CONCIERTO EN MADRID
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Le pillamos recién llegado de tocar en Sevilla, su patria chica, porque la grande está claro que es la música. Si es que Sevilla puede ser chica en algo, que lo dudamos. Álvaro de Luna (1994) no le da al flamenco, como cabría esperar viniendo de donde viene, sino al pop. Ese pop que se asoma a los abismos del rock y se retuerce para hacerse latino. Ahora está a punto de cargar la suerte en una plaza exigente como el Movistar Arena (antes WiZink). En cartel este sábado 10 de mayo a las nueve de la noche
Será el preludio de su nuevo disco, Kintsugi, el arte japonés de reparar la cerámica y las heridas, con lo que está dicho todo. Pero eso vendrá a finales de año. Por lo pronto, difícil para él no sentir los nervios del torero. Más tras bordar sus particulares verónicas en Barcelona y la ciudad del Guadalquivir y echarse ahora a este ruedo.
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En tu costado, aperitivo del álbum próximo, ya es todo un éxito. Como lo habían sido previamente Nuestra canción, Juramento eterno de sal o Todo contigo, temas que le elevaron a los altares, consagrándole como artista viral con millones de escuchas. Lo que pasa es que cuando le llegó la gloria, Álvaro de Luna, que tiene nombre de condestable de Castilla pero también de actor bandolero, llevaba siglos de pasión musical, así que la fama le sorprendió cantando.
Antes de que sus canciones se hicieran virales e irrumpiera en la escena como el chico malo del pop, él ya se había curtido por soleares con los colegas, bañado en todas las playas, enamorado de John Mayer, rendido ante la irreverencia de los Sex Pistols y descubierto los ancestrales ritmos africanos. También dado el do de pecho con su banda Sinsinati e incluso partido la pana en La Voz. Además de poner copas en los bares, cantar por los garitos y confirmarse en su fe musical en Londres.
En Álvaro hay mucho de ese «coge la guitarra, hermano mío, coge la guitarra, que hace mucho frío», de Kiko Veneno. De Luna es muy de echarse cantecitos. Se fue, pasando por Bali, para desear volver; se quitó de encima la ansiedad y el estrés, y se ha hecho fuerte mostrándose vulnerable. Él mismo, con su voz desgarrada, nos lo cuenta.
MUJER HOY. Sevillano y rockero, dos mundos en principio contrapuestos.
ÁLVARO DE LUNA. Es poco habitual, sí, porque al final crecemos con la cultura de lo andaluz tan presente que es raro que, viniendo del sur, te desvincules y hagas otro tipo de géneros. Pero mola.
Este sábado, día 10 de mayo, toca plaza importante, nada menos que el Movistar Arena de Madrid. Ya lo dice el título del espectáculo, Mi primera vez. ¿Cómo te sientes?
Muy nervioso y emocionado, porque es el show más importante y más especial que he hecho hasta la fecha. También con muchas ganas, porque llevamos tiempo preparándolo. Va a llegar y va a pasar como un misil, así que espero disfrutarlo mucho.
¿Con qué banda te subirás al escenario y cómo será el show?
Somos siempre los mismos desde que empezamos con el proyecto. Normalmente, batería, bajo, dos guitarras, incluida la mía, y las teclas, pero para este concierto hemos preparado algunas cositas nuevas y sorpresas. Queremos que la gente alucine con la vuelta que le hemos dado a la puesta en escena.
Se te encuadra en el pop, pero tienes actitud rockera.
A mí es un género que me gusta mucho y no descarto hacer un disco de rock enteramente. De chaval, me ponía a Guns N' Roses, también a los Sex Pistols. John Mayer me vuelve absolutamente loco. Bryan Adams me encanta. He crecido escuchando mucha variedad musical. De hecho, no me cierro absolutamente a nada, pero la base está en el pop, porque es lo que más consumimos. Aunque no soy muy muy de pop, casi todo lo que se convierte en mainstream lo es.
Encajas también con lo latino, no tanto con el reguetón como con el folclore.
