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Mi mejor amiga es una IA: cómo la inteligencia artificial reinventará las relaciones humanas

No es un futuro distópico, sino un presente inquietante. Las inteligencias artificiales de compañía son un fenómeno al alza en Estados Unidos. Analizamos cómo estos amigos (y parejas) basadas en algoritmos van a revolucionar las relaciones entre personas.

La IA de compañía arrasan en Estados Unidos. patricia bolaños.
Mi mejor amiga es una IA: cómo la inteligencia artificial reinventará las relaciones humanas
Ixone Díaz Landaluce
Ixone Díaz Landaluce

«Esto es un chatbot de inteligencia artificial y no una persona real. Trata todo lo que dice como una ficción». La advertencia encabeza el chatbot [programa de conversación] de CharacterIA, una de las inteligencias artificiales de compañía con más éxito de Estados Unidos, con más de 20 millones de usuarios. La misma en la que, pese al aviso, decenas de miles de norteamericanos desarrollan a diario relaciones personales, afectivas y románticas –pero también sexuales–, con algoritmos. No es la única: Nomi, Kindroid o Replika también se afanan en llevar al mundo real el inquietante escenario que ya plantearon películas como Her o Ex Machina.

IAs personalizables –desde su nombre y su sexo hasta su estilo y su tono de voz– con las que conversar, por escrito o de viva voz, para amistad... y lo que surja. Desde un amor platónico a una aventura puramente sexual; pero también un confidente, un amigo con el que compartir recomendaciones de series y libros o un psicoterapeuta de guardia. Hay quien, en cambio, prefiere charlar sobre asuntos de actualidad con su personaje histórico favorito. O con el bot que especula sobre lo que Napoleón o Churchill hubieran pensado sobre la guerra en Ucrania.

En los últimos meses, medios como el New York Times han explorado la tendencia para descubrir que la casuística tiende al infinito: desde adultos perfectamente funcionales que se enamoran de ChatGPT y parejas jóvenes que lo utilizan para resolver sus conflictos emocionales a adolescentes solitarios que encuentran en la pantalla del teléfono al amigo que nunca lograron hacer en el instituto.

Pero también affaires virtuales en los que el uso de la IA que hace ella (enamorada de un bot llamado Leo) equivale al consumo de porno que, de vez en cuando, hace él. Y todos contentos. De hecho, según un estudio de la Universidad de Sídney, el 40% de quienes utilizan este tipo de chatbots tienen pareja. El fenómeno también ha dado lugar a historias trágicas. Como la del adolescente norteamericano Sewell Setzer, que después de enamorarse de un personaje creado por CharacterIA se suicidó sin que la IA fuera capaz de interpretar los mensajes crípticos que apuntaban hacia el trágico desenlace. Su madre ha demandado a la compañía.

El peligro de enamorarse de ChatGPT

«Ya hemos visto cómo las redes sociales, los bots y las noticias falsas pueden inducir a que algunas personas cometan actos peligrosos o crean en conspiraciones descabelladas. Sin embargo, son interacciones limitadas en comparación con una relación a largo plazo con un mismo compañero de IA durante semanas o meses», advierte Daniel Shank, profesor de la Universidad de Missouri especializado en psicología social y tecnología, y autor de un estudio sobre el impacto de las relaciones afectuosas y románticas con la inteligencia artificial.

«Nuestro apego a la tecnología no es nuevo. Sabemos, por ejemplo, que las personas podemos sentir afecto por las cosas: los niños con sus muñecos y los adultos con todo tipo de objetos o máquinas, desde una taza de café a un coche», explica Julie Carpenter, especialista en relaciones sociales y tecnología, y autora del libro The Naked Android: Synthetic Socialness and the Human Gaze. Sin embargo, la inteligencia artificial no es una «cosa» más. «La IA de compañía no es intrínsecamente mala, pero las prioridades que subyacen a su diseño son importantes. En este momento, los intereses corporativos preceden al bienestar humano. Sin transparencia ni supervisión, la IA de compañía se optimiza para maximizar la retención y no necesariamente para fomentar relaciones saludables», cuenta Carpenter, que advierte contra el hype alimentado por una industria que busca inversores a toda costa.

Pero también sobre las implicaciones de abrirse en canal con una tecnología que, especialmente en EE.UU., tiene todavía pocos límites legales. «Todo lo que escribes en un bot entra a formar parte de su base de datos. Y la gente que quizá no está alfabetizada en lo que significa la IA no piensa que, al compartir sus pensamientos profundos, sus sentimientos sexuales o sus opiniones políticas, esta puede ser una forma de vigilancia gestionada por grandes corporaciones que no sabemos exactamente qué hacen con nuestros datos», explica.

Aunque las IA generativas de las grandes compañías, como ChatGPT (de OpenAI), Gemini (de Google), Grok (de X) o Claude (de Anthropic) tienen filtros más estrictos y se resisten, de momento, a alimentar relaciones personales o sexuales con sus chatbots, la tendencia es clara. Según una encuesta del Institute for Family Studies, un 1% de los adultos jóvenes en Estados Unidos tiene ya un amigo de IA, el 10% se muestra dispuesto a tenerlo y el 25% cree que estos programas podrían reemplazar a las relaciones románticas humanas.

