NO TE PIERDAS

La reina Letizia rescata su traje gris de cuadros más elegante de Hugo Boss para la reunión con la Fundación Princesa de Girona

Anna Delvey, una estafadora en la era de Instagram: se hizo pasar por una rica heredera y se ha convertido en antiheroína de una serie

Engañó a la élite de Manhattan, fantaseó con un proyecto millonario y disfrutó del lujo y el glamour haciéndose pasar por una rica heredera europea. Ahora, desde la cárcel, se ha convertido en antiheroína de una serie.

Nadie dudaba de Anna Delvey por la forma con la que gastaba el dinero. ©Sam Simmonds / Polaris / Contacto

Anna Delvey había soñado a lo grande. Su objetivo era montar un club privado para ricos en Manhattan. No hablamos de un saloncito de té. En sus palabras, iba a ser un «centro dinámico de artes visuales» donde comprar obras de artistas emergentes, que tendría tiendas pop-up, restaurantes, un bar de zumos y una panadería alemana. Gabriel Calatrava, hijo del célebre arquitecto y por entonces amigo de la protagonista, le había conseguido a través de su empresa inmobiliaria la localización perfecta: Church Missions House, un edificio del siglo XIX de seis plantas. Por situarnos en el mapa, a dos manzanas del Flatiron y de Madison Square. Anna decía que el artista Christo, el mismo que envolvió el año pasado el Arco del Triunfo parisino, haría lo propio con la sede de su fundación el día de la inauguración.

Durante un tiempo la creyeron y estuvo muy cerca de lograrlo, pero se acabó descubriendo que era una chica con un apellido falso y que había dejado un rastro de deudas entre las élites de la ciudad. Su caso, sin embargo, no saltaría a la palestra hasta meses después cuando, con Anna ya en prisión, una periodista del New York Magazine, se interesó por la historia. La misma que veremos el próximo 11 de febrero en Netflix en ¿Quién es Anna?, miniserie creada por la todopoderosa Shonda Rhimes, artífice de Anatomía de Grey y Los Bridgerton. Antes, sirvió como inspiración a los creadores de Élite para dar forma a la falsa socialité Cayetana, personaje interpretado por Georgina Amorós.

El hotel boutique 11 Howard se convirtió en la casa y oficina de Delvey en febrero de 2017, cuando cogió una habitación con vistas al Soho por 400 dólares la noche. Se quedó allí durante meses y evitó a los empleados que le pedían, como a cualquier huésped, que registrase una tarjeta de crédito a modo de garantía.

Ella siempre pagaba en metálico y, aunque se comportaba como una niña rica maleducada y clasista, sus propinas de 100 dólares conseguían que se metiese al staff en el bolsillo. Entre ellos, Neff, una recepcionista estudiante de cine a quien prometió producir su primera película. Sería testigo del modus operandi de esta estafadora. Un aforismo anglosajón reza Fake it till you make it (Finge hasta que lo consigas).

El secreto, aquel libro de autoayuda que arrasó en 2006 mercadeando con la ley de la atracción, animaba a comportarse como si el objeto deseado ya hubiese sido obtenido para así hacerlo realidad. Parece que Anna hubiese cogido estas dos premisas y las hubiese llevado hasta sus últimas consecuencias. Vivía a todo tren y no necesitaba conseguir poco dinero: su negocio requería, al menos, de unos 25 millones de dólares.

Nadie tenía claro de dónde venía el dinero de la joven (supuestamente de su padre que, según el interlocutor, era diplomático o tenía un negocio de paneles solares, petróleo, antigüedades o tecnología), pero por la forma en la que gastaba nadie dudaba de su solvencia. A Neff, por ejemplo, la llevaba de cena, a hacerse la manicura (siempre de color «rosa claro Wes Anderson») o a una sesión con una entrenadora personal y coach que contaba entre sus clientes con Dakota Johnson y que se convertiría más tarde en uno de sus grandes apoyos. En realidad, la joven se llamaba Anna Sorokin, nació en Rusia en 1991 y con 16 años se trasladó junto a su familia a Alemania.

En 2014, en una fiesta en Nueva York, Anna con el arquitecto Guido Cacciatori, el estilista Gro Curtis y la diseñadora Giorgia Tordini. getty images

Su versión adornada afirmaba que era una heredera germana, aunque su acento era muy cuestionable. Su padre había sido camionero y luego montó una empresa de calefacción. No está claro hasta qué punto son una familia humilde o solo fingen serlo para no asumir las deudas neoyorquinas de su hija, aunque el progenitor reconoce haber pagado el alojamiento y manutención de Anna en su época estudiantil en Londres, Berlín y luego París, don de fue becaria de la revista Purple y comenzó a construir su identidad como Anna Delvey.

