Futurofobia, el miedo al futuro y a lo que está por venir que te impide disfrutar del momento y pensar en positivo

Desde una vieja canción a una corriente de la filosofía clásica, o incluso un regreso al pueblo de los abuelos. ¿Por qué la decepción presente nos empuja a un futuro que se conjuga en pretérito?

Imagen de la colección otoño 2022 de Vivienne Westwood. JO-FETTO
Futurofobia, el miedo al futuro y a lo que está por venir que te impide disfrutar del momento y pensar en positivo
NOELIA FARIÑA

Hemos cancelado el futuro y las razones nos sobran: ¿quién querría vivir en un mañana que amenaza con ser peor? En una realidad que encadena crisis y desgracias, el idealismo está condenado al fracaso. «La futurofobia es paralizadora porque nos dice que, hagamos lo que hagamos, no podemos escapar de un futuro terrible [...]. Así que nuestra mayor ambición es ir tirando», apunta Héctor García Barnés, en su ensayo Futurofobia (Plaza & Janes).

Con este término, el periodista analiza cómo habitar en un permanente estado de excepción nos está convirtiendo en una sociedad resignada y atrapada en la idea de que todo antes era mejor. «No sentimos nostalgia por los usos y costumbres del pasado. Sentimos nostalgia por un momento en el que aún había un futuro posible que soñar. El pasado es el único futuro posible», puntualiza el autor.

El ensanyo Futurofobia (Plaza & Janés), de Hector García Barnés. D.R.
Imagen - El ensanyo Futurofobia (Plaza & Janés), de Hector García Barnés.

Por eso, contextualizar algo de lo que vemos u oímos últimamente resulta imposible. Lo antiguo se maquilla, lo nuevo parece viejo. En Los fantasmas de mi vida (Caja Negra), Mark Fischer ya se quejaba del anacronismo cultural en el que seguimos sumidos.

El factor sorpresa ha quedado en el olvido

Para el filósofo y crítico británico, la «deflación de las expectativas» y la acomodación de los artistas ha aniquilado la capacidad de sorpresa. Ejemplificaba el fenómeno con la artificialidad temporal de Adele o Arctic Monkeys, pero lo que probablemente ni Fischer vio venir es que canciones de otras décadas encabezarían las listas de novedades.

Ocurrió con Dreams, de Fleetwood Mac, un tema de 1977 que se revitalizó en TikTok y acabó reproduciéndose en la investidura de Joe Biden. Y volvió a suceder con Running Up That Hill, de Kate Bush, tras su aparición en la cuarta temporada de Stranger Things.

El audiovisual ha establecido también su propia regla de las tres erres: remakes, reboots y revisiones reconfortantes. Para Aida Méndez y Elena Lombao, de Las Bloody Girls –un espacio de investigación y divulgación del cine de terror con perspectiva de género–, la razón es sobre todo funcional.

La serie ambientada en la Irlanda del Norte de los 90, Derry Girls, disponible en Netflix. D.R.

«Los parámetros en los que nos movemos presentan tantas variables de control que resulta más sencillo tomar como punto de partida épocas que conocemos mejor». Para estas prescriptoras, ese contexto puede enriquecer la trama. «En el terror o el thriller, situar la acción en momentos con menor desarrollo ayuda a poner a los personajes en más aprietos, debido a la ausencia de recursos para pedir ayuda».

La filosofía clásica es la solución

La incertidumbre y la necesidad de respuestas ha disparado, además, el interés por la filosofía clásica. Las ventas de Meditaciones, de Marco Aurelio, y Cartas a Lucio, de Séneca, aumentaron desde 2020 y sus lecciones se cuelan en retiros de ejecutivos en Silicon Valley. Porque no solo de cinismo vive el hombre, el estoicismo también está de moda.

Para Pedro Vivar, fundador del blog Diario Estoico, el interés se debe a su practicidad, lo que ha llevado a Pau Gasol o Elon Musk a adoptarla. «Seguimos teniendo los mismos problemas que hace 2.300 años: dinero, decepciones, miedo a la soledad y a la enfermedad...

El estoicismo, el truco para invertir en aquello que es real

El estoicismo responde con herramientas prácticas como la circunscripción del presente, la dicotomía de control o la Dianoia», explica Vivar, que recurre a las palabras del fundador de esta corriente filosófica, Zenón de Citio: «Invierte en todo aquello que un naufragio no pueda arrebatarte, y esto es principalmente tu carácter y tu voluntad».

Romantización del pasado y la vuelta de la aristocracia

La romantización del pasado ha propiciado también una revolución de clases. Y no nos referimos a la eclosión del cine de tacitas, si no a una renovada generación de aristócratas que combina el título nobiliario con emprendimiento y se atreve a ironizar con él. «Hay cierto hastío hacia una idea de modernización, excesivamente fiada en lo nuevo o en el progreso más externo», razona José Miguel Hernández Barral, profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM.

Para este experto en las élites europeas del siglo XX, que acaba de publicar una biografía sobre Luis Martínez de Irujo, duque de Alba (La esfera de los libros), la fascinación por la aristocracia se debe precisamente a su conexión con el pasado. «Algunos querrían resucitar un ideal aristocrático como solución a las lagunas de la meritocracia, pero creo que tiene mucho de populismo interesado», matiza.

Adaptación de la novela de Jane Asuten, Persuasión, disponible en Netflix. D.R.

En la actualidad, un título carece de privilegios (incluso hay que pagar para mantenerlo), pero evoca ese legado de pompa, abundancia y gloria en el que da gusto acomodarse. En esta batalla contra el futuro, la naturaleza es una trinchera. En su ensayo Cómo no hacer nada (Ariel), Jenny Odell confesaba que observar pájaros era su forma de parar el tiempo y del confinamiento surgió nuestro idilio con el campo.

Las migraciones rurales

Según un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona y el Centro de Estudios Demográficos acerca de las migraciones internas en España durante la pandemia, los movimientos hacia lo rural aumentaron un 20,5% y las salidas disminuyeron un 12,6%.

Para la periodista y antropóloga Virginia Mendoza, autora de libros sobre el desarraigo rural como Detendrán mi río (Libros del KO), vivir en un pueblo es una decisión política y terminar con la narrativa del que lo deja todo y se muda a uno, su primera propuesta para acabar con los prejuicios que aún arrastran.

«Hace unos días escuché a alguien decir que no viviría en un pueblo por el cuchicheo. Bueno, es que el cotilleo tiene su función en las comunidades pequeñas y, nos guste o no, opera como nexo social», defiende. ¿Y si ahí precisamente hay una oportunidad para el futuro?

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Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.