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Durante el confinamiento Patricia Guerrero (Granada, 1991) no tuvo más remedio que ensayar en el patio de su casa. El taconeo de la bailaora se escuchaba por todo el Sacromonte. A pesar de que no casa con su personalidad indómita, pidió antes permiso y comprensión a sus vecinos. «Creo que les gustaban las sesiones por la falta de arte y de cosas espontáneas que vivimos aquellos días», recuerda. Afortunadamente, su arte no ha conocido fronteras ni límites en este último año.
Por ejemplo, la llamada del ministro Miquel Iceta anunciándole la concesión del Premio Nacional de Danza 2021 le pilló en Rusia. La bailaora sigue girando con Distopía, en el que interpreta a una mujer que sufre las contradicciones de una sociedad que pervierte cualquier sueño y esperanza. No ha dejado atrás su anterior producción, Catedral, galardonada con el Giraldillo al Mejor Espectáculo en la Bienal de Flamenco de Sevilla, y continúa con el Ballet Nacional como protagonista de La Bella Otero.
Además, se encuentra inmersa en el montaje de su propia producción, Deliranza, que estrenará el 28 de junio en Mont de Marsan y que toma como punto de partida Alicia en el país de las maravillas. «En la obra, una bailaora se encuentra en pleno proceso de creación y, fruto del cansancio, cae en un sueño que la lleva a un universo surrealista- relata- . Va a ser muy divertido y nos va a abrir la puerta a expresarnos de manera libre y sin miedo, porque en el flamenco muchas veces hay miedo a salirte de lo establecido. A mí eso no me importa mucho, y he querido hacer algo que me diera libertad. Yo siempre me libero, pero ahora tengo plena justificación, porque estoy en un mundo que he creado yo misma, en el que lo que sucede resulta muy normal, pero desde fuera se ve como algo totalmente surrealista....»
Con estas palabras, de forma inconsciente, Patricia se convierte en la propia Alicia de Lewis Carroll, la que en el libro pregunta cómo va a ser una falsa Alicia si ese es su sueño. «Hablamos de un mundo en el que el imaginario del flamenco se transforme y sus elementos se utilicen de otra manera. Aunque, por supuesto, vamos a trabajar con el lenguaje del flamenco y con su música, incluso esta va a tener otro lenguaje. Me interesa mucho la deconstrucción. Es algo que me viene de todos mis maestros, porque todos han roto la vanguardia», explica con emoción. A pesar de lo andado, aún hay quien ve en el flamenco un arte anclado en lo tradicional y ajeno a la actualidad, una creencia que Patricia quiere desmontar para que la sociedad entienda su máxima: «El flamenco es la gran deliranza de nuestro tiempo».
Entrando en sus redes sociales, el tablao digital en el que reconocer sus pasos virtuales, no imaginábamos toparnos con una modernidad tan arrolladora. Incluso su pareja se sorprendió cuando, al comienzo de su relación, le presentó una visión del flamenco que muchos aún no han contemplado. «El flamenco es algo tan actual, potente y divertido que la gente no tiene idea de hasta dónde es capaz de llegar. Es algo muy vivo, joven y dinámico, un arte en plena evolución que para nada es tradicional ni anquilosado, aunque por supuesto, su tradición es potente», asegura. Es posible que esté pensando en Rosalía, o quizás estemos intentando justificar el que nosotros sí lo hayamos hecho. Patricia alaba que la artista «haya hecho su versión del flamenco» y, al igual que ella, cuando se ha topado con la división más purista, que se echó las manos a la cabeza al saber que iba a actuar en el Sónar (la pandemia se interpuso), ha preferido que su taconeo acalle sus palabras.
«El arte y la expresión artística han de ser libres. Si una disciplina necesita evolucionar, ¿quién es alguien para decir que no se puede? ¿Quién es nadie para decirme lo que tengo que hacer?», reflexiona inmersa una vez más en su propio país de las maravillas. Con la pregunta, Patricia, «una bailaora de hoy, capaz de crear en su imaginario la respuesta a esos ecos del pasado», introduce una entusiasta defensa de su propio flamenco.
