entrevista exclusiva
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Era su mejor amiga y la persona con la que lo compartía absolutamente todo. Aunque a finales de mayo se cumple el primer aniversario de la muerte de Ouka Leele, su única hija, María Rosenfeld, solo es capaz de recordarla con una sonrisa. «Su proceso de enfermedad duró más o menos el tiempo de la pandemia. Estuvimos dos años prácticamente pegadas la una a la otra. Por eso, no me quedé con la sensación de no haberle dicho te quiero más veces. Cuando murió, fue una pena, pero tampoco quieres ver sufrir a nadie... Hubo tanto cariño y tanto amor, fue tan bonito estar con ella hasta el final, que me resulta difícil pasarlo mal cuando pienso en ella», explica.
Ahora, también se ha convertido en la guardiana del imaginario y el legado de la artista, pintora, poeta y fotógrafa, cuya obra vibrante y colorista la convirtió en uno de los iconos de la Movida madrileña. «Cuando murió me fui un mes a Bali con mi novio para desconectar y sanarme. Cuando volví, me puse a organizar sus cosas. Ha sido como una terapia para mí porque es una forma de seguir conectada con ella y descubrir muchas cosas nuevas», explica Rosenfeld, que lleva meses descubriendo escritos inéditos, catalogando la obra de su madre y proyectando exposiciones. «Era una artista que no podía parar de producir: hay cuadernos y más cuadernos de sus poemas y todo tipo de historias que no conocía detrás de cada foto. Se obsesionaba tanto con algunas temáticas que hacer una foto era casi como hacer una ofrenda a una Diosa para ella. Sabía que era algo que tenía que hacer, pero no sabía que iba a gustarme y divertirme tanto».
Siempre habían estado muy unidas. «Mi madre y yo estábamos solas porque mi padre no estaba… Tomar la decisión de criarme sola y viajar conmigo fue muy valiente. Se lo montaba súper bien: si me llevaba a una conferencia, yo me dedicaba a jugar con mis muñecas debajo de la mesa. Era una madre increíble. Nunca quiso perderse mi infancia por su trabajo». Rosenfeldt no tuvo una infancia convencional. Aunque estuvo matriculada en un colegio Waldorf durante un tiempo, a los ocho años su madre decidió educarla en casa apoyándose en el sistema americano de homeschooling. «Recuerdo mi infancia con muchísimo cariño: viajé por todo el mundo y estudié la carrera de arpa en paralelo. No me evaluaban con exámenes, sino con trabajos. Si, por ejemplo, tenía que hacer un trabajo de historia, abría el melón que más me apetecía y me hacía una inversión total en ese tema. Me sirvió para aprender a organizarme y tener iniciativa. Cuando después fui a la universidad, lo cogí con muchísimas ganas porque no estaba quemada de estar sentada en un pupitre».
Con 19 años, terminó la carrera de arpa sin tener muy claro lo que quería hacer a continuación. «Me gustaba mucho la música y aunque me ayudó a tener una disciplina de estudio, me di cuenta de que con eso sólo podía hacer bodas, bautizos y comuniones». Un día, paseando por la Gran Vía con su madre, un anuncio de una escuela de diseño despertó su curiosidad. «Siempre me había encantado la moda. De pequeña les hacía ropa a mis muñecas. Le dije: 'Mamá, ¿y si estudio moda?». Terminó graduándose en el Instituto Europeo de Diseño. «Me encantaba el patronaje, que es la parte más técnica del diseño de moda, la que permite dar volumen a una prenda. Disfruté muchísimo».
Rosenfeldt tuvo su primer contacto con la fama en 2012, cuando participó en un polémico anuncio de Loewe con otros hijos de personajes famosos como Martín Rivas o María Forqué. Fue un auténtico bautismo de sangre. «Ahora estas cosas virales son más habituales, pero entonces no lo eran. Yo no tenía ni Twitter ni Instagram ni nada de eso. Era bastante pasota. Un día, me levanté por la mañana y tenía millones de llamadas perdidas. El anuncio lo rodamos con uno de mis profesores. Era casi una broma, no sabíamos la repercusión que tendría. Recuerdo que el primer fin de semana, salí por la noche y tuve que volverme a casa porque todo el mundo quería sacarse fotos conmigo. Curiosamente, todos hemos acabado haciendo cosas y quitándonos la etiqueta de aquel anuncio de encima», recuerda.
En 2013, Rosenfeldt puso en marcha la firma de moda sostenible Heridadegato, que llegó a desfilar en la pasarela EGO de la Madrid Fashion Week, pero que dejó de producir colecciones en 2019. «Mi madre siempre me inculcó el valor de la libertad. Normalmente, nos educan en eso de que tienes que estudiar, elegir una profesión, dedicarte a eso y si decides cambiar, es un fracaso. Pero ella me decía: «Solo se vive una vez, vive como quieras».
Rosenfeldt siempre se ha guiado por ese consejo. «Cuando me preguntan a qué me dedico, suelo decir que un poco a todo. Te puedo dar una clase de yoga un día y al siguiente, montar una exposición o hacer una sesión de fotos. Cada día es diferente». Ha colaborado con marcas como House of Mats, dedicada al diseño de esterillas de yoga, y firmas de moda alternativas o de cosmética vegana, pero también ha organizado retiros y eventos relacionados con el yoga.
Descubrió la disciplina hace más de diez años y cambió su vida. «No hacía deporte. Como mucho, iba al gimnasio y veía series mientras corría en la cinta. Una amiga me llevó a una clase de bikram yoga para probar. Me di cuenta de que tenía 20 años y mi cuerpo era como un tronco. Empecé a ir todos los días y se convirtió en un reto. Te das cuenta de que empiezas a respirar mejor, duermes mejor, te sientes bien… Seguí practicando y decidí formarme. Ahora, cada vez que viajo, me aseguro de que haya un estudio cerca», explica.
Ahora, Rosenfeldt está empezando a explorar su faceta más artística. «El yoga es mi práctica diaria, como quien se da una ducha por la mañana, pero me faltaba esa parte creativa que ahora estoy empezando a descubrir. Aunque no es mi obra, es como si tuviera un saco lleno de caramelos con los que puedo hacer exposiciones, libros…», explica.
También quiere poner en marcha una fundación. «Cuando me puse a ordenarlo todo, me encontré con que mi madre había dejado escritos los estatutos para un proyecto que quería que incluyera unas casas de campo para organizar residencias de artistas y colaborar con artesanos. Pensé: 'Si lo dejó escrito, tengo que hacerlo'. Es un buen plan para conservar su patrimonio. Lo voy a cuidar como se merece», explica. Aunque durante un tiempo también se interesó por las criptomonedas vinculadas a proyectos de sostenibilidad, terminó desencantada. «Es un mundo muy volátil y un poco sucio. Perdí un poco la fe».
¿Cómo se plantea el futuro? «Creo mucho en la providencia y soy muy de dejarme llevar.... Ser inteligente tiene que ver con ser capaz de adaptarse a lo que hay. Me encantaría seguir trabajando con el legado de mi madre y poder viajar. Ya no busco lo que buscaba con 20 años, cuando quería ser una diseñadora súper reconocida. Ahora, si puedo estar con mi novio en una playa, soy feliz. Pero quién sabe, igual dentro de diez años me da por poner una floristería…», dice con una sonrisa. Sobre todo, María Rosenfeldt sigue comprometida con el consejo más importante que le dio su madre, el que siempre tiene presente y guía sus pasos: «Solo se vive una vez, vive como quieras».