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Sebastián Palomo Linares: poco que heredar

Días después de su muerte, se abre la guerra por su herencia. Los hermanos Lozano, que eran como de su familia, tienen la llave.

JUAN LUIS GALIACHO

La muerte del maestro Palomo Linares (69), un guerrillero del toreo, va a levantar una guerra familiar por su herencia. Los suyos están divididos. Por un lado, está la que ha sido su compañera en los últimos años de su vida, la jueza Concha Azuara (40). Por otra, sus tres hijos: Sebastián (39), Miguel (36) y Andrés (28), fruto de su matrimonio durante 34 años con la colombiana Marina Danko. La división se pudo ver este pasado martes, durante su velatorio: ni se hablaron ni se saludaron. "Se torea como se es", decía el maestro Juan Belmonte y en Palomo Linares se puede decir "que en su vida se es como se torea".

Sebastián Palomo Martínez era una persona que en traje de calle era igual que cuando se vestía de luces, un hombre de raza, amor propio y generosidad infinita con sus amigos, que nunca traicionó sus orígenes humildes desde que era zapatero remendón.

Anécdotas hay miles, como nos cuentan sus más allegados. Uno de ellos fue el periodista Pedro Javier Cáceres, que compartió con él dos años en los programas de televisión en Castilla-La Mancha TV. Aunque se ha comentado que lo ha pasado mal económicamente, tenía liquidez. Cuando se iban a cenar, nunca dejaba pagar a nadie a diferencia de otros muchos toreros. Y daba propinas altas, como en sus tiempos de matador.

Un día, en un bar, apareció un vendedor de la ONCE con todo el pecho lleno de cupones, y le preguntó: "¿Cuánto cuesta lo que lleva?". El vendedor le contestó: "Maestro, no lo sé". No le importó, compró todo, más de 300 euros y dejó hasta una propina.

Dos bandos

Gozó de gran predicamento en América, el cual aun mantiene. Era íntimo de jefes de estado y personajes de la alta sociedad, sobre todo, en Colombia donde disfrutó de la amistad de Gabriel García Márquez. Incluso, en su funeral, le dirigió unas palabras Andrés Pastrana, expresidente de Colombia. Estaba muy unido a su hermano Antonio, mayor que él y con quien compartía sus ratos libres en El Palomar, su finca, su residencia.

El velatorio y funeral fue la imagen de la desavenencia, una muestra del gran distanciamiento al que se consideró por muchos un matrimonio ideal, el de Sebastián Palomo Martínez y Marina Danko Villalba, con un campo de batalla que, muy pronto, se trasladó a los tres hijos.

En la primera fila de los bancos del tanatorio de La Paz se sentaron sus tres hijos, en una segunda fila Concha Azuara, y junto a ella, arropándola, los empresarios taurinos hermanos Lozano, su otra familia, sus verdaderos valedores y protectores. Los Lozano llevaban 56 años protegiendo a Palomo, como ahora harán con su herencia.

Pablo, el mayor, era como su padre, José Luis y Eduardo, como si fueran sus hermanos, aunque la amistad más especial era con este último. Su unión con los Lozano es tan importante que, incluso, otro miembro del clan, Fernando Lozano, cogió con su hija un vuelo desde México para poder acompañar su cuerpo. En este círculo íntimo está también el torero José Luis Seseña, otro gran amigo que frecuentaba El Palomar.

Compenetración máxima

Todo apunta a que Concha Azuara va a ser la más beneficiada de la herencia del diestro. La compenetración entre Palomo Linares y Concha fue máxima. A pesar de la diferencia de edad, no era egoísta. No estaba con él por interés y, por ello, está muy bien considerada en sus círculos íntimos. Hija de Guardia Civil, de origen humilde como Palomo, que se ganó a pulso las oposiciones a juez con solo 28 años y el respeto de la profesión.

A pesar de la diferencia de edad, Concha no era egoista

Solidaria con sus amigos, nunca se separó durante estos años del torero. Iban juntos a todos los lados. Ella misma le acompañó al hospital Gregorio Marañón el pasado 19 de abril, donde ingresó para someterse a la operación cardiovascular que no ha superado. Concha encontró en Sebastián su alma gemela después de varias relaciones fallidas. Cuando la conoció era jueza en Sigüenza (Guadalajara), ahora está destinada en los juzgados madrileños de Plaza de Castilla. Ambos compartían la afición por los toros, pasión de la que disfrutaban acudiendo a numerosas plazas de España.

Tres hijos distanciados

Palomo jamás pensó que su matrimonio se podía romper, ni lo pensaba España, que tenía a la pareja de Linares y Danko como una relación idílica desde que comenzó su noviazgo en 1969. Él era hijo de un modesto minero y, ella, nieta de un rico empresario de Colombia. Su boda en 1977 llenó decenas de páginas en la prensa. Eran la pareja ideal. Pero más que la ruptura lo que sorprendió fue la virulencia de la misma. Los desencadenantes no fueron graves, pero se fueron enquistando.

El primero, el económico. Dicen quienes les conocen que el ritmo de gasto de Marina era muy alto, algo difícil de soportar cuando Palomo dejo el toreo en activo. También afectó la millonaria inversión que el Maestro realizó en su ganadería –Ganadería Palomo Linares–, que generaba muchos gastos.

