belleza

Clarins: éxito en familia

Jenna, Virginie, Claire y Prisca son la tercera generación de la familia dedicada a la empresa. Unas auténticas celebridades, asiduas a desfiles y fiestas de moda. Con ellas llega un nuevo concepto: la it family.

De izquierda a derecha, Jenna, Virgine, Claire y Prisca, las cuatro nietas del clan Clarins. / Gonzalo Machado

Cantal Ceña
CANTAL CEÑA

Si Anna Wintour, la directora de Vogue, te quiere conocer es que empiezas a llamar la atención del fashion system. Jenna, Claire, Prisca y Virgine pueden dar fe de ello. Hasta abril de 2011, los insiders se preguntaban quiénes eran esas cuatro chicas que no se perdían un desfile, vestían como celebrities y adoraban la ropa de firma. Las dudas se aclararon, precisamente, cuando posaron para la edición norteamericana de Vogue: las cuatro jóvenes son primas y forman parte de la tercera generación de la familia Courtin, la saga propietaria de una de las firmas de cosmética más importantes de Europa, Clarins, creada en 1954 por su abuelo Jaques.

Jaques Courtin creó la firma de cosméticos tras trabajar en un hosìtal

"Nuestra intención no es ser estrellas. Solo queremos trabajar para la compañía que significó tanto para nuestro abuelo y que ahora significa tanto para nosotras y para nuestros padres", asegura Virgine. "Le adorábamos, hubiéramos hecho cualquier cosa por él. Para mí, era como un dios", continúa Claire, que lleva tatuado el nombre de su abuelo en caracteres chinos.

Desde su cuartel general en París, Clarins se ha convertido en una de las empresas cosméticas más potentes de Europa... y del mundo, si tenemos en cuenta que en 2008 la compañía fue valorada en más de 3.000 millones de euros. Al frente se encuentran los dos hijos del fundador: Christian Courtin-Clarins (padre de Claire y Virginie) y su hermano Olivier (padre de Prisca y Jenna).

Y, aunque las cuatro jóvenes podrían dedicarse a ser simplemente imagen de la compañía, también se han involucrado en el negocio. Y mucho. Prisca y Jenna (gemelas de 29 años) se ocupan de las ventas y los nuevos proyectos, respectivamente, aunque Jenna ha sido la última en incorporarse a la compañía, el pasado septiembre, tras haberse dedicado durante años al diseño de interiores. Y por el otro lado de la familia, Virgine, de 30 es la responsable de comunicación y marketing del área de perfumes Mugler.

El Monasterio de Valbuena está en plena ribera del río Duero. / D.R.

Con todos los sentidos

Vista, oído, gusto, olfato y tacto. La experiencia que ofrece Clarins en el Hotel Castilla Termal Monasterio de Valbuena, en la ribera del Duero estimula los cinco sentidos. Nada más llegar, la vista: un monasterio del siglo XIII convertido en hotel de cinco estrellas. Después, el oído, para disfrutar del silencio de los viñedos y del sonido de los chorros de su circuito de aguas termales.

También el gusto, porque está situado en una de las mejores zonas vinícolas del mundo, en la que se puede disfrutar de una cata de vino en cualquiera de sus innumerables bodegas. Y por último, dos sentidos que se estimulan al 100% gracias a cualquiera de los tratamientos y masajes de Clarins: el tacto y el olfato. La firma de cosmética francesa es experta en el arte del tacto, con especialistas que potencian el efecto de los productos solo con sus manos, mientras te dejas llevar por el aroma de los aceites más relajantes.

Como una piña

Claire es, por el momento, la única de las nietas que no trabaja directamente en Clarins. Se dedica a la fotografía y a la arquitectura, y acaba de crear su propio negocio de bares de zumos en París, CJuice, pero también colabora en proyectos solidarios de la compañía, como el Lauren Bushs Feed Proyect, que alimenta a niños de todo el mundo.

" Teníamos la intención de ayudar a dos millones de niños, pero el año pasado conseguimos llegar a 10 millones. Aunque parezca mucho, no es nada, si tenemos en cuenta que 350 millones de niños en el mundo no pueden comer a diario", apunta Christian.

"El futuro de la cosmética depende de la calidad de los ingredientes que emplee"

Jaques Courtin, el fundador de Clarins, murió en 2007, pero la familia permanece unida en torno a su memoria. "He pasado mi infancia con mis abuelos, mis primas, mi hermana... Pasábamos juntos las vacaciones en nuestra casa del sur de Francia y en invierno nos íbamos todos juntos a esquiar", relata Claire. "Y todavía lo hacemos añade Prisca. Cuando éramos niñas, dormíamos todos los primos en la misma habitación, en literas".

