Lo que nos da la gana

Hace unos días, una estudiante de Periodismo preguntó a Ada Colau, en un acto de su universidad, si que vistiera de manera más formal respondía a una moderación en su discurso político. La alcaldesa de Barcelona se indignó y respondió que le resultaba inaceptable que otra mujer le hiciera esa pregunta y que ella basicamente vestía «como le daba la gana».

Colau pidió después disculpas a la estudiante, que parecía a punto de echarse a llorar, y los tertulianos comentaron en televisión lo agotador que resulta para una política hablar de lo que lleva a o deja de llevar. «Tan doloroso como un roce cuando ya la piel ha sufrido una quemadura de tercer grado».

¿En serio? ¿A estas alturas nos asombramos de que un político acompañe con la ropa su discurso? ¿No nos acordamos de la campaña de Hillary Clinton y sus trajes sastre teledirigidos por Anne Wintour? Del pelo liso de Michelle Obama, en un país que «no estaba preparado para una primera dama con estilo afro», según dice en su último libro.

De Pablo Iglesias sin chaqueta en el debate previo a las elecciones generales. ¿Se nos olvidan los chalecos a lo Balmoral de Abascal? ¿Las cazadoras de cuero sindical de Pedro Sánchez? ¿Eran casualidad las fotos de Ada Colau con la camiseta «Stop desahucios» en su época de activista?

¿Nos parece bien que la alcaldesa de Barcelona regañe a una estudiante de Periodismo desde una posición de infinita superioridad? Y sobre todo, señora alcaldesa, queridos colegas de la televisión, ¿se nos olvida que un periodista puede preguntarle a un político, con educación y con respeto, exactamente lo que le dé la gana?

Porque de eso va esta profesión, creo. Y sí, las mujeres también preguntamos lo que nos da la gana, incluso a otras mujeres. Lo otro no me parece machismo, sino una mojigata y mediocre hipocresía.