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Hija de músico y pintora, siempre tuvo clara su vocación de actriz. Y no temía soñar a lo grande: quería ser pirata, como la Maureen O’Hara de las películas clásicas. Gracias a títulos como Stockholm, Crematorio y El Ministerio del Tiempo, que conquistaron a crítica y público, ha destacado entre las actrices de su generación. Sin secretos: solo talento y esfuerzo. “Cada uno tiene su camino, pero yo soy una obsesa de la formación. Necesito trabajar con mis limitaciones para mejorar y no estancarme”. Pronto estrenará Solo, un drama de supervivencia que presentó en el Festival de Málaga.
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Pasó de cuba a la pandilla de El Internado, para acabar en Blade Runner 2049, un título de culto. En Hollywood ha rodado también Hand of Stone (con Robert de Niro) y Tres segundos (junto a Clive Owen). Y estará en la próxima película de Danny Boyle, una comedia romántica con tintes musicales. Hoy, es nuestra actriz con mayor proyección en la meca del cine: “Hollywood es un mercado competitivo y salvaje. Y Los Ángeles, una ciudad surrealista y superficial donde todo el mundo se relaciona calculando qué le puede dar el otro. A veces es agotador. Pero he aprendido a no juzgarme. Mi punto fuerte es, sencillamente, que no existe otra actriz ni otra persona como yo. Procuro seguir siendo auténtica”.
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Cuando Icíar Bollaín descubrió en ella a la protagonista de su película El olivo, la actriz ya tenía a sus espaldas más de 200 capítulos de Amar es para siempre y llevaba dos años subida a las tablas con el musical La llamada. Pero fue Bollaín quien le dio su primer protagonista, un papel que se disputaron más de 300 actrices. “No podía apartar los ojos de ella. Fue un flechazo”, dijo la directora. Con su interpretación, Anna Castillo ganó el Goya a la Mejor Actriz Revelación y su carrera se puso en órbita. En 2018, llegará el estreno de Viaje al cuarto de una madre, junto a Lola Dueñas, y de la serie Arde Madrid, que dirige Paco León para Movistar+, sobre los años en los que Ava Gardner seducía (y se emborrachaba) por Madrid.
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El suyo es uno de los tres nombres más tecleados en los buscadores de internet en nuestro país. El público la ama y la odia, sin aparente solución de continuidad. Y a ella, plin. Presenta programas, da las campanadas, protagoniza campañas de publicidad, hace cine o se pone vestidos de los que todo el mundo habla. Reacia a definirse, nos fiamos del retrato que hace de ella su marido, el chef David Muñoz: “Honesta, sincera, natural, valiente e irreverente”. “Me gusta la gente natural y que habla sin tapujos, aunque se equivoque”, dice ella. Que con frecuencia paga el peaje de su libertad con mordaces críticas.
Cristina López