Por eso están tan unidas. Y aunque esa relación tan estrecha hace que sea más divertido todavía asistir juntas a los desfiles de la semana de la moda de París, también es necesaria una verdadera armonía en la relación personal como en la gestión de la compañía. Prisca asegura que, en su caso, existe: "Creo que no hay filtros. Nos decimos todo y eso hace que las cosas sean más fáciles".

Christian (izqueirda) y Olivier (derecha) son los hijos del fundador, Jacques Courtin. / Gonzalo Machado

Aunque todos sus descendientes siguen vinculados a la gestión de Clarins, el fundador de la firma, Jaques Courtin, no quería que sus dos hijos se dedicaran al negocio familiar. "Nuestro padre quería que fuéramos médicos", confiesa Christian. De hecho el propio Jaques empezó la carrera de Medicina, pero tuvo que dejar los estudios tras el inicio de la II Guerra Mundial. Y esa formación le sirvió para darse cuenta, mientras realizaba prácticas en un hospital, de la importancia que tenían los cósmeticos para las mujeres, incluso cuando estaban enfermas. A partir de esa idea surgió Clarins.

"A pesar de lo que dijera mi padre, me di cuenta de que no iba a ser un buen médico", asegura Christian, que se incorporó a la empresa en 1974, como director de exportaciones. " Fue maravilloso poder trabajar con un genio como él y, a la vez, poder crear mi propia división dentro de la compañía. Y creo que fue la mejor decisión que podía haber tomado", concluye. Él ha sido el encargado de abrir mercado para Clarins en 128 países. Para satisfacción de su padre, Olivier sí se dedicó a la medicina y triunfó como cirujano antes de unirse a la compañía en 1995.

Cada 15 segundos

se vende un producto de Clarins en el mundo

"Sentimos un gran respeto por nuestro padre, pero creo que lo más importante es el instinto para los negocios", dice Olivier. "Para mí, ese instinto es el que me ha permitido entender cómo funciona el mercado, saber en qué invertir", añade Prisca, cuya carrera empezó con una empresa de nail bars, para la que pidió un crédito sin la ayuda de su familia. "Tenemos mucho respeto por esta compañía y queremos demostrar que nos hemos ganado el derecho a estar ahí, que amamos de verdad esta empresa", destaca Virginie. "También es importante que hayamos tenido nuestros negocios fuera de la empresa. Las cuatro hemos sido emprendedoras y hemos aceptado que las cosas no se regalan", concluye.

Las cuatro jóvenes tenían muy buena relación con su abuelo. Él les enseñaba su trabajo y les preguntaba su opinión sobre el nombre de una barra de labios o la textura de una crema. Lo curioso es que, a pesar de esa relación, nadie las vinculaba a la compañía de cosmética.

Por eso, Christian persuadió a su padre para que añadiera Clarins al apellido Courtin, mucho más fácil de leer y pronunciar, pero también más identificable de cara a los negocios. "Si queremos ser discretos, usamos Courtin y cuando, por ejemplo, queremos reservar en un restaurante de moda, usamos Courtin-Clarins", cuenta Christian.

Los Clarins son un clan de negocios

Los Clarins son un clan de negocios. Hace años, la empresa cotizaba en Bolsa pero, tras la muerte de Jacques, hicieron una propuesta a los accionistas minoritarios. El trato se cerró en 2008 y la familia adquirió el total de la empresa por más de 3.000 millones de euros. Puede que también sea esa idea de continuidad la que les hace preocuparse tanto por el medio ambiente.

Christian es el más involucrado. Tanto, que recibió la Legión de Honor (la mayor distinción francesa) por su esfuerzo en conservar el medio ambiente. No hace mucho que la empresa compró varios terrenos en los Alpes para realizar cultivos sostenibles para sus productos. "El futuro de la cosmética depende de la calidad de los ingredientes", afirma Christian.

Esta lucha llega hasta la división de perfumes: los envases de todas las fragancias del grupo Clarins son rellenables. "No somos perfectos, tengo una fábrica y necesito trabajar con plástico, pero la idea es producir cada año menos CO2, usar menos agua y ahorrar energía".

Christian lleva siempre un amuleto encima: una miniatura del perfume Angel, de Mugler, que le ayuda a no olvidar su propósito: que las siguientes generaciones se preocupen aún más por el medio ambiente. Y para eso trabajan Jenna, Prisca, Claire y Virginie, la nueva generación de esta famila.

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