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Probablemente, el personaje que tiene el récord de meter la pata con sus acciones, afirmaciones u omisiones. Como en "Matrix", su percepción no termina de conectar con el mundo real, de ahí que los choques con el público sean constantes.
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Una bellísima persona que no termina de conectar con el gran público por algún motivo desconocido. También le pasaba a las protagonistas de la serie de los 80 "V" y, al final, resultó que bajo la bellísima carcasa había extraterrestres.
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Se esfuerza mucho para conseguirlo todo. Qué cansancio.
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Su vocalización arrastrada hace que muchas veces no se entienda muy bien lo que dice y cuando la entendemos a la perfección, es el sentido mismo el que se suele perder por los laureles. Es una incomprendida por todos menos por sus ex, que asegura, directamente, que está endemoniada.
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Siempre ha tenido un acomodo difícil en el sentir popular de lo femenino, con ese tono de voz algo cortante y una seguridad en sí misma notable. Por su chorro de voz podría ser la nueva más grande, pero tendría que revolucionarse en sexy y comunicar toneladas de ternura.
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Sus entrevistas suelen ser retratos muy precisos pero no del entrevistado, sino del entrevistador. Claro que no sabemos si las preguntas son suyas o de un avispado productor con ganas de gresca (publicidad gratis) en Twitter. Lo que sí son suyos son los músculos.
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Un monstruo de la televisión. Siempre sale huyendo del plató cuando se termina el programa, quizá para que nadie disturbe su aura de estrella catódica. Como Tom Cruise, al que nadie puede mirar a los ojos (por contrato).
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Su 'reality' confesional nos dejó claro que es un máquina. Qué agotamiento.
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Una vez un famoso se postula en representación de una de las Españas, automáticamente se gana el desprecio de la otra. Y en eso se basa la popularidad, fama y fortuna de algunos de nuestros famosos de primera generación.
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Este es uno de esos personajes que debería comenzar a desaparecer de las listas de los más criticados: aunque en su momento de esplendor pudo ganarse el pasmo general, sus agarrones cercanos resultan más preocupantes que irritantes. ¿Por qué enviar comunicados de abogados negando operaciones de estética ahora que los millennials presumen de ellas?
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Lucía Etxebarría podría ser la más meritoria de los escritores polémicos por la diversidad de espacios mediáticos ('reality show' incluido) en los que ha desarrollado su innata capacidad para molestar/asombrar al gran público. Estudia Psicología, con lo que todo puede ir a peor/mejor.
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Aunque ha centrifugado su imagen como jurado en "La Voz", el público no olvida sus numeritos y modelitos de juventud. En 2007 tocó techo cuando le detuvieron en un vuelo México DF Madrid por alborotar (borracho). Ahora luce talante campechano y no sabemos qué es peor.
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Parece que se lo cree todo muchísimo y se ríe de ella misma como la que más, dos cualidades que solo podían catapultarla a presentadora de Telecinco. Sus 'haters' no pueden soportar a la teniente general que esconde su diminuta persona: grita como un energúmeno.
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Quizá pase por las mismas etapas que otro insigne de Mediaset, Jorge Javier Vázquez, en su relación con la cámara: inseguridad, prepotencia, batacazo, empoderamiento, batacazo, Paulo Coelho... Es tan profesional y competente que molesta.
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Estuvo toda una vida detrás de las cámaras, pero cuando logró colocarse delante barrió como un huracán la trayectoria de su madre, la matriarca María Teresa Campos, y de su hermana, la heredera Terelu Campos. La cámara supo ver su talón de Aquiles (su sentido del ridículo) y terminó con un tartazo en la cara. Literal.
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El sueño de la televisión crea monstruos. En realidad es el mismo monstruo que ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Su encarnación en este joven aspirante a polemista pone los pelos de puntas hasta a sus propios colegas.
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La más grande parió a la mala oficial de la crónica rosa española, un perfecto cruce entre Cruella de Vil y la madrastra de Blancanieves que ni Disney hubiera peinado, maquillado y vestido mejor.
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Tachado de diabólico por sus detractores, es una versión ruda y sin sutilezas de Risto Mejide, aplicada al contexto de la salvaje crónica rosa. Una mezcla explosiva con vocación de petardo.
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