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Es día de ventas. En un gran salón en la sede de Paco Rabanne en París se agrupan compradores de grandes almacenes y tiendas de muchos países. Varias modelos pasean por la sala con prendas de la colección del próximo año y algunas empleadas de la casa hacen videoconferencias con clientes que no han podido viajar.
Varias plantas más arriba, Julien Dossena (Ploemeur, 1982) parece ajeno a ese bullicio. Pero nada más lejos de la realidad: sabe muy bien el éxito que ha tenido en sus resultados cada año. Me recibe en su despacho, contiguo al taller de patronaje y costura. Relajado, amable, tímido aunque seguro. Me ofrece asiento y algo para tomar. Comenzamos a conversar.
Mujerhoy. Aunque no sea habitual oírlo, Rabanne, Courrèges y Cardin fueron auténticos revolucionarios de la moda. ¿Está de acuerdo?
JULIEN DOSSENA. Cuando ellos llegaron, toda una nueva generación tomaba el relevo en la moda y, a la vez, se estaba produciendo una gran revolución cultural.
También una revolución política y social...
Sí, por supuesto, y todo eso trajo una nueva estética. La moda se desconectó de la alta costura y ellos se convirtieron más en diseñadores que en couturiers. Se asociaron con la vanguardia, conectaron con el arte, fueron muy conceptuales, pero también muy populares: su moda estaba en las calles. El estilo de Rabanne se puede ver en muchos programas de televisión, sus vestidos metálicos los llevaba Françoise Hardy... y lo mismo sucedía con Courrèges y Cardin. Fueron radicales y populares a la vez, y eso es difícil de conseguir.
¿Cree que Rabanne asumió más riesgos que sus colegas?
Sí, él hizo un trabajo más personal. Courrèges tenía la ideología de las formas y Cardin dio la vuelta a la costura, pero Rabanne quería expresarse a sí mismo.
¿Eran más libres, tenían menos presión económica?
Sí, totalmente. Hoy la industria es muy diferente y la presión financiera es mucho más importante: hay que vender, estar pendiente de los números, obtener resultados... Entonces había más libertad porque eran sus marcas y sus decisiones; ellos eran el corazón de su firma. Cuando trabajas para una marca, te tienes que adaptar. Aunque tienes que ser libre y creativo, también debes expresar lo que es relevante en esa etiqueta, sus raíces, su ADN. Tienes que encontrar el equilibrio entre tu expresión personal y la de la firma. Nunca eres totalmente libre.
¿Cree que Rabanne es suficientemente conocido para las generaciones más jóvenes? Tengo la sensación de que conocen sus perfumes, pero no al creador.
Ese fue mi objetivo cuando llegué. Durante muchos años, la casa no había hecho nada de moda. La expresión de la marca eran los perfumes, que están bastante lejos del territorio del diseñador y están en el mercado de una forma masiva. Mi trabajo era volver a hacer visible la moda. Fuimos paso a paso y ahora la gente puede encontrar colecciones que confío que transmitan el ADN de Rabanne y su valor creativo.
¿Qué es más difícil: actualizar sus ideas o que el público lo conozca?
Mitad y mitad. Empecé trabajando en los valores estéticos como si se tratara de una marca nueva y radical. Quería traer su estética sin citarlo, sin utilizar el metal y otros materiales que él empleó. Intenté mostrar su concepto, su intelectualidad, su sensualidad, su estética amazona muy sexy... y también algo esotérico, mezclado con una mentalidad pop. Él era esa mezcla de valores súper modernos, alejados de la estética burguesa y que siguen funcionando hoy. Era un adelantado a su tiempo: fue pionero en un montón de técnicas que otras marcas se apropiaron después, lo cual no me parece mal, y había que recuperar su visión icónica de la moda. Había que poner los pilares, trabajar financieramente y, una vez hecho esto, acentuar la fantasía, lo que es más radical y conceptual, crear nuevas imágenes deseables.
¿Qué generación entiende mejor la marca?
Para los jóvenes, Paco Rabanne es muy cool, sexy, las prendas encajan con su estilo. Luego están los expertos en moda, que quieren las piezas de cada temporada, los nuevos iconos. Y hay también una generación de mediana edad que puede conectar lo que recuerda de Paco Rabanne y lo que quiere vestir de la colección actual. Es una mezcla interesante entre diferentes generaciones y hay distintas percepciones que me permiten jugar. Por ejemplo, si quiero hacer algo muy moderno y futurista, sé que los más jóvenes estarán fascinados.
¿Y en qué mercados tienen una mejor acogida las colecciones que crea?
En Estados Unidos atraen a los expertos y a gente con una visión relajada a la que le gusta el athleisure. En Asia fascinan los diseños metálicos y en Oriente Medio y América del Sur, las piezas más sensuales, las estructuras metálicas, doradas, al estilo de los diseñadores italianos de los 90. En Francia, Gran Bretaña y Europa en general interesa más la sastrería.
¿Tiene en cuenta lo más vendido cuando trabaja?