Fue su primer peldaño en la escalera social: su buena relación con el redactor jefe le abrió las puertas de sus primeros contactos y de los sitios más exclusivos Un mes antes de llegar al 11 Howard, contrató una empresa de relaciones públicas para organizar su cumpleaños en Sadelle's, un local de brunch donde los huevos benedictinos con langosta cuestan 45 dólares. El coqueto establecimiento se llenó de gente exitosa, pero la cumpleañera se fue sin pagar.

Los encargados contactaron con Michael Xufu Huang, a quien habían visto etiquetado en el Instagram de Anna, para pedirle su contacto. Este joven coleccionista, fundador del museo M Woods de Pekín, había conocido a Anna en 2015 y ella le propuso viajar a la Bienal de Venecia, pero le pidió que reservase él con su tarjeta los billetes de avión y hotel. A la vuelta nunca llegó a pagarle lo que debía, unos 3.000 €, pero entre ricos ese tipo de deudas se terminan olvidando. Sin embargo, cuando recibió la llamada de Sadelle's, se dio cuenta de que su amiga no era trigo limpio.

Los meses pasaban y Anna cada vez se reunía menos con celebrities y más con hombres de negocios. Mientras, su deuda con el 11 Howard ascendía a 30.000 dólares. Había prometido pagar con una transferencia que nunca llegaba e intentó engatusar a los empleados con Dom Pérignon de 1975, pero el hotel se puso firme. Le cambiaron la tarjeta de la habitación y llevaron sus pertenencias a un trastero mientras Anna estaba de viaje en Omaha. Había ido a ver a Warren Buffett, sexto hombre más rico del mundo según Forbes, a la conferencia de inversores de Berkshire Hathaway. Fue en un avión privado que había alquilado. Anna se molestó con el hotel, pero de la nada apareció una transferencia. Antes de irse de allí, se tomó unas vacaciones que acabaron en un susto.

Su destino era La Mamounia, el hotel más lujoso de Marrakech, donde cuesta 7000 dólares la noche, y al que se llevó consigo a su amiga Rachel Williams, periodista de Vanity Fair, a su entrenadora y a un tipo que iba a grabar un documental sobre su fundación. Se lo propuso a Neff también, pero no podía dejar el hotel. La entrenadora regresó antes a Nueva York por una intoxicación alimenticia. Una semana después, Anna la llamó desde el Four Seasons de Casablanca llorando: sus tarjetas no funcionaban y el hotel iba a avisar a la policía. Finalmente, convencieron al encargado de que Anna era de fiar y la dejaron irse.

Su amiga le compraría un billete de avión para volver y Anna pidió que fuese en primera clase. Ya en Manhattan, la joven se mudó al Hotel Beekman donde no aguantó tanto; en 20 días y con una deuda de 11.500 dólares, la pusieron en la calle. Luego estuvo un par de días en el Hotel W y, finalmente, en julio era una sintecho con ropa de Alexander Wang. Intentó enredar a su entrenadora, pero esta y Williams, a la que debía 62.000 dólares del viaje a Marruecos, le pararon los pies y le dieron una mala noticia: su ansiado edificio había sido alquilado como sede del museo Fotografiska.

Imágenes de ¿Quién es Anna? (estreno, 11 de febrero), la serie en la que Julia Garner (Ozark) da vida a Anna Delvey.

El castillo de naipes colapsó. Lo de los hoteles era cosa menor. Delvey había intentado estafar a City National Bank y Fortress presentando documentación falsa de cuentas en Suiza, procurando que cada entidad le diese entre 20 y 35 millones, pero cuando intentaron verificar sus activos ella se echó atrás, no sin antes conseguir un crédito de 100.000 dólares para cubrir sus gastos. Después, depositando cheques sin fondos logró retirar 70.000 dólares en efectivo antes de que estos fueran devueltos, logrando así saldar su deuda en 11 Howard.

Anna mandaba recibos falsos de transferencias bancarias tanto a entidades como a gente cercana, en una huida hacia delante por un camino que terminó por estrecharse. En verano de 2017, la arrestaron en Malibú con seis cargos de hurto menor y otro de intento de hurto mayor. Hasta el momento en el que New York Magazine destapó la historia, el escándalo solo había resonado entre las víctimas, pero cuando el reportaje de Jessica Pressler vio la luz, se convirtió en la comidilla de toda la ciudad. Tanto que, con Sorokin durmiendo en la cárcel de máxima seguridad de la isla Rikers, se inició la lucha por conseguir los derechos para contar su vida. La productora Shonda Rhimes se hizo con la investigación, pero necesitaba más: quería también a la propia Anna como consultora. A fin de cuentas, ¿quién contaría mejor el cuento que la propia cuentista? Sin embargo, había que salvar un escollo.

En el estado de Nueva York, la ley del Hijo de Sam prohibe que los convictos saquen rédito económico de sus crímenes (se promulgó en los setenta por el asesino en serie David Berkowitz). Netflix encontró la forma de hacerlo. Cuestión de dinero y contactos, suponemos, como todo en esta historia.