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Claudia Llosa (Lima, 1976) suele decir que es directora de cine por accidente. En mi época se hacía muy poco cine en Perú. Era casi como ser astronauta. No podías soñar con dirigir películas. Aunque mis inicios tienen más que ver con la escritura y la poesía, también soy una persona muy visual, porque soy disléxica, explica. Luego, llegó ese momento que, de pronto, lo cambia todo. Fue en una plaza, en Madrid, hace más de 20 años, mientras estudiaba un máster y asistía a un festival de cine y mujeres. Allí vio por primera vez Los espigadores y la espigadora, de la francesa Agnès Varda. Me pareció la cosa más moderna del mundo... ¡Y la había rodado cuando ya tenía 70 años! Entonces, pensé: Tienes tiempo. Y me dí permiso a mí misma para intentarlo, recuerda la cineasta, afincada en Barcelona desde hace casi dos décadas.
Criada en un ambiente intelectual y rodeada de artistas como su madre, Patricia Bueno Risso, y sus tíos paternos, el escritor Mario Vargas Llosa y el cineasta Luis Llosa, dice que un apellido como el suyo marca. Pero para bien. Es un privilegio. Por lo que eso implica en cuanto a los intereses, las conversaciones, las preguntas... La familia es una mochila que uno arrastra y en mí caso... ¡Qué maravilla! Nunca ha sido un peso para mí. Todo lo contrario.
Esa privilegiada mochila, pero también su alma de poetisa, transpira en su cine: poético, simbólico y visceral. Su última película, Distancia de rescate, sigue esa estela. Protagonizada por María Valverde y la argentina Dolores Fonzi, y producida por Netflix, la película habla del terror atávico de perder a nuestros hijos. Distancia de rescate le da nombre a la búsqueda del equilibrio entre protegerles y darles la libertad que necesitan. Porque la paradoja es que, como madres, sabemos que la individualidad del niño solo se puede construir desde la separación. La maternidad siempre ha sido un tema central en sus películas. Tiene que ver con mis experiencias como madre y como hija, con mis preguntas, mis reflexiones, con los miedos de lo cotidiano... A Llosa le gusta decir que el cine puede tener un efecto sanador. Pero, ¿de qué nos tiene que curar?
La maternidad es uno de los elementos más sacros de la historia de la humanidad. Y mientras el papel de la mujer ha dado un giro espectacular, la maternidad no se ha redefinido de la misma manera. No habrá cambios en las relaciones sociales si no hay cambios en el campo de lo simbólico. Y el cine es un gran asidero para redefinir y recodificar esos conceptos. Y en ese sentido, es sanador.
Después de debutar con Madeinusa (sobre un pequeño pueblo peruano en el que Dios está muerto durante tres días y no puede juzgar los pecados de su vecinos), La teta asustada (sobre una misteriosa enfermedad que las madres transmiten a sus hijas durante la lactancia) se convirtió en un fenómeno cinematográfico después de ganar el Oso de Oro en Berlín y recibir una nominación al Óscar. Desde el punto de vista personal, fue una suerte inmensa, un pozo enorme de agua en un momento donde cada vez escaseaba más. De otro modo, no sé qué hubiera pasado con mi carrera. Además, su impacto en Perú fue enorme. Representó la posibilidad del sueño. Cuando volvía a dar charlas, los estudiantes me decían: Después de La teta asustada, mis padres me dejaron hacer cine.
En 2017, la directora recibió el premio Eloy de la Iglesia por ser una creadora osada e inclasificable. ¿Ella también se percibe así? Se ríe. Siempre he sido un poco... indescriptible. Me gusta mucho buscar el reto, el abismo. Además, el abismo puede ser algo misterioso, poético e, incluso, luminoso.
Ahora, Llosa ha encontrado el equilibrio perfecto entre sus dos vocaciones. Soy una persona muy cooperativa, necesito el latido del otro y por eso me gusta mucho el proceso creativo del rodaje. El guión siempre había sido un trabajo más individual, que en ocasiones resultaba doloroso. Ahora que estoy compartiendo ese proceso (co-escribió el guión de Distancia de rescate con la autora del libro, Samanta Schweblin) vuelvo a sentir una fuerza hermosa. Cuando escribes, todo es posibilidad. Ese momento en el que todo es frágil, porque mueves un hilo y la historia cambia, es realmente hermoso.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.