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Los nuevos 30

La reflexión sobre su nueva década.

Anne Igartiburu, antes y después. / Getty images

Anne Igartiburu
ANNE IGARTIBURU

Me río yo de los que afirman que los 50 son los nuevos 30. Lo digo porque hay que reírse, sí, y no por la fantástica comedia francesa de Valerie Lemercier, que tiene su punto, todo hay que decirlo, sino porque los 30 a mí me parecen, en parte, algo lejanos. Además, en esto sí que no hay marcha atrás y, por mucho que nos empeñemos, lo vivido, bien vivido está y queda para cuando lo queramos rescatar.

Acabo de llegar a la cincuentena sin darme casi ni cuenta, como les habrá pasado a muchos que no han reparado en la cifra que aparecía al soplar las velas de la tarde de cumpleaños durante los últimos años. ¿Cómo he llegado hasta aquí y dónde he estado estos última década? La respuesta me ha tardado en llegar, porque ha sido hacérmela y quedarme en blanco totalmente. Pero ha llegado: sembrando para ser lo que soy. Esta última década me ha permitido afianzar las cosas que quería en la vida a nivel personal y profesional. Trabajar la aceptación y aportar lo que tengo: conocimiento y actitud. Tomar seguridad y además impulso para esta nueva etapa. Pero no son los 30, ¡qué va! Son, como para muchos, los 50 trabajados a conciencia, y me comprometo conmigo misma en que sean esos, los que marquen el inicio de una era más serena y en coherencia con mis valores. A gusto con mis objetivos y más presente que nunca.

Al cumplir 50, uno debe hacer balance y corregir el GPS de su vida, escribiendo claramente la dirección hacia dónde quiere ir en el navegador. Utilizar todos los recursos adquiridos en estas cinco décadas y disfrutar de esa sabiduría que emerge de manera natural y que tiene mucho que ver con la intuición y la experiencia. Y eso se traduce en gran parte en aspectos tan importantes como dedicar tiempo a las cosas que a uno le gustan y le aportan una energía emocional imbatible. A saber cuidar cuerpo y alma de manera especial y exquisita. Y digo exquisita porque nos lo merecemos.

La madurez te da una entidad que te permite sentirte cómodo

Leer (o releer) buenos libros que nos aporten, y que entendemos de manera distinta a como lo hacíamos hace 20 años. Artículos y editoriales de periódicos que nos dan visiones distintas sobre un mismo tema hoy son un lujo solo para los que tienen más tiempo para ello que para otros asuntos que requieren inmediatez. Ni que decir tiene la música. Esos temas de los 80 ahora nos suenan distintos cual tesoros irrepetibles. Y las sinfonías de Mahler o la voz rota de Janis Joplin llegan de otra manera a nuestro alma. Son solo algunos ejemplos muy personales pero aplicables a otras muchas actividades que elevan nuestra vibración emocional positiva.

Habrá a quien un vino le sepa distinto y otro al que el arte de ese artista que le parecía inerte, ahora le emocione. Es lo bueno de sentir el paso del tiempo en nuestra consciencia. También es un momento inmejorable para pensar en lo que uno tiene para compartir con el entorno y darse cuenta de que es más útil de lo que cree para los demás. La madurez te aporta una entidad en la que por primera vez te permites sentirte cómodo. No desaproveches la ocasión para hacerte una ‘hoja de ruta’ de lo deseas entregar y cómo quieres hacerlo. Intenta cuidar alma y cuerpo en la misma proporción. Alimentación, deporte y meditación son claves para ello. Y otro elemento fundamental es el afecto. Dar y recibir cariño como fuente de salud para una vida en armonía.

Para ello deberemos aceptar lo que somos con agradecimiento y celebrar cada pequeña cosa más que nunca. Aceptar que si se nos olvidan las cosas es porque, quizá, tampoco todo es tan relevante. Yo diría incluso que, a veces, es bueno que nos dispersemos un poco. He de confesar que ya me pasaba con 20: recordaba más las emociones que me causaba alguien que su propio nombre, soy así de despistada. Si ya de por sí todo lo dicho es importante, a partir de los 50 mucho más y, si además le añadimos una dosis de humor, este medio siglo que estrenamos estará lleno de fantásticos ingredientes para mirar a los 30 de reojo, con una sonrisa llena de satisfacción.

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