Los hijos tampoco estaban conformes, acostumbrados a los caprichos: taxi al colegio, chófer particular... Otra razón fue la preferencia de Sebastián por vivir en El Palomar, una finca situada entre Seseña y Aranjuez, a 60 km de Madrid, frente a Marina, que prefería la ciudad. A esto se unieron malentendidos, como los rumores que la relacionaron a ella con el expresidente de Castilla-La Mancha José Bono o de él con una exnovia venezolana. Todo ello llevó a la ruptura y que la relación fuera tensa.

Sus vástagos Sebastián y Andrés se distanciaron inmediatamente del padre y tomaron partido por la madre. Miguel, el intermedio, apoyó entonces al padre, ya que estaba pasando una situación similar con su separación de Marta González, su entonces mujer, hija del también torero Dámaso González. Miguel se fue a vivir con su padre a El Palomar, pero t ras una discusión dura se separó también de él. Desde hacía dos años apenas se hablaban.

Marina, tras la separación, abandonó la finca de El Palomar y se fue a vivir a la casa que tenían en la calle Diego de León, en la urbe, como a ella le gustaba. La propiedad de esta vivienda la ostenta la sociedad Explotación Ganadera Hermanos Palomo S.L., en la que figura desde el año 2002 como administrador único y socio su hijo Miguel Palomo Danko. Aunque la empresa no presenta balance desde 2012, lo cierto es que sus activos eran entonces de cuatro millones de euros.

Problemas económicos

Palomo Linares empezó a reconstruir su vida en El Palomar y encontró pronto el apoyo de la jueza Concha Azuara. Pero antes tuvo que solventar problemas económicos. Como afirman conocidos suyos: "A Palomo y Marina les gustaba vivir bien". Todo ello llevó a que no amasaran grandes fortunas ni propiedades, casi todo el dinero que entraba, salía.

En El Palomar se encuentran la mayoría de sus cuadros

En el año 1985 compró al Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario El Palomar, una espectacular finca de 72 hectáreas, donde se ubica su vivienda, cuya superficie es de 1.335 metros cuadrados, situada en un cerro de 600 metros en la que se divisa la vega del Tajo. Pero el que fue su refugio, que alberga la mayoría de sus cuadros, también fue fuente de quebraderos de cabeza.

Los litigios entre el extorero y dos bancos –Caja Rural de Toledo y Bankoa– le llevaron a dos embargos, al que se unió otro de Hacienda. Todo ello tuvo como consecuencia que, en 1997, el empresario taurino Eduardo Lozano fuera a su rescate adquiriendo la finca y saldando las deudas –62 millones de pesetas, cerca de 370.000 euros–. Lo hizo a través de la empresa Agrícola La Sagra, domiciliada en Madrid pero que tiene su centro de negocios en Toledo y Cáceres. Esta empresa refleja en su último balance un activo inmobiliario de 1,1 millones de euros, correspondiente como señala a "la finca donde está el ganado".

De hecho, en el registro de ganaderías aparecen Eduardo, José Luis y Pablo Lozano como los propietarios de la Ganadería de Palomo Linares, señalando como sus fincas El Palomar, en Seseña (Toledo), y Las Ollas, en Trujillo (Cáceres). Como se observa los hermanos Lozano son los propietarios oficiales de la fortuna de Palomo Linares. Los que verdaderamente van a cuidar y tutelar su herencia. Los amigos de la jueza Azuara. Aunque desde que llevaban chupete han tratado a los tres hijos de Palomo.

Herencia envenenada

Tras dejar los toros, Palomo tuvo un tren de vida moderado. A veces, sin liquidez, pero con patrimonio. Con la pintura ha ganado dinero, llegó a ser cotizado con precios importantes, especialmente en América. Vivió bien, pero protegió su patrimonio a través de los hermanos Lozano, que tienen la llave del reparto de los bienes.

Lo que también se queda es un pleito judicial abierto. Un decreto, fechado el 5 de febrero de 2016, dictado por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Illescas (Toledo), ordenaba investigar la relación de bienes y derechos del extorero después de que este dejara de abonar a su exesposa, Marina Danko, la pensión acordada en la sentencia de divorcio y a su hijo Andrés la partida mensual comprometida para terminar la carrera universitaria.

En total se reclamaban 20.500 euros –17.000 en concepto de pensiones y 3.500 euros en intereses y costas–, correspondientes a una mensualidad para Marina y 13 a su hijo, según el auto dictado por la juez Mercedes Blández. Posiblemente adrede, Palomo Linares no quería tener casi nada a su nombre. Incluso los 4.000 euros mensuales de pensión a Marina Danko se pagaban a través de la empresa Toresma II, propiedad de Eduardo Lozano.

Todo ello se torna en una situación complicada. Aunque haya dejado el tercio de herencia obligatorio a sus hijos, puede darse el caso de que reciban más deudas que patrimonio. Aunque queda pendiente de conocer cuál fue su voluntad para el tercio de mejora y el de libre disposición, todo apunta que irá a parar a Azuara. Sebastián tenía prevista su boda este mes de mayo en El Palomar, un evento íntimo en el que iban a acudir unos cien invitados, según declaró Concha.

La muerte ha truncado este deseo y el de celebrar sus bodas de oro como pintor en la exposición 50 años de pintura, 1967-2017, que se inauguró justo cuando él estaba en el hospital, en el Palacio del Infante Don Luis en Boadilla del Monte (Madrid). Sus amigos íntimos dicen que, días antes de entrar en el hospital, no realizó cambios en el testamento. Todo indica que irá a parar a la jueza con el beneplácito de sus grandes valedores, los hermanos Lozano, quienes tienen la llave.

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