Es algo que me apasiona. Me llama mucho la atención la cultura de otros países. Hubo una época que me flipaba la música africana, las percusiones, los instrumentos, los giros vocales. Me mola mezclar cosas, empaparme de todo lo que me atrae e implementarlo en mis canciones. Eso hace que suenen diferente.
¿Te identificas con la imagen de chico malo?
Para todo hay que crear un personaje con el que se pueda convivir. Es importante tenerlo como referencia para saber que soy él cuando estoy en el escenario, pero el resto del tiempo soy Álvaro, y sé que es un privilegio poder dedicarme a lo que más me gusta del mundo. Asumirlo es bueno para tener los pies en la tierra.
¿Cómo vives ese desdoblamiento?
Hace tiempo me costaba lidiar con ello, pero ahora lo llevo muy bien. Es algo que he aprendido a manejar y lo disfruto mucho. Me gusta ser yo en mi tiempo normal. Estar en casa tranquilamente, disfrutar de mis amigos, de mi círculo más cercano, salir a tomar algo y sentir que las cosas, aunque son diferentes, no han cambiado del todo. Eso te abre muchas posibilidades. No quiero perder esa sensación de arraigo.
¿Has vencido entonces la tentación del endiosamiento?
No me interesa nada el endiosamiento. Cuando llegué a este mundo, sí me sentí muy atraído. Ahora me parece maravilloso que todo esté yendo así y soy superfeliz de que haya gente que me admire, pero ya no lo vivo como antes.
¿La música te llena?
Totalmente. Me gusta la pintura, cocinar, la interpretación, pero son pequeñas metas que algún día intentaré alcanzar. Lo mío es la música, siempre lo he tenido muy claro. Aunque no tenía planteamiento de ser cantante, porque lo pasaba muy mal delante del público, sino productor y compositor. Y, ya ves, al final he acabado al frente.
¿Desde cuándo cantas y tocas?
Cantar siempre he cantado, desde niño. Ha sido algo muy presente en mi familia. Mi casa siempre ha sido un sitio muy alegre. Mi madre cantaba mucho, mi abuela también, mis tías. Yo me he criado en un ambiente así, muy distendido, relajado, festivo. Con la guitarra empecé con 16 años, un verano que había aprobado todo y me pasaba el día en la playa con mis amigos. Casi todos tocaban flamenco, pero alguno había que tocaba temitas que me molaban a mí, de Los Delinqüentes, Pata Negra, un poquito más de mestizaje.
¿Entonces cogiste la guitarra?
Yo cantaba, pero no tocaba, y recuerdo que me traje una guitarra de Sevilla, mi primera guitarra, que me regaló mi madre a mis nueve años. Intenté aprender a tocar a esa edad, di clases de flamenco, pero no me llamaba la atención y lo dejé. La recuperé, le armé las cuerdas y en ese verano aprendí a tocarla.
¿Qué playa era el escenario de todo esto?
El Portil, entre Punta Umbría y El Rompido, en Huelva. Ahí pasábamos las mañanas y las tardes. Me levantaba, quedábamos y, si me habían enseñado un tema el día de antes, no paraba de practicarlo hasta que me salía. Un buen método para aprender a tocar la guitarra, si tienes la suerte de que te enseñen colegas, es sacándote canciones que te molen a ti, porque entonces le pones todo el interés.
¿Cuándo compones tu primera canción?
Esto viene con la terapia, porque me costaba mucho expresarme por timidez, y la terapeuta me propuso que escribiera lo que me pasaba. Luego, cuando fallecieron mis abuelos, que han sido parte muy importante en mi vida y fue muy doloroso, les compuse una canción, que fue mi primera canción. Tendría unos 17 años.
¿Y qué vino después?
