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Hay ingredientes que entran en nuestra rutina sin hacer ruido, y se quedan porque es imposible vivir sin ellos. La centella asiática es uno de ellos. También llamada hierba del tigre —dicen que los felinos la frotan sobre sus heridas para acelerar la curación—, esta planta tiene propiedades regeneradoras tan potentes que se ha convertido en el secreto mejor guardado de las pieles estresadas, cansadas o sensibilizadas por el ritmo diario, el cambio de estaciones o incluso el estrés emocional.
¿Y qué consigue? Mucho más de lo que imaginas. Reduce rojeces, alivia irritaciones, mejora la elasticidad y, sobre todo, calma. Es perfecta para quienes sienten la piel cargada, saturada, con esa sensación de incomodidad que no sabes explicar pero que está ahí. La centella asiática actúa como un bálsamo moderno que desinflama, repara, fortalece la barrera cutánea y deja el rostro más descansado, más fresco, y todo esto sin alterar, sin agredir, y sin prometer imposibles.
Por eso se recomienda y por eso los expertos están enamorados de ella. Además, funciona en todo tipo de pieles y combina muy bien con cualquier activo, potenciando su efecto y mitigando las irritaciones o rojeces de los más agresivos.
Es de esas cremas que te devuelven la fe en las hidratantes densas pero bien pensadas, con una fórmula que parece nacida para calmar pieles cansadas, estresadas o sedientas. Su combinación de aceites nutritivos, ceramidas, escualano y niacinamida la convierten en una opción redonda, perfecta tanto para la mañana como para la noche. ¿Su textura? Una mantequilla que se funde, ideal para quienes buscan esa mezcla entre mimo y ciencia.
Esta fórmula, pensada para pieles sensibles o alteradas, trabaja con una delicadeza magistral: extracto de hiedra, romero y centella asiática ayudan a reforzar la barrera cutánea mientras ofrecen ese alivio que solo quienes han tenido brotes, rojeces o sensibilidad comprenden. Es cremosa sin ser pesada, hidratante sin resultar grasa, y tiene ese acabado jugoso que embellece sin esfuerzo.
Su textura, ligera como una emulsión y con acabado glow satinado, es apta para todos los gustos —incluso para los más reticentes—. En su fórmula no solo encuentras una protección alta frente a UVA y UVB, sino un repertorio de activos (niacinamida, centella, ceramidas, escualano) que reparan y refuerzan la piel mientras la protegen. Es el tipo de solar que convence incluso a quienes decían que nunca iban a encontrar uno que les gustara.
Con una textura deliciosa, rica pero de rápida absorción, hidrata, calma y nutre sin saturar. Su secreto: centella asiática en su versión más completa (siete extractos), mantecas vegetales que suavizan y ceramidas que refuerzan la piel cuando más lo necesita. Ideal para pieles sensibles, secas o simplemente agotadas.
Es ese comodín que todas deberíamos tener a mano cuando sentimos la piel al límite: tirante, con rojeces, o apagada. Su fórmula vegana se apoya en un cóctel calmante y reparador que funciona como una venda invisible sobre la piel.
Las ceramidas aquí son las grandes protagonistas, pero no están solas: les acompañan la centella asiática, el pantenol y el escualano para una hidratación profunda y un extra de confort que notas desde la primera aplicación.