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Más que una película, es un cuento. Y, como en tantos cuentos, desvelar el giro fantástico que sustenta gran parte de la magia sería un pequeño gran crimen. Estamos ante una de las grandes sorpresas del año, una película mínima que ha ganado las más altas puntuaciones en la crítica mundial y el Premio del Público en el pasado Festival de San Sebastián. Quizá leas la sinopsis de 'Petit maman' y no te parezca nada excepcional: la historia de una amistad entre dos niñas de ocho años, una de las cuales ha perdido a su abuela. Y, sin embargo, el filme maravilla. No esperes a que el boca oreja te la recomiende. Y, si tienes la suerte de tenerlos, ve con niños y abuelos.
'Petit maman' no es una película experimental ni una rareza 'indie'. Se mueve en una liga distinta, un lugar en el que una mayoría sí aprecia una obra de autor, en este caso de autora. Su directora, la francesa Céline Sciama, ha logrado reconciliar el favor de crítica y público con películas que sustentan sobre todo en su delicada sensibilidad. Así sucedió con 'Retrato de una mujer en llamas' (2019), ganadora del premio al Mejor Guión en Cannes y de la Palma de Oro Queer y nominada en diez candidaturas en los Premios César del cine francés. También con 'Girlhood' (2014), un retrato de la adolescencia en la 'banlieu' de París, o 'Tomboy' (2011), sobre la negociación con el género de una niña de 10 años.
En 'Petit maman' encontraremos rasgos familiares en el cine de Céline Sciama, como una sensación de intimidad total con los personajes, cuya esencia brilla en diálogos aparentemente intrascendentes o escenas mínimas. La mirada preciosista de la directora, una esteta sin duda, logra que un patio de cemento de cualquier barriada de París resulte tan seductor como un bosque o un acantilado. Además, está la banda sonora de Jean-Baptiste de Laubier, también responsable de la música de 'Retrato de una mujer en llamas' y 'Girlhood'. De repente, una canción envuelve la película y la propulsa al infinito. Y todo es emocionante o más allá.