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Carlos de Troya: "Las flores no son un lujo porque no son caras"

Arquitecto de formación y florista por vocación, Carlos de Troya nos cuenta cómo la botánica se convirtió en su profesión.

Carlos de Troya posando para nuestra cámara. / J. Gámez.

CARLOS PÉREZ JIMENO

Su pasión por las flores le viene desde niño. Le encantaba irse con su padre a recorrer las floristerías de Madrid porque siempre ha vivido en un ambiente botánico, al ser su padre ingeniero agrónomo. Lo que más le gustaba era pasear por el centro de la capital y admirar las plantas. Estudió Bellas Artes y Arquitectura en la Universidad Europea de Madrid. Tiene 40 años y a pesar de llevar casi tres años dedicándose a lo que de verdad ha sido su pasión, las flores, ya ha conseguido ser uno de los grandes de su gremio. Sus montajes le han llevado a lo más alto y, según cuenta, se inspira en el arte, la moda y la literatura.

  • C. Háblenos de esas inspiraciones. C.T. La inspiración se puede encontrar en los pequeños detalles, en la literatura, teatro... Ahora estoy leyendo a Elvira Sastre, que me tiene fascinado, es una poetisa muy joven, y cuando llego a la tienda y me pongo a hacer los ramos me llega esa inspiración. Si las musas no vienen a ti hay que buscarlas y acercarte a lo bello, para que te den esa palmadita que todos necesitamos en un momento determinado, así para continuar creando.

  • C. ¿Desde pequeño le atrajeron las flores? C.T. Sí, tengo la suerte de tener un padre que fue ingeniero agrónomo. Siempre ha estado relacionado con el campo y en casa siempre ha habido muchos animales. Después de haber intentado llegar al arte a través de la fotografía, en las instalaciones, he encontrado en la flor ese soporte con el que muchas veces quería expresar algo y no encontraba el material. La flor es algo tan especial que encaja perfectamente con mi forma de ser.

  • C. ¿Su flor preferida es el Eryngium? C.T. Así es, me encantan los cardos en toda su variedad. Con el Eryngium, me siento identificado. Aunque en cada temporada tengo una obsesión, ahora estoy con los tulipanes, que cada día que llegan los pedidos me vuelvo loco.

  • C. ¿Bélgica cambió su vida? C.T. La verdad es que cambio cada día. Estoy en un continuo cambio, pero es cierto que antes me había formado en otras disciplinas, y cuando me trasladé allí tuve la oportunidad con un florista de renombre en un taller con mucho movimiento pero muy poco equipo y desde el primer día empecé a participar en grandes eventos e instalaciones. Trabajé como becario con grandes profesionales y aprendí mucho. Después vine aquí, y monté el negocio.

  • C. ¿Es de los que opinan que la flor es un producto de lujo? C.T. Creo que la flor como producto de lujo es también de esas falsas etiquetas inventadas por el sistema. Creo que no tiene que ser considerada como un lujo en tanto en cuanto que es un producto que no es caro. Poder tener en tu casa una botellita con dos o tres flores en tu mesilla, en el baño, o en el comedor por 10 o 15 euros, cuando de repente sales y te tomas una copa por el mismo precio... la verdad es que pienso que no es un lujo.

  • C. ¿La decoración es la misma para un almuerzo que para una cena? C.T. No, además ningún cliente es igual. Ninguna decoración es igual y ningún ramo es igual. Y al final, evitar eso es lo que hace que tu trabajo sea divertido y que ningún día sea igual al anterior, que podría ser lo que me llevase al aburrimiento. Esa monotonía es lo que llevaría fatal por mi forma de ser. Poder estar constantemente creando cosas nuevas es lo que anima a seguir.

  • C. Háblenos de sus clientes más importantes. C.T. No hay clientes importantes ni mejores que otros. Para mí pueden destacar los que le ponen pasión a la flor. Hay gente que hace uso de la flor porque sabe que es un añadido a su evento, y hay gente que hace partícipe a la flor de lo que está celebrando y esos son los mejores. Como grandes marcas he trabajado con Loewe, Shiseido, Lexus, Ford, Dior. A nivel personal, con Loewe hubo un antes y un después. Yo estaba trabajando en Amberes, formando parte de un equipo como director creativo, y lo que se montó en el Museo Rodin fue una maravilla. Preparó un desfile espectacular.

Carlos de Troya nos recibe en su tienda taller. / J. Gámez

  • C. En poco más de un año, se ha convertido usted en uno de los artesanos floristas con más demanda. C.T. Eso alguna vez se ha comentado. Ya vamos camino de los tres años. Lo que sí puedo decir es que no se si somos de los que ahora mismo están despuntando, lo que sí te puedo decir es que estamos establecidos como floristería, como empresa, y ya nos hemos quitado el agobio del principio, cuando haces una apuesta y no tienes la certeza de que vaya a funcionar.

  • C. ¿Ágatha Ruiz de la Prada o Laura Ponte son clientas muy fieles? C.T. A Ágatha le pusimos flores en casa para un reportaje, y la verdad es que tuvo mucha repercusión porque esa misma publicación también salió en Alemania, fue una portada doble. Al final todo lo que hace y todo lo que toca Ágatha es una maravilla. Laura sí es amiga desde hace mucho tiempo y ella, como gran consumidora de flores que es desde que se abrió este negocio, nos tiene como su florista de cabecera y como hay una gran amistad, es muy fácil que te la encuentres aquí, en la tienda, enredando o haciéndonos fotos, vídeos, porque también tenemos exposiciones temporales de arte con artistas que decidan trabajar la flor. No hacemos de galería de arte, ya que no nos llevamos porcentaje alguno de la venta de los cuadros. Sí nos quedamos un cuadro del artista. Pero todo va en el hecho de crear cultura de flor.

  • C. También en la semana de la moda hiciste un gran montaje. C.T. Creo que el más importante, por presupuesto, fue el de Palomo Spain, en el Museo de Ciencias Naturales. Fue un reto personal, ya que por las condiciones del espacio y por la taxidermia no se podía utilizar flores frescas para que que no entrase ningún tipo de ser vivo y lo tuvimos que hacer todo con flores secas o preservadas. La verdad es que conseguimos el efecto de la colección y quedó espectacular.

  • C. ¿Son caros sus servicios? C.T. Todo lo contrario, de lo más barato. Estamos muy pendientes de comprar la flor en los momentos en los que son baratas. Por ejemplo evitamos comprar las rosas rojas en San Valentín porque los precios se disparan, aunque si el cliente la quiere, se le consigue sin problemas.

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