women now
Crear una cuenta
Iniciar sesiónwomen now
Se conocieron en la fotocopiadora de la universidad: ella estaba obsesionada con las posibilidades terapéuticas del ARN mensajero; él era inmunólogo y estaba investigando una vacuna para el sida. Hoy Katalin Karikó y Drew Weissman han recibido la llamada más ansiada por cualquier científico del mundo. La Academia Sueca ha anunciado esta mañana el premio Nobel de Medicina para los dos investigadores por sus «descubrimientos sobre las modificaciones de las bases nucleósidas que permitieron desarrollar las vacunas de ARNm contra la Covid».
«Estaba claro que se lo iban a dar. Las biotecnológicas desarrollaron la vacuna, pero lo interesante de esto es el descubrimiento de la utilización del ARN. Es la demostración de cómo la ciencia básica ayuda al progreso de la humanidad. Se trata de un herramienta de biología básica que ha permitido tener una vacuna excelente en menos de un año y que, según un estudio publicado en The Lancet, ha salvado más de 20 millones de vidas. Son palabras mayores», explica la científica española Ángela Nieto, profesora de investigación del Instituto de Neurociencias de Alicante y amiga personal de Karikó.
Pionera en la investigación con ARN mensajero que en 2021 hizo posibles las vacunas de Pfizer y Moderna, la increíble historia de Katalin Karikó, que ya recibió el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2021, confirma que la ciencia, como decía Aristóteles, tiene frutos dulces, pero raíces amargas.
Katalin Kariko creció en un pequeño pueblo de Hungría, en una casa donde no había agua caliente ni electricidad ni, por supuesto, comodidades modernas como frigoríficos o televisiones, y empezó a trabajar pronto. A su padre, carnicero de profesión, le ayudaba a preparar las salchichas; con su madre, que era bibliotecaria, solía fabricar jabón, lo que de alguna manera despertó su interés por la química.
Muy buena estudiante desde el colegio, estudió Biología en la universidad y en 1985 su marido y ella decidieron emigrar de la Hungría comunista para probar suerte en Estados Unidos. Vendieron su coche, compraron libras esterlinas en el mercado negro y escondieron todos sus ahorros (no más de 1.000 dólares) en el osito de peluche de su hija Susan, que entonces tenía dos años y, un par de décadas más tarde, terminaría ganando dos medallas de oro olímpicas como miembro del equipo nacional de remo de Estados Unidos.
El aterrizaje no fue sencillo. Mientras trabajaba en el laboratorio sin mirar al reloj (ha confesado que muchas veces llegó a dormir debajo de la mesa de su despacho) su salario no llegaba ni siquiera para pagar el alquiler. Su trayectoria en la academia se convirtió en una carrera de obstáculos: becas que no conseguía renovar, problemas para financiar sus proyectos, solicitudes de trabajo ignoradas por universidades de todo el país, puestos inestables con salarios mediocres y hasta los intentos frustrados de un catedrático de renombre para que la deportaran de vuelta a su país.
«Ella misma lo ha contado: hace diez años le echaron de la universidad de Pensilvania, se tuvo que ir a Alemania y separarse de su familia. Pero estas cosas lagrimónegas sobre cómo no la contrataban o no tenía becas, me dan bastante rabia. Para mí el mensaje importante aquí es que la determinación, el esfuerzo y el no tirar la tolla siempre tienen su recompensa. Hay que darle la vuelta y verlo en psotiivo», explica Nieto, que esta mañana felicitaba a Karikó nada más conocerse la noticia.
Efectivamente Karikó, que cambió varias veces de laboratorio sin conseguir brillar en ninguno y tenía problemas para publicar sus artículos en las principales revistas académicas, perseveró. También consiguió aislarse de las suspicacias contra un campo de investigación que durante años fue denostado y considerado demasiado radical por sus propios colegas.
Su obsesión era conseguir que el ARN, una molécula muy frágil e inestable, fuera capaz de enseñar al sistema inmune a combatir infecciones y enfermedades produciendo sus propios antígenos. Pero la molécula con la que Karikó estaba trabajando no funcionaba y provocaba una reacción inflamatoria exacerbada.
Después de aquel encuentro casual en la fotocopiadora de la universidad de Pensilvania donde ambos eran profesores, Kariko y Weissman empezaron a colaborar juntos: ella le enseñó bioquímica; él a ella inmunología. Hasta que, en 2005, consiguieron evitar esa reacción del sistema inmune modificando una sola letra de la secuencia genética del ARN. La uridina por la seudouridina. Y funcionó.
Aunque fundaron una pequeña compañía biotecnológica y patentaron su descubrimiento, la universidad terminó desprendiéndose de la patente por apenas 300.000 dólares. Años más tarde Moderna y BioNTech (por la que Karikó fichó en 2013 después de cuatro décadas encadenando contratos precarios) utilizararían su descubrimiento para desarrollar sus vacunas de ARN mensajero contra el covid.
De vuelta en la Universidad de Pensilvania después de haber abandonado la biotecnológica alemana, Karikó, de 68 años, ha iniciado un nuevo y ambicioso proyecto de investigación para desarrollar vacunas para otras enfermedades. Por primera vez en su carrera, sin problemas de financiación ni contratos precarios. Y ahora, además, con todo el reconocimiento y la atención que implica ser la ganadora de un premio Nobel.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.