieza para seguir avanzando, pero nunca tanto como en la adolescencia.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.