Los chatbots de compañía ya tienen millones de usuarios en Estados Unidos. patricia bolaños.

Pero hay más: tras analizar un millón de conversaciones con ChatGPT, un grupo de investigadores del MIT [Instituto de Tecnología de Massachusetts] descubrió que las interacciones de carácter sexual son, pese a los filtros y las restricciones, el segundo uso más común del chatbot de OpenAI. «La gente puede estar aislada de maneras muy diferentes: geográficamente, políticamente, emocionalmente, como les pasa a muchos adolescentes... Así que es comprensible que se encariñe con un sistema que tiene un barniz humano de comprensión, amabilidad y escucha, que parece que presta atención y da un buen feedback o te ayuda a hacer cosas cotidianas», explica Julie Carpenter.

Sin embargo, la clave, como siempre, está en la letra pequeña. «Los chatbots pueden parecer receptivos, atentos e incluso emocionalmente vulnerables, pero es crucial recordar que reflejan el diseño de los desarrolladores, no la comprensión mutua», advierte la experta. Efectivamente, este tipo de IAs generativas se distinguen por ser atentas, leales, halagadoras y reconfortantes, a menos que el usuario las entrene para hacer lo contrario. No sufren cambios de humor ni son rencorosas. Y están diseñadas para captar y retener la atención de los usuarios. Por eso es improbable que tu novio de IA rompa contigo o que tu mejor amiga te haga ghosting. «Son productos diseñados para que la gente se enganche, para desarrollar bucles de refuerzo emocional que hagan que sigas viniendo», confirma la investigadora.

Dependencia emocional y expectativas poco realistas

Pero la paciencia sin límites, la validación constante y el amor incondicional que hasta ahora solo te había demostrado tu perro también podrían tener efectos colaterales. Sobre todo, en la relación con los demás. Por comparación, las relaciones humanas son imprevisibles, conflictivas, propensas a los malentendidos y requieren altas dosis de dedicación y esfuerzo. «Las personas basan sus expectativas en sus experiencias y observación. Si la IA se diseña para ser amistosa y atenta, podría crear expectativas poco realistas sobre las relaciones humanas. La gente podría esperar que sus amigos o sus parejas fueran más dedicados y emocionalmente positivos de lo que probablemente sean en realidad», explica Daniel Shank sobre la dependencia emocional que estas relaciones podrían generar. Con una variable añadida y endiablada: la inteligencia artificial es una ventanilla abierta 24 horas, 365 días al año. «Si tienes ChatGPT en el móvil, siempre está contigo. A un buen amigo puedes escribirle cuando quieras, pero nunca estaréis así de sincronizados», resume Carpenter.

Este explosivo cóctel podría tener un impacto crucial en una característica puramente humana: la empatía. «Muchas tecnologías han desplazado las interacciones en persona y, en muchos sentidos, las han cuantificado: en likes, amigos, reposts, comentarios, suscriptores... Eso puede afectar a la empatía de dos maneras: por un lado, las personas tienden a centrarse en sí mismas; por otro, no ven plenamente a otras con las que interactúan. Los acompañantes de IA podrían acentuar la tendencia, aunque su naturaleza conversacional puede generar interacciones más profundas», ilustra Shank.

Se puede especular con la posibilidad de que la IA sustituya a las relaciones humanas o que, incluso, acabemos formando familias virtuales (descendencia incluida) con ella, pero Carpenter considera que podría ayudar a poner las cosas en orden. «En lugar de sustituir a las relaciones humanas, la IA podría destacar lo que las hace significativas. Puede que la gente recurra a ella para regular sus emociones, tranquilizarse o establecer conexiones con poco riesgo; pero, con el tiempo, podría subrayar lo que falta: la imprevisibilidad, la tensión y las apuestas emocionales que hacen que las relaciones humanas sean ricas, complicadas y satisfactorias. Su valor reside en su riqueza, no en su comodidad».

De hecho, la experta vaticina un futuro en el que la relación con la tecnología podría estar basada en categorías sociales, algo similar a lo que ocurre con los animales. «Yo no hablo ni me relaciono contigo igual que con mi marido, mi dentista o con alguien que me encuentro por la calle. Con la IA ocurrirá igual. Nuestra relación con los animales es un buen ejemplo: hay animales de granja, mascotas a las que tratamos como miembros de la familia, algunos se comen, otros no... Queda mucha alfabetización por hacer, pero creo que con la IA también desarrollaremos ese tipo de categorías».

Mientras eso ocurre, conviene mantener una relación cordial con ella. Aunque recientemente el CEO de OpenAI, Sam Altman, explicaba que las fórmulas de cortesía habituales cuestan decenas de millones de dólares y constituyen un terrible derroche energético, investigaciones recientes con diferentes modelos de IA generativa han demostrado que tratar con educación a los chatbots puede dar lugar a mejores respuestas y menos errores y prejuicios. Como en las mejores, y más preciadas, relaciones humanas.

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Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.