«No tengo miedo al purismo, porque vengo del flamenco y del Sacromonte. Mi madre me enseñó flamenco y, como siempre he sido curiosa, me he ido formando paralelamente, sin academización formal. El baile siempre ha sido muy natural y muy mío, por eso procuro moverme siempre con libertad y no encasillarme en algo ya estipulado. Si me sale un movimiento de una forma concreta, no voy a cambiarlo para hacer que sea más flamenco. Nadie me ha dicho nada de frente, pero le diría un par de cosas si lo hiciera». Tra tra... Los entendidos aseguran que Patricia Guerrero es al baile lo que Camarón de la Isla al cante, mientras que la crítica de danza Rosalía Gómez ha señalado que su increíble presencia escénica es difícil de ver en alguien tan joven.
Le pedimos que nos explique qué es para ella esa presencia escénica que define a su danza. «Que alguien tenga magnetismo en la escena, y que solo con salir haga que inevitablemente tengas que mirarlo porque te sientes conectado a su movimiento, a su voz y a lo que ejecuta», explica. Amante de los retos, le pedimos a Patricia que abandone su cuerpo para valorar su presencia escénica. «Cuando bailo siento que tengo el control absoluto de lo que está ocurriendo. Soy como un brujo que tiene el control de lo que puede influir a la persona que me está viendo. Mi presencia es muy jovial, se me ve dulce, pero mi baile es muy fuerte. Alguna vez, al verme en vídeo, me he asombrado de mi capacidad de haber llegado a ciertos extremos y de haber podido ejecutarlo», reconoce.
Comenzó en el mundo de la danza a los tres años, en la academia que dirigía su madre, la bailaora María del Carmen Guerrero, pero lejos de hablar de la pequeña Patricia como de un cisne blanco, se refiere a sí misma como «el Mowgli del flamenco». Su profesor de danza, Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España, recuerda cómo sus alumnas, vestidas de negro y con sus melenas recogidas en impolutos y rígidos moños, compartían clase con Patricia, que llevaba un mono fucsia y dos coletas. Ya entonces no cabía duda de que no iba a dejar que las normas la limitaran. Por eso, frente a los artistas que no se posicionan, quiere que su baile incluya una mirada crítica y que sus pasos sirvan como un espejo en el que la sociedad se refleje, que su visión feminista esté presente.
«Ha sido tan natural como bailar. Es algo que siempre me ha acompañado, porque en mi día a día me gusta ser yo misma y estar muy definida. Y creo que es importante transmitirlo en el escenario, porque los artistas llegamos a mucha gente. Hay que aprovechar ese compromiso social que adquirimos. Para mí, el arte es comprometido per se. Aunque prefiero hacer algo sobre mí, lo transformo en algo general para que todo el mundo sienta que es parte de ello», explica. El jurado del Premio Nacional de Danza de 2021 destacó de Guerrero «la personalidad y fuerza de su arte, el haber sabido incorporar desde el flamenco más tradicional nuevas formas y estéticas en su baile».
Para seguir nutriéndolo, Patricia se mueve por territorios desconocidos. «Siempre intento hacer cosas que nunca he hecho antes. En mi nuevo proyecto, cuento con siete bailarines a los que he llamado como cuerpo de baile, pero también como personajes que aporten personalidad a la obra. Procuro que cada proyecto tenga un extra que saque de mí algo diferente. Estoy en un momento tierno y alegre, y creo que necesitamos esa energía positiva. Este espectáculo, aunque por supuesto quiero que tenga un mensaje potente, mi intención es que sea amable y bello», confiesa. Su agenda mantiene algún interrogante pandémico, pero mientras habla de sus futuras actuaciones -«Espero que también pueda actuar aquí», en referencia al lugar de la sesión de fotos, los Teatros del Canal, en Madrid-, escapa la frase que la inspira: «Si puedes soñarlo, puedes hacerlo». «Es de Michael Jackson y ha sido mi mandamiento. De pequeña soñaba con bailar con artistas como Arcángel y Mayte Martín, y lo he logrado». De lo que no se ha dado cuenta Patricia Guerrero es de que ha vuelto a ser una vez más nuestra particular Alicia, cuyo lema era: «La única forma de lograr lo imposible es creer que sí es posible».
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HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.