Sí. El equipo de ventas analiza resultados y yo recibo esa información. Así empezamos a hacer bocetos, tomamos decisiones... Es algo que me influye; tengo en la cabeza lo que la gente quiere que diseñemos, pero también trato de crear cosas nuevas y arriesgar.
En 2023 cumplirá 10 años al frente de Rabanne. Usted es joven, pero cuando entró era casi un niño... ¿Cómo ha cambiado desde entonces?
[Risas] Sí, tenía que demostrar un montón de cosas y mucha tarea por hacer. Era una página en blanco y estaba bajo presión para hacer algo relevante. Ahora que ya lo he hecho, puedo disfrutar más con el placer creativo, ir más lejos y evolucionar. Es lo que hago con mi equipo, lo que nos hace implicarnos con la marca y lo que me hace realmente feliz. Acumular éxitos y proponer lo mismo año tras año no es mi manera de entender la moda ni la manera en la que concibo Paco Rabanne. Esta no es ese tipo de marca. He evolucionado en ese sentido y soy algo tímido, pero tengo confianza en mí mismo y eso me permite no torturarme preguntándome: «¿Gustará?, ¿es lo suficientemente bueno?». A veces tengo que parar y decirme: «Está bien, lo lograste».
Empezamos hablando de la revolución que supuso Rabanne en los años 60. ¿Siguen siendo ahora revolucionarios?
No. Puedes proponer una forma de sentir, hacer nuevos diseños acordes con el momento, pero eso no es ser vanguardista. Hoy tienes que fijarte en lo que hay alrededor para proponer algo relevante. No creo que ellos pensaran en ser revolucionarios, sino que mostraron todo lo que llevaban dentro. Ahora la industria tiene un peso mayor.
Usted estudió Arte. ¿Cree que eso está sucediendo también en ese mundo?
Cuando yo estudiaba, hace 22 años, era el momento de los Young British Artists: eran estrellas que atraían a millonarios y personalidades que empezaban a invertir en arte. Y hubo un cambio parecido cuando llegué a la moda, en 2005. Había que seguir ese camino, profundizando en el marketing, en la publicidad, en la escala industrial... El arte y la moda han ido creciendo en esa dirección, pero también en la digitalización; ese ha sido el principal cambio en los últimos 10 años. No sé lo que va a pasar, solo observo y veo que lo digital se ha convertido en mainstream. Eso es positivo, porque todo el mundo tiene acceso, pero también puedes perder tu personalidad, porque no existe un espacio vanguardista y es todo muy rápido. Incluso con la ropa debes reaccionar al instante y en la pantalla del teléfono tiene que ser sexy, colorista, fácil... Vivimos un momento de mucho griterío y es triste, porque limita las posibilidades de una conversación pausada y con perspectiva.
¿Cómo supo que lo suyo era la moda y no el arte?
Ambos están unidos. Me pasaba el día dibujando y, cuando tenía 11 años, quería trabajar en algo que tuviera que ver con eso, me daba igual si se trataba de diseñar muebles o coches. En la universidad descubrí otras referencias culturales, pero echaba de menos dibujar. Por eso volví al diseño y a la moda.
¿Qué cree que va a pasar con el Metaverso y los NFT?
Es fascinante, otra forma de crear... pero se trata de mercado, de cómo hacer dinero. La moda es más que hacer ropa para avatares. Hay que tocarla, retorcerla, acariciarla y ponérsela.
¿Conoce personalmente a Paco Rabanne?
No, no lo conozco. He sido respetuoso, porque no quería importunarlo. Él puso fin a su carrera hace ya 20 años y en aquel momento dijo que quería retirarse de la vida pública, por eso me pareció que no era apropiado pedirle una entrevista. Pero, por supuesto, si quisiera que tomáramos un café algún día, correría a su encuentro.
¿En su familia alguien más estaba interesado en la moda?
No. Soy el mayor de cuatro hermanos y solo yo me dedico a este mundo. Mi hermano trabaja con trenes en Suiza, mi hermana es enfermera en un hospital en Bretaña y el pequeño se dedica a los barcos y navega alrededor del mundo.
¿Y sus padres?
Tampoco. Mi madre era profesora y ha vuelto a dar clase después de muchos años; y mi padre tenía un club en Nueva York. Se divorciaron cuando tenía seis años y viví con mis abuelos mucho tiempo. Mi abuelo era escultor y mi abuela, profesora de Literatura francesa. De ellos heredé el interés por la cultura y su importancia en la vida.
Decía Miuccia Prada que sus hijos, como mucha gente joven, pueden vivir sin literatura y que aprenden de otra manera.
Es una generación visual, no leen, solo miran y miran. Y captan rápido la información: es una fast culture para una fast fashion. Es una forma diferente que no entiendo, aunque de mi generación se decía que siempre estábamos con los videojuegos. Al final, uno estudia, crece, lucha por lo que le interesa... Mi generación no cuestionaba lo que pasaba, ni ética ni políticamente. Ahora todo se cuestiona y eso es estimulante, es estar vivos de verdad.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.