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Los humanos somos los únicos seres que estigmatizamos las pasiones, la única especie que vive su sexualidad con vergüenza y castigo. Kate Lister (Ulverston, Inglaterra, 1981) es una entusiasta académica del deseo y de su normalización.
Sus descubrimientos van surtiendo sus clases en la Escuela de Artes y Comunicación de la Universidad de Leeds y nutriendo el proyecto de investigación Whores of Yore [Putas de antaño], un archivo digital interdisciplinar donde documenta la historia de la sexualidad.
La editorial Capitán Swing ha publicado en nuestro país una guía ilustrada que recoge su afán divulgador, dotado de ingenio, compasión y agudo sentido del humor. El ensayo Una curiosa historia sobre el sexo tiene paradas en asuntos de género, raza, belleza, pudor, lenguaje e ideas agazapadas tras la regulación de uno de los impulsos más primarios. La historiadora y conferenciante indaga exhaustivamente en los orgasmos de nuestros antepasados, en un ímprobo esfuerzo por emancipar los nuestros.
MUJERHOY. ¿Qué deberíamos aprender de los animales en lo relativo al sexo?
KATE LISTER. En la naturaleza no vas a encontrar a leones rechazando a otros por el tipo de sexo que les guste practicar. Por otra parte, vivimos en sociedades complejas, así que hemos de reflexionar sobre qué sucedería si alguien sintiera un arrebato y atacara a otra persona. Por eso tenemos unas reglas.
No obstante, creo que podemos aprender de la infinita variedad de sexo que practican los animales. Nuestra sexualidad es aburrida comparada con la suya. El otro día leí acerca de un escarabajo que, como no ve muy a menudo a los de su especie, ha de reproducirse por sí solo, dando a luz a un ser medio formado, con el que copula para volver a reproducirse. Y luego nos sentimos culpables por tener un fetichismo con el látex...
Su trabajo le ha procurado numerosos haters en las redes sociales.
He recibido todo tipo de insultos. Con el tiempo, he descubierto que hay diferentes niveles y tipos de odio. Hay trolls desagradables de extrema derecha, que detestan a cualquiera, y hombres enfadados, pero esos son agresores con los que ya contaba. El odio que me sorprendió fue el de algunas feministas. Cuando comencé esta investigación, siempre pensé en mí misma como miembro de ese colectivo.
Kate Lister
Pero al empezar a hablar sobre trabajadoras sexuales, me di cuenta de lo polémico que es este tema dentro del feminismo y las divisiones que provoca. La gente puede volverse muy agresiva. Hay personas que me acusan de apoyar al patriarcado. Ya estoy acostumbrada, porque no todo el mundo va a estar de acuerdo conmigo, pero ha sido una experiencia extraña.
Su estudio académico, su blog y sus redes se titulan Putas de antaño; ¿es una decisión de la que se arrepienta?
En absoluto, porque es un sustantivo muy interesante históricamente. Desearía, eso sí, haberlo usado con un poco más de conciencia, puesto que todavía se emplea para atacar a personas vulnerables. Es una palabra que se aplica como un insulto general y engloba ese juicio que aplicamos al sexo de las mujeres. El lenguaje es muy resbaladizo. Si tú decides llamarte así, puedes hacerlo, pero si tu jefe se dirige a ti así, lo denuncias.
¿Qué opina de la educación sexual a través del porno y del amor romántico?
No creo que haya nada necesariamente malo en la pornografía. Creo que ha existido desde que la humanidad pudo hacer dibujos en las paredes de las cuevas. Con lo que tengo un problema es con su falta de variedad, con la historia y las imágenes dominantes que no se cuestionan.
El porno heterosexual es perjudicial, muy agresivo. No creo que haya nada malo con ese tipo de sexo, pero cuando hay pocas alternativas, lo que tienes es toda una generación de jóvenes que crece pensando que eso es de verdad el sexo. Tenemos que educar a la gente sobre la pornografía para explicarles que eso no es sexo real.
Por no hablar del trabajo de edición que tienen esas escenas.
Eso es. Está cortado, está filmado, está escrito... es postproducción. Necesitamos hablar con los jóvenes para explicarles que los actos sexuales que están viendo son geniales siempre que haya consentimiento, y que no son lo que se espera de ellos que hagan.
En cambio, en clase les contamos que el espermatozoide se encuentra con el óvulo y que, nueve meses después, hay un bebé. Eso no es suficiente, porque un joven con móvil tiene acceso a la pornografía más extrema.
¿Cómo está influyendo en nuestra forma de ver el sexo la visibilización LGTBIQ+?
Estamos viviendo un momento histórico muy interesante y positivo. Las personas homosexuales, trans y queer han existido desde siempre, pero la narrativa está cambiando porque ahora su voz está más aceptada en la sociedad. Yo lo noto en la actitud de mis estudiantes.
Esta nueva generación habla más abiertamente sobre lo que es normal y lo que no; aunque eso no deja de ser extraño, porque todo el sexo es normal. Ha habido mucho trabajo por parte de la comunidad LGTBIQ+ para recuperar su espacio.
Entre los avances que anhela está el uso cotidiano de palabras que se consideran insultos.
Cunt [coño] se considera la palabra más ofensiva de la lengua inglesa, algo que resulta perturbador. ¿Qué queremos decir, que el sexo femenino es el mayor agravio que existe? Estoy tratando de entender ese odio hacia nuestro sexo. También me parece interesante la palabra coñazo en castellano.
¿Cómo se puede terminar asociando nuestro órgano sexual con el aburrimiento o la molestia? ¿Cómo podemos estar utilizando palabras ofensivas para hablar de nuestros cuerpos y del placer sexual?