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Reciclaje, economía circular, plásticos... Todos los cambios que tienes que hacer (de verdad) para una vida más sostenible

La realidad nos obliga a pasar a la acción: nuestra forma de vivir (y de consumir) está acabando con los recursos naturales y poniendo en peligro la supervivencia del planeta. Pero no todo está perdido. Con sencillos cambios podemos reescribir el futuro.

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Pincha en la foto para ver los vestidos, blusas, joyas y complementos de la nueva colección sostenible y artesana de H&M Carmen GARCÍA HUERTA

Estamos cocinando una nueva mutación de nuestro estilo de vida, en la dirección contraria a la que vivimos con la irrupción del shopping como entretenimiento masivo y de bajo coste. Hoy son las circunstancias planetarias las que nos urgen a reconducir nuestros hábitos en pos de la sostenibilidad, una tarea que puede abrumarnos y hasta disuadirnos: por el precio de los productos éticos o sostenibles (un 77% más alto), la falta de información (73%) o por sentir que el cambio individual no impacta (63%), según desvela el último informe sobre consumo de Kantar. El truco está en planteárselo como una suma de pequeños cambios, un camino para recorrer paso a paso. Empecemos ya.

Reducir, reutilizar, reciclar

Producimos y compramos 70 veces más que en la década de 1950 y el 99% de esas compras se convierten en residuos antes de que pase un año. Eso incluye electrodomésticos y dispositivos electrónicos: es importante adquirir modelos duraderos, reparar cuando algo se estropea y no comprar por capricho. Los muebles antiguos rehabilitados tienen un doble valor: su historia y su papel como agente sostenible. Hasta Ikea ha lanzado un programa de recompra que admite la locura del consumo por el consumo. “Dejar de malgastar en todo –pide el ambientalista David Attenborough–. Dejar de malgastar energía, de malgastar comida, de malgastar plástico y de malgastar tiempo. Este es un mundo valioso y todos podemos utilizar nuestras acciones y nuestra voz para salvar el planeta”.

Vivir sin plástico

Clasificar la basura para tirarla al contenedor nos ha hecho ver que somos adictos al plástico. Europa genera 25,8 millones de toneladas de residuos plásticos al año y se calcula que ocho millones acaban en los océanos. Los expertos vaticinan que para 2050 habrá en el mar más toneladas de plásticos que peces. Además, tres cuartas partes son de un solo uso: bolsas, pajitas, envases... todos objetivo del movimiento Zero Waste (residuo cero), que aboga por eliminar de la basura lo que no sea biodegradable o reciclable. Eso implica utilizar bolsas de tela, envases de vidrio, comprar a granel y desterrar lo que sea de usar y tirar.

Dos pioneros en la tarea de eliminar plástico son Patricia Reina y Fernando Gómez, autores de Vivir sin plástico (Zenith Green). “La decisión fue radical, pero el proceso de eliminar el plástico fue gradual. Poco a poco cambiamos hábitos –cuenta Patricia–. Empezar a vivir sin plástico es un punto de partida genial para ser más consciente de nuestra realidad”.

Comprar, pero local

Vivimos una situación paradójica: tras décadas de descensos, vuelve a aumentar el hambre en el mundo: 155 millones de personas, un 8,9% de la población, sufre hambre extrema, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Sin embargo, el desperdicio de comida no para de aumentar. En la Unión Europea, alrededor de un 20%, la mitad en los hogares. No desperdiciar comida es la primera regla de la alimentación sostenible. Luego viene todo lo demás: comprar a granel en mercados que apuesten por productos de proximidad, con la huella de carbono mínima, o en tiendas a granel y supermercados libres de plásticos. Y, a ser posible, con una producción ecológica, orgánica o artesana.

Pero esto no tiene que ver con comprar alimentos eco importados o procesados que aseguren legitimidad ecológica. La comisión de expertos EAT-Lancet, formada por 37 científicos de 16 países, asegura que “el consumo mundial de frutas, vegetales, frutos secos y legumbres deberá duplicarse y el consumo de alimentos como la carne roja y el azúcar deberá reducirse en más del 50%”. Para ellos, una dieta sana y sostenible no supera los 300 gramos de carne a la semana (en España consumimos más de 140 al día). Si en 2050 seguimos comiendo igual, el aumento de un 50% en la producción necesario para alimentar a 10.000 millones de habitantes del planeta conllevaría un incremento del 34% del agua, un 9% de la tierra y un 44% de las emisiones.

