Cuando me encontré con Nora

Su nombre se asociaba a grandes hits de los 80 que no me gustaron entonces y tampoco me entusiasman ahora. Básicamente, para mí Nora Ephron se reducía a Tienes un e-mail y Cuando Harry encontró a Sally, ambas incluidas en mi top tres de películas famosas más cursis de la historia, solo por debajo de Sonrisas y lágrimas. Como afortunadamente la ignorancia no tiene por qué anular a la curiosidad, he leído esta semana una recopilación de sus artículos, editada por Libros del Asteroide y que se titula No me acuerdo de nada.

He descubierto a una escritora dulce pero divertida, ácida pero compasiva, sarcástica y tierna. Nora Ephron se ríe de sí misma y de la inevitable amargura que llega con la vejez, a la pérdida de las cosas que siempre nos habían acompañado y que dábamos por sentadas. Las físicas pero también o, sobre todo, las intelectuales. Y nos deja asomarnos a un aprendizaje: el de dejar de definirnos por lo que una vez fuimos capaces de hacer.

Dicho así, suena deprimente pero, créanme, es todo lo contrario. No me acuerdo de nada nos recuerda que vivir debería ser un 80% de sentido del humor y un 20% de compasión. Y, por favor, no dejen de ver de nuevo, en una tarde de domingo, Se acabó el pastel.