qué les renta a los zoomers
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Llegaron tarde a la fiesta. La recesión de 2008 marcó su infancia. Cuando empezaban a definirse, estalló la pandemia. La guerra de Ucrania sacudió la economía cuando se incorporaban al mercado laboral. Los jóvenes de la generación Z, nacidos entre finales de los 90 y 2010 y conocidos también como zoomers o centennials, han crecido encadenando una crisis tras otra –la económica, la climática, la sanitaria...– y llevan a la espalda, como un dardo en la diana, la etiqueta de resilientes. Son maestros en adaptarse a la adversidad.
«Esta flexibilidad se ha convertido en una habilidad imprescindible para salir adelante», apunta Anna Sanmartín, socióloga y directora del Centro Reina Sofía de Fad Juventud. Una cuestión de supervivencia. Algo así, con permiso de Darwin, como el rasgo evolutivo por excelencia de la especie centennial. Hay otro más: la capacidad de comunicarse sin mediar palabra (pero sí pantalla), a golpe de vídeos como muestra el meme viral de Instagram: «You send me reel, I send you reel… We are in a reel-ationship» (traducido como «tú me mandas un reel, yo te mando un reel... Tenemos una reel-ación»). Porque si la resiliencia les ayuda a sobrevivir en un mundo en constante crisis, ser la primera generación nativa digital es, sin duda, lo que más condiciona su forma de vivir. Literal, que dirían ellos.
La transformación tecnológica ha convertido el habitual salto generacional en un abismo, en palabras de la psicóloga Isa Duque (@lapsicowoman), autora de Acercarse a la generación Zeta (Editorial Zenith). Los centennials han crecido con las redes sociales y con una extensión del cuerpo llamada smartphone –el iPhone se lanzó en 2007–, que permite conectar con cualquier parte del planeta, informarse al instante e interactuar con otros 24 horas y 7 días a la semana. «Su manera de entender el mundo es muy diferente a la de generaciones anteriores: cómo se informan, construyen su identidad, se relacionan, intercambian gustos, ligan. También ha cambiado su percepción del trabajo, la confianza en las instituciones o la clase política. Incluso su forma de imaginar el futuro», explica.
Según el Informe Juventud en España 2024, entre la emergencia y la resiliencia, el 90% de los jóvenes se conecta a Internet un mínimo de dos horas al día; casi el 60 %, más de cuatro. Identidad, gustos y ocio están digitalizados. Alternan contenidos a toda velocidad: vídeos cortos, memes, música en streaming (rara vez escuchan una canción entera), pódcasts, libros digitales, videojuegos… Todo está al otro lado de la pantalla. También sus referentes. O, más bien, influencers. Para saber quién les inspira, Isa Duque propone un atajo: entrar en YouTube y pinchar en Tendencias. Ahí reinan streamers como Plex o Ibai Llanos, y fenómenos musicales como Bad Bunny o Quevedo.
Con una juventud hiperconectada y más diversa que nunca, cada cual elige su ídolo. «En una misma clase, he visto a jóvenes aprendiendo coreano por amor al K-pop (género musical originario de Corea del Sur), seguidores del streamer @IlloJuan, fans de Rosalía, Taylor Swift, Billie Eilish o de un futbolista», señala. También se permiten explorar con más libertad quiénes son en términos de género. «Aunque no ha cambiado todo tanto, simplemente ahora hay nombres para definir identidades, expresiones y deseos que han existido toda la vida, pero que, anteriormente, no se manifestaban», matiza Isa Duque, experta en la generación Z.
La actriz Berta Castañé, de 22 años, habla de su generación en primera persona. Estrena este 3 de octubre Zoomers (Prime Video), una serie que retrata con humor negro a jóvenes zeta en su primer año de universidad. «Las redes influyen muchísimo en cómo construimos nuestra identidad, personal y social. Instagram es como tu porfolio, tu currículum, y eso hace que cuidemos mucho la imagen que proyectamos. El problema es cuando nos creemos ese personaje y vivimos intentando mantener una imagen que no es quien somos: confundimos el yo real con el yo posteable».
Para formarse una mirada crítica, el algoritmo tampoco ayuda, como advierte Miguel Salas, doctor en Literatura, profesor de la Universidad Pontificia Comillas y de Secundaria en el Pilar de Madrid: «Cuando te quieres dar cuenta, solo accedes a comentarios de tu ideología o punto de vista. Las redes son el reino de la brevedad y la superficialidad. Su propia urgencia hace que creamos y compartamos lo que leemos antes de contrastarlo».