Por una vida más sostenible Carmen GARCÍA HUERTA

La ropa que habitas

La obsesión por la ropa es un problema global que está en el corazón del cambio cultural que exige la sostenibilidad. Según Asirtex, la Asociación Ibérica de Reciclaje, cada español desecha al año 12 kilos de ropa que termina, en su mayoría, en vertederos. Hablamos de ropa muy barata gracias a procesos contaminantes y sueldos míseros en las factorías deslocalizadas. Compramos cantidad, no calidad. La media de gasto en ropa y calzado por persona en la UE bajó de un 30% en los años 50, a un 12% en 2009. Y en 2020 era solo de un 5%. Por eso ha asombrado saber que Carlos de Inglaterra lleva desde hace 20 años el mismo abrigo de tweed.

Un argumento para comprar menos y mejor: para producir una camiseta de algodón se necesitan 2.700 litros de agua, la misma cantidad que serviría para abastecer a una persona durante dos años y medio. Unos vaqueros necesitan 7.500 litros. Alquilar, comprar segunda mano y el upcycling se convierten en alternativas sanas a la compra, un momento que tenemos que empezar a ver más con las gafas de la responsabilidad que del placer.

“Hay que dar prioridad a tejidos orgánicos certificados, algodón, lino, bambú o lyocell, y a materiales reciclados como el cupro”, explica Paloma G. López, fundadora de The Circular Project y directora de la Sustainable Fashion Week Madrid. “También es importante tener en cuenta la cantidad de agua y energía ha sido necesaria para la fabricación de ese material, sus emisiones de CO2 y si ese impacto o se ha podido minimizar”. Su consejo: apoyar el comercio de barrio y los diseñadores locales sostenibles. “Con ese gesto decimos el tipo de sociedad que queremos y empujamos al cambio a las grandes corporaciones”.

La Energía, mejor limpia

El boom de las instalaciones fotovoltaicas para el autoconsumo eléctrico es una realidad, animado por el deseo de un consumo sostenible, la subida de la factura de la luz y bonificaciones en el recibo del IBI. Otro factor importante es la bajada del precio de las placas, cuya inversión se amortiza en unos ocho años, con rebajas en la factura de entre el 30 y el 50%. De momento, las casas unifamiliares lideran esta reconversión. Las trabas para la instalación en comunidades de vecinos aún son importantes. “Para que una comunidad se beneficie de una instalación de autoconsumo se pide el voto a favor de una tercera parte del vecindario que, en general, desconoce en qué consiste una instalación fotovoltaica”, explica María Colom, directora de Política Energética de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), que proponen modificar la Ley de Propiedad Horizontal y el reparto de energía en función del consumo.

Menos agua, más futuro

La sequía es el síntoma del cambio climático más visible en España: el 75% del territorio está en peligro de desertificación, según Greepeace. Cada vez gastamos más agua (133 litros por habitante y día, y subiendo) y esta es más cara. Conocemos las recomendaciones: cerrar el grifo al lavarnos los dientes, reducir el tiempo de ducha, enjabonarnos con el grifo cerrado... Sin embargo, hay medidas proactivas, como utilizar electrodomésticos eficientes, usarlos llenos, poner en los grifos limitadores de caudal o instalar cisternas de doble descarga, que ahorran hasta un 50% de agua.

La movilidad es sensible

La movilidad sostenible es un concepto en discusión: para unos se centra en implantar el coche eléctrico; para otros, en un nuevo urbanismo (las supermanzanas de París y Barcelona, con los servicios a 15 minutos de paseo), mejores transportes públicos y más carriles bici. Hacer que el parque automovilístico mute a eléctrico tiene un coste social y ambiental: las baterías requieren minerales que son escasísimos y producen para su extracción expulsiones de la tierra y la contaminante minería a cielo abierto. Para Adrián Fernández Carrasco, ingeniero de Obras Públicas y responsable de la campaña de Movilidad de Greenpeace, el papel del coche eléctrico privado ha de ser mínimo. “El futuro pasa por un urbanismo que potencie la proximidad y donde el transporte colectivo siga siendo mayoritario. Y que cuando necesitemos viajar en coche podamos elegir el más apropiado entre una flota eléctrica de movilidad compartida, más eficiente en tiempo, energía y coste”.

Un huerto en casa

Terrazas, patios y azoteas son ideales para convertir una superficie de la casa en un huerto. Pero incluso el balcón o el alfeizar de la ventana puede también convertirse en un minihuerto. “Para hortalizas de fruto, son necesarias de seis a ocho horas de luz al día mínimo,” explican David Lagares y María Ábalo, creadores de La Huertoteca. Basta una jardinera de madera tratada y forrada de malla geotextil para comenzar.