MADE IN ZARAGOZA
MADE IN ZARAGOZA
De los más de diez años de relación entre Ara Malikian y Natalia Moreno han surgido muchas cosas, algunas personales y otras profesionales. Entre las primeras, seguramente la más gratificante ha sido formar una familia y tener a su hijo, Kairo. Entre las segundas, la directora zaragozana realizó un documental sobre el músico que le valió, entre otros reconocimientos, un Goya: Ara Malikian, una vida entre las cuerdas.
Este martes, Risto Mejide vuelve con una entrevista al reconocido violinista de origen libanés en su programa Viajando con Chester. Por su famoso sofá televisivo han pasado personajes tan dispares como Miguel Ríos, Bárbara Rey o Cayetano Martínez de Irujo para compartir sus vivencias. Lo que tienen en común con el artista es precisamente sus historias sorprendentes, con una intimidad desconocida para muchos.
Con su documental, estrenado en 2019, Ara Malikian y Natalia Moreno obtuvieron, además del cabezón de la Academia de Cine, un Premio Forqué. La historia que se cuenta, la del propio músico, tiene ingredientes suficientes para interesar: desde la infancia nómada del libanés de ascendencia armenia que salió de su tierra a los 14 años hasta su llegada a España donde acabó asentándose y en donde lleva más de tres lustros. Después de casi cuatro años de conversaciones entre el violinista y su pareja, y unas 79 horas de metraje, lo consiguieron: retrataron la historia con cariño y sensibilidad.
Tuvo mucha culpa del éxito Ara Malikian, quien, con su característico pelo estilo rockero, logró imponerse como uno de los músicos de clásica más carismáticos del siglo XXI. Todo comenzó por un violín que utilizó su abuelo para sobrevivir a un genocidio armenio (se hizo pasar por músico de una orquesta). Su padre, inspirado por este episodio decisivo, le ponía el instrumento heredado en la barbilla y le obligaba a estudiarlo varias horas al día. Le impregnó el amor, pero también la exigencia y disciplina.
Un buen día, la vida del músico libanés cambió para siempre. Conoció a una maña que se enamoró de él, de sus silencios, de su timidez, de su historia. Natalia descubrió la biografía de su pareja, el amor que había recibido de unos padres desde un país en guerra. Porque sus progenitores estaban lejos, pero atesoraban los recortes y vídeos de su hijo, Kairo.
Ara (Beirut, 54 años) y Natalia (Zaragoza, 45 años) se conocieron en un concierto, en 2010. Él tocaba y ella los escuchaba por primera vez como una espectadora más. Se quedó absorta por el virtuosismo del violinista y logró que una amiga común les presentara. Fue un empujón para hacerles inseparables. Pudieron hablar y se comprendieron desde el primer momento.
Se entendieron, se acompañaron y ella se convirtió en la directora escénica de los espectáculos de Malikian. Antes, había sido actriz en películas como Manolito gafotas, Una de zombies o series como Hospital central o Impares. Natalia estudió Arte Dramático y lo que la orientó hacia el mundo de la dirección fue su embarazo.
Cuatro años después, tuvieron su primer hijo en común: Kairo. Decidieron ponerle ese nombre, como tal vez hayan deducido, inspirados por su fascinación por la ciudad egipcia de El Cairo. Además, da la casualidad que su significado es «el que llega a tiempo». Lo estaban esperando.
En 2018, cuando llevaban ocho años de recorrido en común, decidieron dar un paso más y contrajeron matrimonio en Las Vegas. Vestidos de rojo y negro, lejos de la tradición del blanco típico.
Natalia habla con devoción de Ara. Asegura que lo que le mantiene atado al mundo es la música (hasta ha dicho que, sin ella, su marido moriría). Es su manera de comunicarse: las notas y los silencios. Pero ella, con su documental, logró extraerle palabras que ni sabía que tenía dentro. Porque había vivido su vida sin reflexionar profundamente sobre los acontecimientos.
La cámara se convirtió en un vehículo para narrar, pero también en un altavoz para compartirlo con el mundo. Aunque él, al principio, no lo veía. Le parecía un ejercicio de ego, inspirado en las 25 cajas que recibieron cuando murió el padre del violinista. Eran tesoros, recuerdos plasmados en entradas, programas de recitales y cintas.
Ella logró lo imposible: el equilibrio entre proteger la intimidad y compartir la realidad de un violinista, pero también de muchos afectados por las diásporas, las ausencias y las violencias. «Mi infancia fue muy buena hasta que, con siete años, estalló la guerra. Pasamos días y semanas viviendo en sótanos, veíamos a los muertos por la calle y perdí a muchos conocidos, entre ellos a un primo», contó Ara en el programa Planeta Calleja.
Como han confesado en alguna ocasión, los dos son personas creativas y sensibles. Se inspiran en sus vivencias y trabajan bajo el esfuerzo y la constancia. Por su parte, Natalia también tuvo que enfrentarse a situaciones adversas.
Pasó por una época universitaria movida. Antes de empezar un nuevo curso de Magisterio, hizo las pruebas para Arte Dramático en Madrid, a pesar de las negativas de su familia. Dejó Zaragoza y se mudó a Madrid. Quedó «seducida por el arte», como ha relatado en una entrevista con el Heraldo de Aragón.
Natalia ve en su marido a alguien punk, rebelde, libre, pero también inspirado por el esfuerzo. Es sobre todo, su compañero, la persona que le hace reír todos los días. En un día cualquiera, Natalia charla con el violinista en el desayuno. Él relata lo que ha compuesto, ella responde con lo que ha escrito. Como cualquier pareja, pero como ninguna. Hasta Kairo participa, les dice sus propias ideas. Fantasías infantiles que, con unos padres artistas, se hacen realidad.
En Instagram, Natalia le dedica unas palabras al amor de su vida. «A tu verita todo es arte, lo inclinado se endereza y la luna se hace llena para que yo aúlle como una loba. Siempre voy a celebrarte y amarte», escribía ella hace un año.
Él también ha tenido palabras para su pareja: «Compañera, amiga, talentosa, artista luchadora, madre, creativa, inspiradora, divertida y única, son los diez primeros adjetivos que se me ocurre cuando pienso en ella. Hay muchos y muchos más. Gracias por estar, por ser y por encontrarme en tu camino y cambiar mi vida».