En este punto es necesario matizar un concepto anterior. Para los centennials no hay frontera online-offline: viven en un entorno onlife, un espacio continuo donde todo está integrado. Prueba de ello es que las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) han evolucionado a TRIC, incorporando la R de relación. El problema es que durante tiempo se ha asumido que lo online no tenía consecuencias reales, favoreciendo el «todo vale» en redes.
Pongamos el ghosting como ejemplo: llevas meses hablando con tu crush (traducción: la persona que te gusta) por Instagram. No habéis quedado, pero conectáis. Y, de pronto, deja de hablarte y desaparece. «Eso es una ruptura real. Lo que se vive a través de una pantalla se siente en el cuerpo. No hay que invalidar ese dolor», advierte la psicóloga Isa Duque. Ni qué decir si hablamos de ciberviolencia y sus múltiples modalidades, desde el acoso a la extorsión sexual. Solo un dato: los jóvenes consumen o viven más situaciones de violencia en Internet (47 %) que en la calle (9 %).
El informe revela otras estadísticas inquietantes: entre los 15 y los 34 años es donde más han aumentado los problemas de salud mental y uno de cada tres jóvenes se siente solo, algo vinculado al uso intensivo de redes sociales. Tanto que, en 2023, Spotify reveló que el término más buscado para crear playlists fue «tristeza». Pero, ¿alguien sabe qué les pasa?
Un estudio de Harvard señala que el factor más determinante para una vida feliz es la calidad de los vínculos personales. Sin embargo, el sistema actual, ligado al yo, al individualismo, empuja en la dirección contraria. «No puedes controlar el cambio climático, pero puedes ser el arquitecto de tu cuerpo o ser tu propio jefe», explica la psicóloga. En la era de la marca personal y el emprendimiento precoz, cala el mensaje de que puedes tener éxito si te lo propones. Eso sí, si no lo tienes, la culpa es tuya. «Esta productividad llevada al extremo, ese modelo de autoexplotación, además de perverso, provoca un agotamiento del sistema nervioso que lleva a una sensación de estado depresivo». Si sumamos nuevos miedos como la ecoansiedad, la futurofobia o el impacto incierto de la Inteligencia Artificial, el caldo de cultivo está en plena ebullición.
Aun así, los centennials mantienen «un fuerte sentido de cuestionamiento», según Sanmartín. Muchos buscan una forma de vida que no dependa de un trabajo fijo. Encontrar empleo les preocupa, pero solo «les renta» (sinónimo de beneficio en su argot) si les ofrece «un equilibrio entre desarrollo profesional, crecimiento personal y coherencia con sus valores. Para el 70%, su trabajo debe estar en consonancia con lo que consideran importante, como la sostenibilidad o el bienestar social».
La política les interesa, aunque no igual: ellos son más conservadores; ellas, más progresistas. Pero no se ven parte del sistema; se implican a su manera, con acciones directas y acordes a su forma de estar en el mundo, como manifestaciones o campañas online. Según Salas, «esta generación está muy marcada por ciertas reivindicaciones sociales: el cambio climático, el feminismo, el animalismo… Pero de otros problemas graves no han oído ni hablar. Aquello que se vuelve viral importa (al menos durante unos días), pero lo que no, no existe».
Y hablando de feminismo, el citado informe detecta una deriva llamativa: el apoyo a la igualdad pierde fuerza. También crecen las dudas sobre la existencia de la violencia de género: uno de cada cuatro chicos cree que es un «invento ideológico», visión que aumenta entre las chicas. Cifras que contrastan con que la mayoría ha presenciado violencia machista en su entorno. «El reto ahora es revisar los relatos y volver a construir espacios donde puedan entender y defender la igualdad como un compromiso propio», propone Sanmartín.
Berta Castañé plantea su propio desafío generacional: «Nuestro gran reto es parar. Volver a vivir con más presencia y menos prisa. Hay que rescatar lo valioso de cada generación. Y reconocer lo que ésta tiene que aportar: la fuerza para romper con estructuras que ya no funcionan –sociales, políticas, medioambientales– y el impulso de atrevernos a vivir de forma más consciente. Pero eso exige valentía, y no es fácil cuando todo va tan rápido». Palabra de zoomer.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.