Seguí haciendo música en solitario, tenía cancioncitas, me grabé un EP de cinco temas, tocaba por barecitos chiquitillos de Sevilla. Había un sitio muy chulo donde toqué mucho, La Corrala. Un edificio antiguo de la duquesa de Alba en el que las peñas habían montado sus garitos. Estuve unos años tocando así, pero por falta de recursos, porque era insostenible, me focalicé en aprender a producir y escribir canciones. Me matriculé en Comunicación Audiovisual en la universidad, pero lo dejé y me fui a vivir a Londres. Allí tocábamos en bares, jam sessions, en la calle, y me reenamoré de cantar y tocar en directo. Volví a España, estudié Sonido mientras curraba en un bar y comencé otra vez a hacer conciertos.
¿Cuándo surge la idea de la banda?
Un día me llama un colega que estaba estudiando para piloto en Salamanca y me dice que hay un concurso para bandas. Nos apuntamos. No ganamos, pero la gente nos preguntaba dónde podían vernos. Y así nació Sinsinati, de una forma un poco improvisada. Yo seguí subiendo covers a mi cuenta de Instagram y un día me escriben de La Voz para invitarme al casting presencial en Sevilla, y no me lo podía creer. Me presenté y todo fue guay. Después, nos empezó a ir muy bien con la banda, se viralizó una canción, la de Indios y vaqueros, y dejé mi vida en Sevilla para venirme a Madrid.
Entonces (2018) empiezan a pasar cosas increíbles. De repente, tres chavales de fuera de Madrid, sin tener ni puñetera idea de nada, llenamos una sala de 600 personas. Aparecen las discográficas, y firmamos con Warner. Lo malo es que cuando estábamos arrancando, llegó la pandemia y enfrió mucho la relación entre nosotros. Ahí decidí seguir solo, porque había estado haciendo mi primer disco durante el confinamiento.
Y llega Juramento eterno de sal...
Sí, en noviembre de 2020 sale esa canción, que lo cambia todo. Después de haber dejado una banda que estaba teniendo muy buena acogida, tuve suerte, porque Juramento eterno de sal llegó en el momento perfecto. Creo que tiene más de 120 millones de streams, una barbaridad. A raíz de eso, también se viralizó Levantaremos el sol, el proyecto empezó a crecer y todo se dispara.
¿En qué momento te encuentras?
Muy bueno, porque me he dado cuenta de que tengo que tomarme las cosas con más calma. Tuve un poco de «mental breakdown» después de terminar la gira del año pasado. Habían sido dos años increíbles, de un crecimiento exponencial tremendo, y yo solamente tenía ansiedad y estrés, como si no hubiera disfrutado nada de ese proceso. Yo notaba que se me estaba apagando la luz, que me pesaba la vida y dije: «Se acabó». No tenía sentido.
¿Lo cuentas en tu próximo disco?
El siguiente disco, que es mi tercer álbum, Kintsugi, lo he trabajado muy lento, sin buscar aprobación y hablando de otros temas. Como en Me va a doler, ya lanzado, que trata de superar un duelo.
¿Estás inspirado habitualmente?
Suelo estar bastante inspirado, incluso en los malos momentos. De hecho, no soy metódico a la hora de componer, porque me gusta que las emociones surjan solas, de la forma más pura y honesta, aunque sí intento provocar la situación para que llegue esa inspiración, esas musas.
¿De dónde nace una canción?
Depende del momento. He escrito canciones sin guitarra, porque de pronto tengo un sentimiento dentro y necesito expresarlo. Pero otras han surgido tocando ruedas de acordes, de sentirme muy bien y venirme un buen recuerdo o una buena sensación y empezar a escribir.
¿A qué le cantas?
A todo. Casi siempre escribo desde la nostalgia. Suelo escribir porque echo de menos emociones vividas. Eso es lo que me lleva a la expresión artística. Sobre todo para hablar de amor porque me nace así, aunque en el disco nuevo he abierto otros cajones que estaban sin tocar. En otros momentos no me apetecía mostrarme tan vulnerable o darme caña a mí mismo, pero ahora mismo siento que quiero enseñar eso a través de las canciones. Soy consciente del impacto que puede tener. Y si le puede servir a alguien de algo, ese sería el premio de todo esto.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.