Hija de inmigrantes españoles en Suiza, Carmen Romero (Basilea, 1966) nació en territorio neutral. Sin embargo, hoy es la vicesecretaria general adjunta de Diplomacia en la OTAN. No hay ningún español en la actualidad ocupando un puesto de mayor responsabilidad en la organización.
Periodista de formación y reportera de vocación –cubrió guerras en Irak, Chechenia o Afganistán–, en su despacho en la sede central de la Alianza Atlántica en Bruselas conviven fotos junto a Barack Obama o Felipe VI con otras del álbum familiar. Aquí llegó en 2004, como jefa de prensa, embarazada de siete meses y en contra de sus propias expectativas.
Al comenzar el proceso de selección, tenía el trabajo de sus sueños, desconocía que iba a ser madre por primera vez y no pensaba que fuera a lograr el puesto dada la dura competencia. Pero lo logró. Casi dos décadas y tres secretarios generales después, actualmente es la responsable de diseñar la estrategia de comunicación de la OTAN en uno de los momentos más convulsos en sus 73 años de historia.
Romero es ahora madre de dos hijos y sigue ascendiendo dentro de la organización, «compitiendo con alemanes, canadienses o americanos, que siempre piensas que son mejores que tú –confiesa con humildad–. Trabajar aquí me ha permitido compaginar la vida privada con la profesional, aunque el equilibrio es muy difícil. La responsabilidad es muy grande, y el nivel de trabajo, importante».
A pesar de tratarse de una alianza de defensa y del tiempo que lleva dentro de su organigrama, no hay rastro en el discurso de Romero de algo que haga pensar en estrategias, armamentos, ejércitos... «Mi vida profesional no se ha militarizado para nada, porque aquí casi todos somos civiles.
Lo que sí que me ha cambiado es meterme de lleno en el mundo de la diplomacia. La OTAN toma decisiones políticas sobre la base de una recomendación militar, pero son siempre decisiones políticas,» subraya. Entre sus principales empeños, la española destaca el de garantizar la transparencia en una organización tradicionalmente opaca.
«Gozar de credibilidad y ser transparentes es una batalla continua, pero muy gratificante», reconoce Romero, que repite constantemente a líderes y oficiales «que la comunicación pública es clave». Por eso, se esfuerza especialmente por la desclasificación de información de inteligencia. «Si queremos la confianza de nuestros ciudadanos y estamos diciendo que los rusos están entrando en Ucrania, hay que mostrarlo.
Debemos probar con hechos lo que estamos afirmando». Sobre su mesa se amontonan los periódicos del día: New York Times, Financial Times, Corriere della Sera... Una de sus primeras tareas es conocer qué asuntos marcan la agenda informativa de la jornada y estar preparada para dar respuesta a las demandas de quienes fueron sus colegas de profesión.
También se encarga desde coordinar las apariciones públicas del secretario general, el noruego Jens Stoltenberg, hasta redactar el argumentario y escoger minuciosamente el vocabulario que se empleará para comunicar sobre cualquier operación de la OTAN. «Sé cómo empieza mi día, porque tengo una secretaria fantástica, pero nunca sé cuándo acaba; yo coordino día y noche», bromea con resignación.
El pasado 24 de febrero, Romero se despertó a las cuatro de la mañana con una llamada. La invasión de la que la OTAN llevaba meses advirtiendo, se había iniciado. Desde entonces, su ritmo de trabajo ha sido frenético. «No fue una sorpresa. Veíamos lo que podía venir y estábamos preparados», recuerda.
Sin embargo, eso no lo hizo más fácil. «Para mí ha sido muy duro, porque cuando llegué a la OTAN se estaba construyendo una relación de cooperación con Rusia pese a tener diferencias políticas muy serias. Aquel fue un día de gran frustración por todo lo que se estaba destruyendo.
El trabajo realizado durante tantos años saltaba por los aires. Y sobre todo, se hacía añicos la arquitectura de seguridad internacional».Admite, un poco avergonzada, que no votó en el referendum sobre la adhesión de España a la OTAN en 1986 –residía en el extranjero y votar por correo «era entonces muy complicado»–, pero defiende a la organización y su papel en el mundo a capa y espada.
El debate, todavía vigente en España y en el seno del Gobierno, no le es ajeno, aunque está convencida de que la invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto la utilidad de la alianza. «Ha demostrado la necesidad de tener organizaciones como la OTAN para prevenir que cualquier conflicto en torno a nuestras fronteras pueda extenderse a nuestros países.
La prioridad es reforzar su poder de disuasión para mantener la paz», añade. ¿Es entonces la invasión de Ucrania un fracaso de la alianza? «No teníamos mandato para evitar esta guerra», remarca y aprovecha para insistir en que todos los líderes de la organización, desde el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, hasta el canciller alemán, Olaf Scholz, hicieron lo posible para frenar el conflicto por la vía diplomática hasta el último día.
En el futuro, concluye Romero, la organización seguirá trabajando para garantizar la seguridad colectiva y evolucionando para adaptarse a nuevos retos como el cambio climático o el desarrollo de nuevas tecnologías disruptivas. Lo hará mirando al Este, pero también al Sur. Incluso a China. Porque si algo ha demostrado esta guerra es que «ya no debemos dar nuestra seguridad por sentada»